Hace ya muchos meses, cuando el caso Amigos de Fox estaba virtualmente congelado por los amparos y el tortugismo de las autoridades, decíamos en este espacio que el PAN y el gobierno que se estaban equivocando, que lo mejor era que, como ocurrió con el pemexgate, el caso de los Amigos de Fox fuera acelerado en lugar de congelarlo. El gobierno se confió en las encuestas y estudios que le decían que la popularidad presidencial estaba al alza por la posición ante el conflicto en Irak.
Hace ya muchos meses, cuando el caso Amigos de Fox estaba virtualmente congelado por los amparos y el tortugismo de las autoridades, decíamos en este espacio que el PAN y el gobierno se estaban equivocando, que aunque implicara costos electorales, tomando en cuenta las previsiones serias que existían sobre los comicios, lo mejor era que, como ocurrió con el pemexgate, el caso Amigos de Fox fuera acelerado en lugar de congelado, las culpas fueran asumidas, la multa correspondiente pagada y que, en ese contexto, en lugar de ir hacia una elección plebiscitaria, el presidente se colocara por encima de los contendientes preparándose para lo que vendría.
Se actuó exactamente al revés. El gobierno confió en ciertas encuestas y estudios que le decían que la popularidad presidencial estaba al alza por la posición ante el conflicto en Irak, decidió postergar todo lo posible la investigación de Amigos de Fox, en esos momentos, apareció el auditor superior de la federación, Arturo González de Aragón, con sus observaciones sobre la cuenta pública 2001 y, allí también, decidieron tratar de frenar todas las indagatorias hasta después de los comicios y el presidente se involucró de lleno en la campaña electoral, asumiendo, si los hubiera los beneficios pero, sobre todo, los costos.
Las cosas les salieron muy mal al PAN el seis de julio, y sería tonto evaluar esos comicios solamente en cantidad de distritos perdidos, especulando cómo y porqué se perdieron ciertas plazas. Eso, por supuesto, debe hacerse, pero el problema es otro: toda la operación realizada en las elecciones y en torno a ella falló, incluyendo algo tan importante como los tiempos. En el manejo electoral del foxismo y del PAN nunca se contempló seriamente el escenario de la derrota y de lo que vendría con ella. Y ahora se pagan los costos. Y en ese contexto, todo indica que se repetirán los errores.
Esta semana, el IFE concluyó su investigación sobre el financiamiento de la campaña de Vicente Fox y comprobó que el PAN no registró gastos de campaña por 98 millones de pesos; que hubo aportes del exterior, aunque en ese sentido la investigación no fue tan a fondo como algunos consejeros hubieran deseado; que hubo varias otras irregularidades menores, pero que, además, existen 77 millones de pesos cuyo origen no puede encontrarse en el sistema financiero nacional. El PAN (y el PVEM, que se alió con el PAN en la Alianza por el Cambio, aunque no participó en el manejo de esos recursos) tiene cinco días para aportar pruebas en su descargo y puede acogerse a una prórroga de 30 días más con ese fin. Ha anunciado que pedirá 45 días, para analizar con calma las miles de fojas que componen el expediente y todo indica que se concentrará en el debate sobre los aportes del exterior, entre otras razones porque de allí se podrían derivar las mayores sanciones tanto en el ámbito penal como electoral, pero también por una razón política: el presidente Fox aseguró públicamente que su candidatura no había recibido ningún aporte externo. Si se confirma la acusación sólo quedarían dos opciones: o el presidente Fox mintió a sabiendas sobre el tema, o alguien de primer nivel le mintió al presidente. Cualquiera de las dos opciones generará costos políticos altos.
Por otra parte, hoy lunes, el auditor superior de la federación, Arturo González de Aragón presentará, finalmente, sus conclusiones sobre la cuenta pública del año 2001, luego de que en marzo anunciara que había observaciones en ella por 339 mil millones de pesos, una cantidad estratosférica, casi un tercio de todo el presupuesto anual. La ofensiva que tuvo que soportar González de Aragón no tuvo demasiado de moderna ni de democrática: le cayeron a él y a sus empresas auditorias fiscales, demandas en la Suprema Corte, presiones del PAN en el Congreso, filtraciones de información sobre pagos que se quiso hacer pasar por fraudulentos o producto de la corrupción que había recibido en 1992, cuando el presidente era Carlos Salinas de Gortari. Se llegó incluso a un acuerdo para postergar hasta después de los comicios la presentación de las conclusiones del auditor (en realidad tendrían que haberse presentado en junio), hasta un límite tal en el que por primera vez en la historia legislativa moderna, ya se llegó al inicio de la auditoria del 2002, sin haber dictaminado antes la cuenta pública del 2001. Hoy, finalmente, después de tantas postergaciones y presiones, se anunciarán los resultados de la auditoria: y los resultados no serán buenos para el gobierno federal, en por lo menos ocho grandes capítulos, varios de ellos relacionados sobre todo con las finanzas (Fobaproa, Isosa) y la secretaría de Hacienda, pero también con Pemex, la CFE y algunas otras dependencias.
En el ámbito legislativo, se ha dicho que el gobierno buscará una prórroga de otros 45 días para responder a las observaciones de las observaciones, y evitar así que, como puede hacerlo, el auditor González de Aragón finque de inmediato demandas penales contra los funcionarios responsables de las irregularidades detectadas. Queda en manos del propio González de Aragón decidir si acepta o no esa prórroga: en el panismo se dice que mejor esperar a que llega la próxima legislatura a ver si se calman las cosas y, sobre todo, esperar a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación puede, en ese lapso, resolver las dos controversias constitucionales que involucran directamente a la propia auditoria.
Se están equivocando en ambos casos: ni al gobierno ni al PAN le conviene seguir prolongando estos casos, el de Amigos de Fox y el de la cuenta pública 2001. Cuanto más tiempo pasa, más altos son los costos, menos instrumentos tiene para tratar de tenerlos en control, pero, sobre todo, más se le complica la agenda política nacional y su propia agenda legislativa: ¿qué beneficio puede obtener el PAN en que dentro de 45 días, estamos hablando del inicio de la próxima legislatura o, si fueran sólo 30 días en pleno informe presidencial, el IFE saque la sanción contra su partido?¿qué gana con que se prolongue el debate sobre el origen de esos 77 millones de pesos misteriosos?¿qué gana si pide una prórroga en la auditoria en que ésos temas se debatan, también, en pleno proceso legislativo?¿no ganaría más asumiendo costos, y aplicando una suerte de corte de caja ahora, en vacaciones, cuando los grupos parlamentarios están preparándose para una suerte de nuevo comienzo el primero se septiembre?. Para el PAN, cuanto más rápido pase esta etapa, cuanto más rápido puedan cerrarse estas historias, aunque ellas tengan un costo político alto, más benéfico será. Pero parece que en ese ámbito no todos piensan lo mismo. O mejor dicho, quizás lo que sucede es que nadie quiere asumir esos costos.
Rogelio Cárdenas, un hombre como pocos
El viernes falleció el director de El Financiero, Rogelio Cárdenas, un hombre aún joven, lleno de proyectos, de ideas y de amor por su familia, su trabajo, su país. Tuve el honor de trabajar casi seis años bajo las órdenes de Rogelio Cárdenas, y sólo puedo recordarlo como uno de los mejores hombres que me he encontrado a lo largo de toda mi carrera profesional y como un director, para mi y para muchos, inolvidable por su calidez, por su percepción, por su calidad humana y profesional, por lo que se aprendía con él. Con El Financiero, hizo una labor extraordinaria, lo convirtió en uno de los mejores periódicos especializados del mundo. Lo logró con muchos colaboradores pero sobre todo con algunos notables, en primerísimo lugar con Alejandro Ramos, otro periodista de excepción. El mejor de los recuerdos para Rogelio, y un abrazo solidario para Alejandro, para la familia Cárdenas, para todos los compañeros de El Financiero que perdieron mucho más que un gran director.