Lo que se ha vivido en estos días en Los Pinos no ha sido la confirmación de un cerco en torno al presidente, sino una políticamente cruenta lucha por el poder interno que terminó con el triunfo, de uno de los grupos contendientes: el que conformaban Alfonso Durazo, Ramón Muñoz y, por supuesto Marta Sahún de Fox.
No deberíamos equivocarnos con los términos. Lo que se ha vivido en estos días en Los Pinos no ha sido la confirmación de un cerco en torno al presidente, sino una políticamente cruenta lucha por el poder interno que terminó con el triunfo, en toda la línea, de uno de los grupos contendientes: el que conforman Alfonso Durazo, Ramón Muñoz y, por supuesto Marta Sahagún de Fox.
La teoría del cerco se ha utilizado siempre en un contexto muy particular: un presidente "bueno" pero alejado de la realidad, comete errores o toma decisiones equivocadas porque está rodeado de un pequeño grupo de colaboradores que le coartan su contacto con esa realidad que le es ajena, vía una puntual administración de interlocutores, salidas de palacio, una cuidadosa selección de lectura de los medios. Por supuesto que ello ha ocurrido en muchas oportunidad y ha servido igual para justificar los dislates, algunos de ellos criminales, de un dictador como Francisco Franco hasta las contradicciones de personajes que no eran como sus simpatizantes querían, y ello se aplicó para muchos, desde Juan Perón hasta Boris Yeltsin, pasando por el propio Ronald Reagan en sus últimos años en la Casa Blanca.
Pero también implica, en muchos casos una subestimación de los personajes en cuestión: la visión de éstos como gobernantes por alguna razón disminuidos, incapaces de ver más allá del horizonte que le presentan algunos de sus colaboradores.
Muy probablemente el estilo de ejercer el poder del presidente Fox sea, para decirlo de alguna manera, muy heterodoxo, muy poco disciplinado u ordenado, pero no creo que Vicente Fox esté cercado. Buenas o malas, con sus aciertos y limitaciones, es él quien ha tomado las decisiones de su gobierno y por lo tanto es el responsable de las mismas. Lo que acabamos de ver, insistimos, no es una historia más de la teoría del cerco, lo que tuvimos fue una lucha por el poder que ha modificado profundamente los equilibrios internos del propio gobierno federal.
Ayer decíamos que prácticamente nunca, por lo menos en forma explícita, pública, un área de la presidencia de la república había acumulado tantos espacios de poder bajo su responsabilidad: en el sexenio pasado Liébano Sáenz, de alguna forma ocupó espacios similares (y hasta más amplios) pero de forma tácita. Ahora Alfonso Durazo los ocupará por derecho y designación presidencial: en sus manos estará tanto el acceso al presidente Fox, vía la agenda, como su contacto con la sociedad, vía el discurso, la relación con los medios, el mensaje. Es verdad, como ha dicho Durazo, que existen muchos puntos de contacto entre la estructura de la secretaría particular (por lo menos como fue concebida ésta en el sexenio) con el área de comunicación social de la presidencia, pero también es verdad que en el pasado, como en otras áreas del poder, la idea era no concentrar todo esos instrumentos en una sola mano.
Porque ellos van mucho más allá de lo originalmente anunciado. Ayer, en un desayuno con el consejo directivo de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión, el presidente Fox explicó su nueva estrategia de medios y comunicación y anunció que bajo el control de Durazo quedarán no sólo las tareas que desempeña la dirección de comunicación social de la presidencia sino también el control sobre el presupuesto de publicidad federal (que hasta ahora se controlaba desde la subsecretaría de normatividad y medios de Gobernación, a cargo de José Luis Durán) y la política de concesiones de radio y televisión, que dependía de la secretaría de Comunicaciones y Transportes, encabezada por Pedro Cerisola. No quiere esto decir que se modificará la ley orgánica de la administración pública federal para incorporar esas áreas a la presidencia, sino que será Alfonso Durazo quien tenga el control político sobre esas dependencias y esos funcionarios en esas áreas sin duda estratégicas: y anunciarle directamente a los concesionarios de radio y televisión quién será el funcionario que controlará el presupuesto y las propias concesiones es algo más que un simple mensaje político.
Un connotado priísta, que estuvo muy cerca de Luis Donaldo Colosio en la época en que éste era candidato presidencial y Durazo su secretario particular, me decía ayer que esa era, precisamente, la idea que tenía Colosio para el área de comunicación cuando llegara a la presidencia: concentrar en Los Pinos todos los recursos de comunicación para evitar que los distintos secretarios utilizaran esos instrumentos en su propio beneficio en lugar de seguir la línea que les fijara la presidencia de la república y lograr un fuerte control institucional sobre esas políticas: de allí, me decía, debe haber abrevado Durazo la actual propuesta que el presidente Fox ha hecho suya.
Pero eso nunca, con anterioridad, se llegó a concretar plenamente. La creación de la subsecretaría de comunicación en Gobernación se realizó bajo esa lógica pero colocándola bajo la responsabilidad del encargado de la política interior para darle a éste mayor fortaleza. Pero incluso así y a pesar de que siempre hubo muchas presiones en ese sentido, nunca antes se había colocado, además, bajo esa misma responsabilidad, la política de concesiones de radio y televisión. Siempre, como principio, se dejó ambas vertientes de la política de comunicación, en manos separadas.
Hoy, en un giro radical en la estructura de poder, todas esas responsabilidades se concentran en un sólo ámbito: la secretaría particular, estableciendo un nuevo modelo no sólo para el funcionamiento de la casa presidencial, como dijo el presidente Fox en la mañana de ayer, sino del conjunto del gobierno. En los hechos, el cambio que ha sufrido la estructura de Los Pinos desde el primero de diciembre del 2000 hasta ahora es notable: el presidente comenzó con una organización laxa y horizontal: cuatro grandes coordinadores, una decena de coordinadores de áreas específicas que interactuaban entre el presidente y los secretarios de estado, sin un jefe de gabinete o de la propia casa presidencial. El tiempo, los costos que se pagaron por esa organización poco racional y los errores cometidos (y las luchas internas), fueron depurándola hasta llegar hoy a un modelo casi exactamente antagónico al que vimos entonces: una estructura pequeña y vertical, concentrada en torno a Eduardo Sojo en las políticas públicas, pero con Durazo, Muñoz y la señora Fox en el control de prácticamente todos los hilos de poder que pasan por la casa presidencial. Y esa misma estructura vertical se aplica a diversas áreas del gobierno.
En los hechos pareciera que la administración Fox se concentra en torno a dos polos: por una parte el propio equipo de Los Pinos, ahora mucho más homogéneo que en el pasado y con muchos más instrumentos del poder de los tradicionales, por la otra el secretario de Gobernación, Santiago Creel, y panistas de primer nivel e influencia como Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón y buena parte de los grupos parlamentarios. En medio quedan varios miembros del gabinete que no están claramente en ninguno de los dos campos y que tendrán que ir definiéndose con el paso de las próximas semanas. ¿Existen puntos de contacto entre esos dos polos?: algunos, para empezar tenían adversarios comunes, pero habrá que ver si, a futuro, eso es suficiente como para mantenerlos cerca. Insistimos, lo que vimos no fue un simple cambio de gabinete ni una confirmación del cerco al presidente: lo que se ha dado es una lucha por espacios de poder que ha propiciado una profunda modificación de los equilibrios internos en el seno del foxismo.
Queda pendiente una pregunta: ¿por qué se adelantaron los cambios si casi todos los actores, incluso algunos de los participantes en ellos, aseguran que estaban programados para el fin de semana o el inicio de la siguiente, luego de que concluyera la reunión panista en Querétaro?