El PRI está llegando en estos días a un momento de definiciones: deberá aprovechar la oportunidad para establecer una estrategia política inteligente que lo pueda regresar en el 2006 a Los Pinos. El centro del debate gira en torno al apoyo prisita a la reforma energética y la convención hacendaría. El gobierno tuvo el acierto, de colocar en la cancha del priismo sus propuestas de reforma.
El PRI está llegando en estos días a un momento de definiciones: tendrá que apostar por el inmovilismo, disfrazado de defensa de los principios, o deberá aprovechar la oportunidad para establecer una estrategia política inteligente que lo pueda regresar en el 2006 a Los Pinos. El centro del debate gira en torno al apoyo priista a la reforma energética y la convención hacendaria con su imprescindible reforma fiscal. El gobierno tuvo el acierto, ahora sí, de colocar en la cancha del priismo sus propuestas de reforma. Una de ellas, la energética, les fue presentada hace una semana por Santiago Creel y Felipe Calderón. Pero más importante aún, el viernes en la comida en casa de don Roberto González Barrera, cuando estuvo con todos los dirigentes prisitas y la mayoría de los gobernadores de ese partido, el presidente Fox les dijo a sus interlocutores que su gobierno no estaba casado con ninguna propuesta en particular: que el PRI construyera una que fuera viable y el gobierno la apoyaría. En el tema de la convención hacendaria, ese mismo viernes, algunos gobernadores del PRI se inconformaron con el texto de la convocatoria que había redactado el gobernador de Nuevo León, Fernando Elizondo, y desde ese día se acordó cancelar la visita de Vicente Fox a Monterrey para abrir un espacio de negociación y, finalmente, la convocatoria salió como lo gobernadores esperaban. El balón, ni duda cabe, en este momento, está en el terreno del PRI y debe ser ese partido el que decida qué hacer con él.
La oposición a la reforma eléctrica, con el argumento de que así se privatizará el sector, resulta insostenible: primero, porque si se trata de la reforma propuesta, sólo habla de la participación privada en la generación de energía y con un límite respecto a la generación global y en ningún momento se propone la privatización de la Comisión Federal de Electricidad: es un esquema similar al que tiene, literalmente, todo el mundo. En los hechos, existen ya 47 plantas privada generadoras de energía e incluso en el Distrito Federal (donde ayer marcharon los trabajadores de la muy ineficiente y literalmente quebrada compañía de Luz y Fuerza del Centro, encabezados por el dirigente perredista Cuauhtémoc Cárdenas) existe una planta privada cuya construcción y funcionamiento fue autorizada…por Cuauhtémoc Cárdenas, cuando era jefe de gobierno de la capital. Es, por supuesto, una bandera política atractiva pero falsa.
En el PRI los dos principales opositores son el senador Manuel Bartlett y el gobernador de Oaxaca, José Murat. En uno de esos giros incomprensibles, algunos personajes políticos y medios que detestaron a ambos durante años, ahora los ven como aliados e incluso como políticos colocados "a la izquierda del PRD". Ambos, Manuel y Murat, tienen razones de peso, que poco tienen que ver con la energía en sí, para oponerse a las reformas: Bartlett porque de esa forma recupera una posición que de otra forma no tendría dentro de las corrientes priistas y así se coloca como un polo opositor a Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, desde una posición diferente a los partidarios de las reformas que tampoco comulgan con su dirigencia partidaria (como ocurre con muchos de los gobernadores).
Murat, por su parte, está jugando una carta similar, pero con dos objetivos mucho más claros: por una parte, con esa oposición busca la presidencia del partido cuando termine, el año próximo, su periodo de gobierno en Oaxaca, y busca también acercarse al PRD para romper la hipotética alianza que podría darse entre todas las fuerzas de la oposición contra el candidato priista en las elecciones del año próximo, amenazando, incluso con separarse de su partido. Todo ello es parte, por supuesto, de su lucha personal con Elba Esther Gordillo y estaría demostrando una distancia creciente con el propio Roberto Madrazo. Lo paradójico es que esa posición considerada "a la izquierda del PRD" se basa en alianzas con los sectores más conservadores del propio priismo: no en vano, por ejemplo, el principal respaldo de Manuel Bartlett en la cámara alta es el senador Oscar Cantón Zetina y el líder del sindicato petrolero, el ex diputado Carlos Romero Deschamps consiguió in extremis un amparo que evitara su orden de aprehensión…en Oaxaca (donde por cierto, como parte también de estas luchas de cara a la elección del año próximo, el presidente municipal de Oaxaca, Gabino Cué, precandidato de la oposición a las elecciones estatales del 2004, se apresuró a declarar a Romero Deschamps "persona non grata" en la capital del estado).
Entonces, no deja de ser extraño que la causa de la no reforma termine siendo apoyada simultáneamente por el sector más conservador del PRI y por la gran mayoría del PRD, particularmente de sus sectores más radicales, en una suerte de nuevo conservadurismo de izquierda que no deja de ser sorprendente. Hay muchos perredistas que no están de acuerdo con la posición hegemónica de su partido, pero en general son legisladores independientes que entraron en las listas del PRD o militantes que no cuentan con el respaldo de ninguna de las grandes corrientes del partido del sol azteca: expresarse públicamente en ese sentido los dejaría prácticamente fuera del partido. Sin embargo, sobre todo en el senado, existen miembros del PRD que discrepan de la posición sin matices que ha asumido su partido.
Y lo mismo ocurre con varios de sus gobernadores. Pero allí no habrá cambio: el PRD no apoyará estas reformas porque su estrategia indica que debe confrontarse con el llamado PRI-PAN, mostrando a sus adversarios como dos caras de una misma moneda y presentándose como alternativa a esa alianza.
En el PRI es completamente diferente la situación. El PRI no puede apostar a diferenciarse drásticamente del PAN, ni a reinventarse ante la opinión pública como una caricatura del perredismo. El PRI sigue teniendo opciones, y muy altas, de regresar a la presidencia de la república y/o de conservar buena parte de los estados del país, con base en un solo punto: su eficiencia como gobierno. Puede resultar hasta cínico, pero mucha gente, ante la poca eficacia en la labor gubernamental o por el desencanto por la gestión de Fox, prefiere regresar a un priismo que le dice que sabe cómo gobernar, por lo menos esa es su oferta política. Pero si el PRI rechaza la oportunidad de presentar sus propias iniciativas, de trabajar sobre las reformas del ejecutivo y transformarlas en leyes, está condenado al fracaso, porque demostrará que, fuera de su oposición o de la férrea defensa de dirigentes como Aldana o Romero Deschamps, que la gente, sea justa o no esa percepción, considera corruptos o por lo menos políticos tramposos, no puede estar unido para generar algo, para presentar propuestas y sacarlas adelante.
La táctica que están esgrimiendo los opositores a las reformas no es nueva: se trata de asustar con el petate del muerto, de amenazar con que si no se cumple con sus deseos se irán a otro partido o movilizarán a su gente o le generarán problemas a sus adversarios. De esa forma más de uno ha terminado obteniendo lo que quiere, llámese una gubernatura, o una posición política o frenar alguna iniciativa que no le gustaba o afectaba sus intereses personales o de sector. Hoy, está ocurriendo lo mismo: el punto es que la mayoría de los gobernadores saben que esas reformas son necesarias y que sin ellas se deteriora su capacidad de gobierno; la gran mayoría de los que aspiran a ganar en las 14 elecciones del año próximo saben que con una oposición a ultranza, en este momento y después del cambio en la correlación de fuerzas que devino del seis de julio, serán señalados como responsables del estancamiento; la mayoría de los legisladores de ambas cámaras saben que tienen que proponer y sacar una reforma; y los propios dirigentes priistas, Madrazo y Elba Esther, saben que si no apoyan una vía negociadora se estrecharán notablemente sus propios proyectos futuros. No hay más: el PRI debería ignorar lo que dicen de ellos los panistas o los perredistas (que les hablan como en aquella caricatura del diablo y ángel aconsejado al oído un desconcertado mortal) y jugar sus propias cartas, presentar sus propuestas y sacar sus reformas, aunque eso le genere costos internos y alguno de sus miembros cumpla con sus amenazas rupturistas. De otra forma quizás sigan todos unidos…y así, unidos, perderán irremediablemente en el 2006, porque no significarán opción alguna para la ciudadanía.