A menos de dos semanas del anunciado encuentro bilateral de los presidentes Fox y Bush en Tailandia, en el marco de la reunión cumbre de la APEC, la Casa Blanca no ha incluido esa reunión en la agenda del presidente estadounidense. La chancillería ha dado innumerables muestras de estar dispuesta a casi todo por poder mostrar una señal de amistad entre Fox y Bush que no se ha logrado hasta ahora.
Hasta el momento de escribir estas líneas, a menos de dos semanas del anunciado encuentro bilateral de los presidentes Fox y Bush en Tailandia, en el marco de la reunión cumbre de la APEC, la Casa Blanca no ha incluido esa reunión en la agenda del presidente estadounidense. Como se recordará ese encuentro fue anunciado por el gobierno federal luego de que fracasara el intento de mantener un encuentro bilateral en la ya famosa comida de los mandatarios invitados a la Asamblea General de la ONU, donde el hecho de que el presidente Fox se sentara junto al mandatario estadounidense quiso, originalmente, ser vendido como el preludio de una reconciliación que evidente aún no se ha dado entre el gobierno de Bush y la administración Fox, como consecuencia de las diferencias derivadas de la intervención en Irak.
La cancillería ha dado innumerables muestras de estar dispuesta a casi todo por poder mostrar una señal de amistad entre Fox y Bush y hasta ahora no ha logrado nada. Por el contrario, en la misma medida en que Estados Unidos se va estancando en Irak y la popularidad del presidente Bush va cayendo como consecuencia de sus desaciertos en la llamada guerra antiterrorista y la economía interna, la Casa Blanca pareciera que ya no está buscando ver quién se la hizo sino quién se la pague y los países que consideraba aliados pero que no lo apoyaron en el Consejo de Seguridad de la ONU parecen ser, hoy, uno de sus objetivos de presión predilectos.
Ya lo había adelantado Colin Powell hace cerca de un mes cuando, antes de la asamblea general de la ONU, lo visitó en Washington, el canciller Luis Ernesto Derbez: Estados Unidos exigiría el apoyo de México a la resolución que sobre Irak presentaría el gobierno estadounidense en el consejo de seguridad. Apenas la semana pasada, el secretario de Estado anunció la presentación de esa iniciativa y reiteró que esperaba el apoyo de México. La iniciativa es simple pero de que se apruebe o no dependerá, en mucho el futuro de la ONU: Estados Unidos, que está en verdaderos aprietos de todo tipo (políticos, militares y económicos) en Irak, quiere que los países de las Naciones Unidas lo apoyen con recursos y tropas, pero unos y otros deberán estar bajo control de los propios Estados Unidos.
Francia, sobre todo, pero también la gran mayoría de los miembros de la ONU, han insistido en que en caso de darse ese respaldo tendría que estar bajo control de las propias Naciones Unidas y que, además, el eje de ese programa tendría que ser el regreso lo más rápido posible del gobierno de Irak a los iraquíes. Para la administración Bush los plazos son mucho más largos: pro ejemplo, se habla de darle un año a las propias fuerzas de Irak para ir confeccionando una constitución y mucho más para integrar un gobierno realmente autónomo.
México ha apoyado en el Consejo de Seguridad las posiciones francesa y alemana sobre Irak pero ahora tendrá que tomar una decisión clave: la cancillería ha dejado entrever que esperará a que sean las grandes potencias las que se pongan de acuerdo sobre el tema antes de adelantar su posición en el Consejo de Seguridad. El problema es que nada indica que esas grandes potencias se vayan a poner de acuerdo en los próximos días sobre esos temas porque lo que está en juego es una parte trascendental de los espacios geopolíticos de la relación entre Estados Unidos y la Comunidad Europea, y en el caso particular de nuestros vecinos del norte, nada más y nada menos que las posibilidades de reelección de George Bush en las elecciones de noviembre del 2004.
Estados Unidos querrá una definición de México antes de buscar un acuerdo con otros países porque lo que quiere es tener asegurada la mayoría del Consejo de Seguridad antes de negociar con Francia, Alemania, Rusia y China, las otras naciones que se oponen a su iniciativa. Y si no hay apoyo no habrá, lisa y llanamente, reunión bilateral en Tailandia. Cuál es el hipotético y único interés que podría tener Estados Unidos en esa reunión lo demostró la propia declaración del gobierno mexicano, cuando indicó que el presidente Bush habría encargado a la consejera de seguridad nacional, Condolezza Rice, que organizara la agenda de esa reunión.
Y la doctora Rice no se encarga ni de temas comerciales o de migración. Algo similar ocurrió cuando Derbez visitó a Powell, quien de entrada le advirtió que él no trataba temas comerciales, que si Derbez quería analizar algo en ese sentido lo viera con Zoellick (en responsable de asuntos comerciales de la Casa Blanca). La agenda de la administración Bush se concentra ya en sólo dos temas: Irak (y por ende la seguridad) y la reelección presidencial.
La pregunta que nos debemos hacer en estos momentos es si es conveniente o no esa reunión Fox-Bush en estos momentos. México no puede ni debe cambiar su posición en el Consejo de Seguridad de la ONU, sobre todo porque el presidente Fox terminaría haciendo el ridículo, luego de la posición pública que adoptó en su discurso en la última asamblea general. Un cambio de posición en el Consejo de Seguridad implicaría, además, prácticamente la salida de Adolfo Aguilar Zinser (a quien, para mostrarle una salida al presidente Fox es a quien señalan en Washington como el responsable de la posición que ha adoptado México, como si esas pudieran ser posiciones personales y no de gobierno) del Consejo de Seguridad. Un cambio diplomático de esa magnitud, por otra parte, difícilmente traería consecuencias positivas para la propia administración Fox en ningún tema de la agenda bilateral, por la sencilla razón de que, como dijimos, para Bush en estos momentos los únicos temas viables son Irak y la reelección.
Se podrá argumentar que en ese sentido, a Bush le convendría un acercamiento con el presidente Fox para apuntalar el voto latino de cara al 2004. Pero pareciera que esa premisa no es tan válida como algunos creen. En las próximas horas las elecciones en California podrían convertir al mal actor hollywoodense, Arnold Schwarzeneger, en gobernador de ese estado, superando en los comicios de mañana al méxicoestadounidense Cruz Bustamante. Lo que muchos analistas electorales están viendo es que si la comunidad latina y más específicamente la mexicana, la primera minoría en el estado con millones de integrantes, no supo o no pudo organizarse para sacar por primera vez en la historia a un gobernador suyo, como lo sería Bustamante, estaría demostrando que la distancia existente entre su número y su capacidad de influencia política aún está muy distante. En el caso de México, además, no dejó de llamar la atención que no hubo ni explícita ni implícitamente, ningún gesto hacia Bustamante, al contrario pareciera que, pese a todo, si hubo loobyng terminó siendo a favor de Schwarzeneger. Entonces ¿tendría que preocuparse mucho Bush por México y el voto latino de cara a su reelección?. Sus especialistas, dirán que no. Por el contrario, su problema real es el general demócrata Wensley Clark, que está superando a Bush en popularidad y es un acérrimo crítico de la forma en que Bush ha llevado la guerra en Irak, tanto que publicaciones tan influyentes como Newsweek, se preguntan en la última semana si, en realidad, no era Francia la que tenía razón en torno al debate que se generó a principios de año sobre la pertinencia o no de la intervención.
México no debería cambiar de posición en la ONU pese a las presiones de la administración Bush: no tiene nada que ganar y sí mucho que perder si lo hace. Claro, entonces ello implicará que la reunión de Tailandia no se realizará o, si ocurre, terminará en un desencuentro aún mayor que el de la última que mantuvieron los dos mandatarios en Los Cabos. El presidente Fox se tendrá que resignar a tener una relación fría con Bush, por lo menos hasta los comicios de noviembre del 2004. Y quizás eso sea, hoy, lo mejor para la relación institucional entre los dos países.