Hoy cuando el jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador pronuncie su tercer informe de gobierno, estará doblando la curva que marca la segunda mitad de su administración y estará iniciando, formalmente, la carrera hacia la presidencia de la república. Es verdad que hay aciertos indudables que cimientan ese respaldo:ahí está el apoyo económico a los adultos mayores.
Cuando hoy en la mañana el jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador pronuncie su tercer informe de gobierno, estará doblando la curva que marca la segunda mitad de su administración pero también estará iniciando, formalmente, la carrera hacia la presidencia de la república y sabe que lo realizado estos tres años le han permitido acumular un muy importante capital político pero, también, sabe que su presencia, hoy, trasciende lo realizado y debe refrendarla no sólo en el DF sino también en el resto del país.
En términos objetivos la suya es una gestión con luces y sombras, pero envuelta en un nivel de popularidad inocultable y con niveles de aceptación tan altos, que resulta, comparado con los resultados reales de su administración hasta poco comprensible.
Es verdad que hay aciertos indudables que cimientan ese respaldo: ahí está el apoyo económico a los adultos mayores, esa pensión que otorga discrecionalmente el gobierno del DF que se ha convertido en su mayor cartera de respaldo, mismo que aumentará cuando mañana mismo presente a la ALDF la iniciativa de ley para hacer universal esa pensión, de aproximadamente 700 pesos, para todos los adultos mayores de 70 años. No es poco importante, aunque aún esa pensión no es aún universal, en la actualidad constituye el único ingreso de más de 100 mil personas en la ciudad de México. Ese éxito indudable se combina con otro factor que pesará en el futuro: el nivel de endeudamiento que está financiando este proyecto y que se profundizará con la nueva iniciativa de ley. Cuando los especialistas preguntan cómo se financiará ese programa, la respuesta es que con medidas de austeridad, pero hasta ahora se ha mantenido con un incremento real de la deuda y con el traslado de partidas presupuéstales destinadas a otros objetivos, que terminan en estos programas de apoyo a los ancianos o en los proyectos viales. Por eso en los dos últimos años no hubo, por ejemplo, un programa de bacheo o de desasolve en la ciudad. Tampoco se ha invertido en el metro o en el transporte público.
Pero, paradójicamente, la construcción del distribuidor vial de San Antonio y el que está por concluirse en Zaragoza, han ocultado esos traslados de recursos. En las próximas semanas terminarán las obras en Zaragoza y comenzará la nueva etapa de los segundos pisos en el periférico sur. Estas obras han generado innumerables controversias (algunas serias, otras francamente absurdas) pero lo cierto es que después de dos décadas sin obra pública significativa (que se vea) en la capital del país, esas construcciones otorgan una imagen de movimiento, de que se están haciendo cosas y renovando la ciudad, que consolidan la popularidad de López Obrador. Evidentemente el apoyo a los adultos mayores o las obras viales no alcanzan para explicar el fenómeno López Obrador, ni el apoyo y la indulgencia de una sociedad como la capitalina, que tan exigente ha sido y es con otros gobernantes, locales y federales, en temas como la inseguridad o los servicios públicos. La pregunta, ahora que el tabasqueño tendrá no sólo que mantener sus índices de popularidad en el DF, sino tratar de hacerlos trascender al resto del país, es cómo se explica lo que sucede sin exhibir las contradicciones existentes en el programa de gobierno.
Se ha querido explicar la popularidad de López Obrador con base en la profusa publicidad que utiliza. Es un factor que no puede ignorarse: el gobierno capitalino gasta y mucho en publicidad, aunque lo hace en una forma muy dirigida, apostando a medios muy concretos, con una agenda específica y habiendo logrado algo que los prisitas hacían muy bien en el pasado: el respaldo de buena parte de la fuente que cubre sus actividades que termina siendo tan tolerante e indulgente con Andrés Manuel como buena parte de la sociedad capitalina. Tan notable ha sido esto, que López Obrador prácticamente no se expone fuera de ella e incluso en alguna oportunidad llegó a regañar a los compañeros de la fuente presidencial por "poco organizados y agresivos", comparándolos explícitamente con los compañeros de la fuente del DF. ¿Ha logrado esto induciendo la corrupción, comprando a los reporteros?. No existe prueba alguna en ese sentido, el hecho es que López Obrador ha logrado algo mucho más difícil: que los reporteros y muchos medios hagan suya la agenda política del jefe de gobierno. El impone esa agenda en las conferencias de prensa matutinas y casi nadie se aparta de allí. Es un manejo notable el que ha adquirido en ese sentido, porque, además, hay que recordar que cuando instauró su conferencia de prensa de las seis de la mañana todo mundo pensó que era una locura en términos de comunicación. Evidentemente no fue así.
¿Será entonces, como bien dice Ciro Gómez Leyva, que el secreto está en las ganas de la gente de creer, de tener expectativas, de recuperarse del desengaño que por los menos en el DF, y en muchos otros puntos del país, han generado los resultados del foxismo?. Es muy probable, con un ingrediente adicional: López Obrador trata de demostrar que él sí sabe cómo hacerlo, por eso envía propuestas sobre la reforma fiscal, la hacendaria, el gasto público, el Fobaproa, propuestas que no se convierten en iniciativas, que el propio PRD no presenta como tales en el Congreso, que en muchas ocasiones son subestimadas por los especialistas y que el propio gobierno del DF no suele poner en práctica, pero que en términos de opinión pública lo muestran activo, propositivo y crítico con el accionar del gobierno, aunque cuidándose de no entrar en confrontaciones con la presidencia de la república (¿para presentarse como la continuidad exitosa del cambio fallido que para muchos representó Fox?). En ese sentido paradójicamente pareciera generar confianza en la gente el hecho de que Andrés Manuel gobierne y opere como el viejo PRI, el paternalista, pero envolviendo esa operación en un lenguaje diferente, en un ropaje nuevo.
Lo notable es que todo ello se da entre múltiples contradicciones, algunas muy serias, pero Andrés Manuel no sale afectado por ellas. Otorga un sistema de pensiones universal a todos los adultos mayores del DF pero no dice como lo financiará; recomienda planes de austeridad al gobierno federal pero la deuda real del gobierno capitalino se ha incrementado notablemente para apoyar el programa de pensiones y las grandes obras como el distribuidor vial; esas grandes obras se construyen utilizando recursos destinados a otros programas que se abandonan o disminuyen notablemente pero no se dice explícitamente; se dice un gobierno partidario del cambio y la lucha contra la corrupción pero se ha empeñado en que de ninguna forma se obtenga información fidedigna sobre, por ejemplo, los costos reales de esas obras viales y el origen de los recursos que se destinaron a ella; critica acremente al gobierno federal por los altos salarios de sus funcionarios pero como no ha dejado instalar el consejo para la transparencia en el DF con argumentos absurdos, nadie puede obtener información fidedigna no sólo de cuáles son los salarios de la administración local sino como se utiliza el conjunto de los recursos; dijo que con consejo o sin él, otorgaría esa información y cuando se la solicitó fue denegada sin explicaciones; es un duro crítico del salinismo pero entre sus principales aliados está el empresario Carlos Slim (al que el propio López Obrador y el PRD criticaron durante años acusándolo de salinista) y la corriente de Manuel Camacho, que durante años fungió como el ala teórica del propio salinismo; critica los caciquismos priistas pero ha instaurado otro similar entre vendedores ambulantes, taxistas, transportistas, trabajadores de la basura, donde simplemente se han cambiado esos grupos de bando, a veces con todo y dirigentes, o en ocasiones, como ha ocurrido con Alejandra Barrios, reemplazándola por grupos que responden a René Bejarano y Dolores Padierna, dos de sus principales operadores.
En síntesis: es paternal e intolerante, hábil y duro, tiene una agenda planificada, con control interno estricto y capacidad de alianzas y al mismo tiempo puede ser inflexible con sus críticos y no le gusta que lo contradigan, incluyendo los otros poderes, sea el legislativo o el judicial. Es un hombre de luces y sombras. E insistimos en un punto que es clave: se ha beneficiado, ha explotado hábilmente, el hecho inédito de no contar con oposición seria del PAN o el PRI en la capital del país. Con todo eso, y con mucho más, hoy López Obrador iniciará la verdadera carrera hacia Los Pinos.