Reapareció el subcomandante Marcos y lo hizo, aparentemente, con base en una nueva estrategia: se trata de consolidar y darle forma a los municipios autónomos. El subcomandante se presenta ahora como vocero de los municipios autónomos.
Reapareció el subcomandantes Marcos y lo hizo, aparentemente, con base en una nueva estrategia: se trata de consolidar y darle forma a los municipios autónomos, transformándolos en los hechos en una zona liberada. El subcomandante deja las formas militares y se presenta ahora como el vocero de los municipios autónomos. En realidad no se trata de ninguna nueva estrategia. Ese ha sido, desde casi siempre, el objetivo implícito del zapatismo: crear una zona liberada que les de autonomía, establecer el control sobre un territorio, construir en él sus instituciones y, en última instancia, obtener así una suerte de reconocimiento internacional.
Esa fue la intención del levantamiento del primero de enero del 94, de las negociaciones de San Cristóbal, de los levantamientos de diciembre del 94 y de la larga etapa de negociación en San Andrés. Finalmente, cuando más debilitada estaban esa estrategia y el propio EZLN, el gobierno foxista le dio una inesperada bocanada de oxigeno cuando colocó en el primer lugar de su agenda, a horas de tomar el poder, el tema Chiapas y le dio el visto bueno al llamado zapatour. Ese gira por todo el país fue fundamental para la gente de Marcos, no tanto por el éxito que obtuvieron en el corto plazo (triunfos en sí bastantes escasos) sino porque, por una parte, pudieron recorrer el país en la gira política más promocionada que ha habido en años. Pero también porque la administración Fox les concedió todo a cambio de nada: retiró todas las posiciones militares dentro de la zona zapatista, dejando sin control un área un poco más extensa que toda Suiza; liberó a todos los presos políticos zapatistas (algunos de los cuales no estaban detenidos por causas políticas sino por delitos comunes, algunos tan pedestres como la violación) permitiéndole realimentarse con algunos cientos de cuadros que se consolidaron en la cárcel y se distribuyeron por distintas regiones del país, no sólo en Chiapas; permitió la instalación en toda la zona de autoridades zapatistas que fueron haciendo emigrar a todos sus adversarios asentados en ellas. Marcos no le concedió, en cambio nada al gobierno federal: incluso se aprobó una reforma constitucional de derechos y cultura indígenas con la cual el propio EZLN puede tener diferencias pero que tiene un contenido indudablemente progresista, pero por supuesto que no tendría apoyo del EZLN: nada lo tendría porque nada hubiera ganado con ello.
El zapatismo no la apoyó por una sola razón: no legitimaba formas de autonomía que le dieran a su zona de control la institucionalidad suficiente como para convertirla en una zona liberada. Pero en realidad no lo necesitaba: las acciones del gobierno legitimaron de hecho la creación de esa zona y las estrategias federales y del gobierno estatal se vieron ante fracasos notables. El gobierno federal centró sus esperanzas en un Plan Puebla Panamá que nunca pudo echar a andar por falta de decisión política y por no confrontarse políticamente con el zapatismo. En los hechos el gobierno, sin el PPP, se quedó sin estrategia para la región. El gobierno estatal apostó a la integración paulatina de las comunidades y podría haber tenido éxito, si no fuera porque se quedó sin apoyo político y legislativo: Pablo Salazar llegó al poder por una alianza PAN-PRD que no duró ni siquiera hasta su toma de posesión. Pablo tampoco quiso enfrentarse a la estrategia zapatista y a pesar de que las bases de ese movimiento terminaron lastimando a muchas comunidades e imponiendo por la fuerza su estrategia de resistencia, de no aceptar ningún apoyo de carácter público (lo que llevó a muchas comunidades a grados muy altos de pobreza y a la división de otras), el hecho es que por la razón o por la fuerza el zapatismo, terminó a pesar de sus fuertes divergencias internas, imponiendo la línea de Marcos: la de la construcción de la zona liberada buscando el reconocimiento internacional.
Los resultados del seis de julio pasado lo fortalecieron: no sólo por el alto grado de abstencionismo registrado en todo el país y en particular en Chiapas, sino también porque el PAN y el PRD divididos perdieron todos los distritos electorales menos uno en ese estado a manos del PRI: en ese contexto, el gobierno de Pablo Salazar se encuentra sumamente debilitado e hizo, ante la proclama de Marcos, lo que se suponía que haría: darle carta blanca al subcomandante para imponer sus autoridades en toda la región bajo su control. El gobierno federal está peor: ni siquiera parece haberse dado por enterado de lo que sucede y no ha tenido respuesta alguna al movimiento zapatista.
En toda esta estrategia, Marcos ha cometido un error de fondo muy grave: haberle brindado apoyo explícito a la ETA. El terrorismo etarra es sencillamente indefendible por cualquier mentalidad realmente progresista y el pronunciamiento reiterado del subcomandante al respecto y las agresiones a personajes como el juez Baltasar Garzón, ocasionaron un fuerte desprestigio a la causa zapatista (vamos, hasta los chicos de Maná descubrieron, según la declaración de su cantante Fher, que los zapatistas, al apoyar a la ETA "no eran pacifistas": ¿quién les hizo creer a Fher que una organización político-militar como el EZLN, justificadas o no sus demandas, puede ser considerada pacifista?) y le restarán parte de lo que más quiere: el respaldo y el apoyo internacional a esa zona. Pero el daño tampoco ha sido tan alto porque en los hechos la administración Fox no supo aprovechar el yerro que hubiera podido ser garrafal de Marcos y no lo enfrentó con ese tema (como no lo hace con ningún otro).
Además, la salida de Jorge Castañeda de la cancillería parece haber atemperado la iniciativa política del gobierno federal, sobre todo en Europa, para restarle apoyo internacional y la solidaridad con el zapatismo comienza despuntar nuevamente aunque ahora sólo provenga de los sectores más radicalizados.
En los hechos, y eso lo comprobaremos este fin de semana en Oventic, el zapatismo comienza a salir del ostracismo y no tiene enfrente demasiado que se le oponga: el gobierno local no tiene respuesta y el federal quiere mirar para otra parte. Mientras tanto, Marcos parece tener un programa bastante definido: en agosto la virtual liberación de una zona de territorio nacional; en septiembre sumarse (y capitalizar) las movilizaciones globalifóbicas ocasionadas por la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Cancún; en diciembre y enero celebrar el décimo aniversario del levantamiento zapatista institucionalizando la zona liberada y planteando esa estrategia de los municipios autónomos (que les fracasó el sexenio pasado porque no tuvieron espacios políticos para implementarla) como una alternativa para otras regiones del país.
Lo harán en un contexto marcado por el vacío: el vacío político y de instituciones en la zona de conflicto y en muchos otros puntos del país, la prescindencia de la que hace gala el gobierno federal, la debilidad del estatal, la crisis interna de los partidos, los altos índices de abstencionismo, son alimento para la estrategia zapatista que, además, volverá a jugar, sin conceder nada a cambio, con el gobierno federal, con la Cocopa, con los partidos y con algunos sectores progresistas, mientras consolida su zona liberada. Dentro de unos meses, ya poco importará qué hagan o dejen de hacer los gobiernos federales, estatal o municipal: la autoridad en esa región sólo será la suya.