Nuevo Laredo y los narcos de segunda generación
Columna JFM

Nuevo Laredo y los narcos de segunda generación

Los enfrentamientos ocurridos en Nuevo Laredo el viernes pasado demuestran la profundidad de la penetración del narcotráfico en muchas estructuras de gobierno y de poder en el país, particularmente en las zonas fronterizas. En Nuevo Laredo se enfrentaron dos bandas: Los Zetas y los Negros. Los primeros relacionados con el cártel de Osiel Cárdenas. Bandas que devienen del viejo cártel del Golfo que se construyó Juan García Abrego. Los Zetas, es un grupo de sicarios, terriblemente violento formado por unos 40 ex militares que desertaron del ejército y fuerzas de seguridad.

Los enfrentamientos ocurridos en Nuevo Laredo el viernes pasado demuestran la profundidad de la penetración del narcotráfico en muchas estructuras de gobierno y de poder en el país, particularmente en las zonas fronterizas. La explicación de lo ocurrido parte, como siempre del enfrentamiento entre dos cárteles por el control de la principal zona de introducción de drogas para la costa este de los Estados Unidos, Texas y buena parte del centro de ese país. E indirectamente tiene relación con los resultados de la llamada operación Trifecta, anunciada también la semana pasada.

En Nuevo Laredo se enfrentaron dos bandas: los Zetas y los Negros. Los primeros relacionados con el cártel de Osiel Cárdenas que mantuvo una larga hegemonía en toda la zona. Bandas que devienen del viejo cártel del Golfo que construyó Juan García Abrego y que están formadas y dirigidas por grupos locales y, por lo tanto con una fuerte penetración a todos los niveles en el estado. Los Zetas, que intentan mantener el control del estado luego de la detención de Osiel Cárdenas, es un grupo de sicarios, terriblemente violento, formado básicamente por unos 40 ex militares que desertaron del ejército y las fuerzas de seguridad para trabajar en el narcotráfico. También, desde hace más de un año, lo que se acrecentó con la caída de Cárdenas, se instalaron en la región los hermanos Valencia, un cada vez más poderoso cártel con origen en Michoacán y ramificaciones en el DF y Guadalajara.

Todos estos grupos desde mediados del 2002 ha sido diezmados a pesar de su fuerte relación con fuerzas policiales y de seguridad: no en vano en el enfrentamiento del viernes iban protegidos por el ministerio público federal Juan Manuel Núñez Montes, que incluso dejó escapar en la confusión a cinco de sus integrantes y están bajo custodia 198 policías municipales.

Y están siendo diezmados porque ha entrado una nueva fuerza a controlar la zona: la de los distintos grupos del cártel de Juárez, aliados con diferentes bandas locales, particularmente los Chachos y Los Texas, que habían sido muy golpeados anteriormente por los otros grupos locales cercanos a la gente de Cárdenas, de allí crearon el grupo de los Negros directamente relacionados con el Chapo Guzmán. El punto está en que la zona ha comenzado a ser copada por Joaquín El Chapo Guzmán y, desde hace tiempo por otros de sus aliados, Juan José Esparragoza. La limpieza comenzó con el asesinato del jefe de los Chachos, luego del jefe de los Zetas, más tarde con la muerte, del lado estadounidense de Guillermo González Calderoni y, finalmente con la detención de Osiel Cárdenas y sus principales lugartenientes. El espacio, en otras palabras, comenzó a quedar libre para que otros grupos se hicieran cargo del tráfico de drogas en esa parte de la frontera y así ha ocurrido. Para eso fue imprescindible la penetración que durante los últimos años había tenido Esparragoza en la zona, luego de una efímera alianza con Osiel Cárdenas, y la relación que en el penal de Puente Grande, había establecido El Chapo Guzmán con Arturo Martínez Herrera, apodado El Texas.

Ello demuestra algo que señalábamos la semana pasada. Pese al fuerte golpe que recibieron estos grupos en Sonora y Estados Unidos mediante la operación Trifecta, están lejos de haber sido desmantelados: perdieron una rama importante de la operación, pero al mismo tiempo se están expandiendo a otras zonas y sus esquemas de trabajo están lo suficientemente compartimentados como para no contaminar otras áreas. Y mantienen, además, una penetración importante entre las fuerzas de seguridad, sobre todo locales, para ser protegidos de las acciones federales.

El dato es comprobable: mientras se cerraba con la operación Trifecta una parte del tráfico en Sonora, el cártel de El Chapo Guzmán, asociado con Ismael El Mayo Zambada, crecían hacia Baja California y Tijuana, el control de Juárez es de sus aliados encabezados por Vicente Carrillo, y entonces se concentraron en la frontera de Tamulipas y Texas, por lo que se debería suponer que ya están fuertemente posicionados en Monterrey y, como siempre lo han estado, en Guadalajara.

La operación Trifecta sirve para comprender cómo trabaja este grupo. La investigación que terminó con la detención de Manuel Campas Medina (un joven operador de la gente de Zambada) y una red de más de 250 personas, comenzó desde el 2001, cuando fue detenido en alta mar el barco Macel, que transportaba nueve y media toneladas de cocaína. De esas investigaciones se derivó, más tarde el descubrimiento del narcotúnel de Nogales, Sonora. A partir de allí se realizó un intenso trabajo de inteligencia que permitió descubrir algunos de los vehículos que utilizaba esa red del cártel del Mayo Zambada. La clave la dio una camioneta Blazer que cruzó la frontera por Nogales y fue dirigida hacia Nueva York. Avisada la policía estadounidense, fue detenido en New Jersey, y se le descubrieron 37 kilos de coca pura. A partir de entonces se trabajó sobre un esquema de escuchas telefónicas en México y Estados Unidos que fue poniendo al descubierto la mayor parte de la red.

Toda esa operación estuvo a punto de perderse hace un mes: a principios de julio, se caen algunas líneas de investigación en Estados Unidos, lo que implicaba que los principales jefes de este grupo comenzaban a detectar que algo no estaba saliendo bien. Al mismo tiempo, Campas, que venía siendo sometido a un riguroso seguimiento, logra perderse en un par de oportunidades (se estima que en una de ellas se encontró con el Mayo Zambada en Culiacán) y poco después se refugia en Guadalajara, donde la AFI lo logra reubicar unos días antes de que se ordene su detención en Zapopan, junto con un par de personas, pero sobre todo con un personaje apodado El Cholo, de origen dominicano y quien se especula que era el encargado del contacto de estos grupos con los distribuidores dominicanos de Nueva York, la principal mafia distribuidora de drogas en esa ciudad.

Lo importante es ver cómo se configuran, a partir de lo que se descubrió en la operación Trifecta estos grupos: Manuel Campas Medina es lo que podríamos denominar un narco de segunda generación, no se trata de los tradicionales pistoleros de antaño, es un joven de 29 años, estudiante, que se movía sin armas ni grandes aparatos, con mucha eficiencia y que creció desde la base hasta la cúpula del grupo. Campas ya había estado detenido hace años por tráfico de drogas en Tucson, Arizona, y paradójicamente desde allí, conociendo el mercado, pudo desarrollar sus propias redes de distribución en los Estados Unidos, redes amplísimas que iban desde Arizona y Los Angeles, hasta Chicago, Nueva York y buena parte de la costa este. Campas además, como lo demostró la detención del Cholo, había logrado una fuerte relación con la mafia dominicana que se encargaba de la venta al menudeo final de la droga. Pero lo interesante son varias otras cosas: primero cómo se desarrolló esa red, cómo Zambada decidió dejar bajo la responsabilidad de un joven que había crecido desde los espacios más bajos del cártel y la cárcel en Tucson hasta convertirse en pocos años en lugarteniente, un plaza como Sonora, en lugar de entregarla a sus operadores más expertos como Nacho Coronel o los Bernal; como, si bien participa mucha gente en el proceso, los distribuidores base terminan siendo sinaloenses. Y también cómo estos grupos no apuestan a una sola red: la que se destruyó con el operativo Trifecta, era la red joven, la de segunda generación, más sofisticada. Pero junto a ella persiste la red tradicional, la que manejan otros lugartenientes de Zambada y el Chapo Guzmán para evitar que esas redes sean destruidas por completo cuando se producen estos golpes.

Algo de eso se debe estar repitiendo en Nuevo Laredo: los sectores que apoyan a los sucesores de Osiel Cárdenas son de una vieja generación. Los grupos ligados al holding de Juárez quieren imponerse en la zona y desarrollar un nuevo tipo de narcotráfico más moderno y menos pesado (las bandas tamaulipecas hacen ostentación constante de violencia, armas, de brutalidad en sus ajustes de cuentas) que les permita tener, entre ellos y sus asociados el control de prácticamente toda la frontera: si la gente de Zambada, el Chapo y Esparragosa se quedan finalmente con esta parte tendrían control de toda la frontera, salvo, en parte, de Tijuana. Por eso, necesitan limpiar la zona y liquidar a sus adversarios. O en algunas ocasiones sólo entregarlos.

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