La declinación, sin duda digna y elegante, de Diego Valádez a la precandidatura para presidir el Consejo General del IFE, ha abierto un compás de espera en la decisión de los partidos sobre la renovación del consejo. La declinación de Valadés y la falta de un acuerdo entre los tres partidos sobre Zárate y Zertuche para la presidencia, ha hecho resurgir en las negociaciones de anoche el nombre de Peschard, la única mujer en el Consejo actual.
La declinación, sin duda digna y elegante, de Diego Valadés a la precandidatura para presidir el Consejo General del IFE, ha abierto un compás de espera en la decisión de los partidos sobre la renovación del consejo pero también ha complicado todo el proceso que, ya de por sí, se había entremezclado en sus tiempos con los debates sobre la reforma energética (que cada vez más se convierte en exclusivamente eléctrica) y la reforma hacendaria (que hasta ahora es casi exclusivamente fiscal y concentrada en el tema del IVA). La enorme diferencia es que para renovar al consejo del IFE sí existen fechas fatales y esa llegará el próximo viernes. Pero además, si los partidos y sus legisladores demuestran que no pueden ponerse de acuerdo siquiera en la designación de quienes serán los árbitros de sus propias disputas electorales, cabría preguntarse en qué tema podrían llegar a un consenso.
Con todo, la declinación de Valadés (¿realmente Diego tuvo oportunidades reales? ¿no se utilizó su candidatura para ver cómo respondía el PAN y que grado de oposición mostraba el PRD, aunque se supiera que, en realidad, finalmente se lo obligaría a quedar fuera de la jugada?), abre también un espacio de oportunidad para buscar nuevas fórmulas de composición en el futuro IFE. El problema es que se había llegado a un acuerdo mediante el cual el PRI propondría al candidato a presidente del IFE, para que éste contara con el respaldo del PAN y si fuera posible del PRD, aunque originalmente se pensó más en obtener la mayoría calificada de los dos tercios de los diputados, que en un consenso de los tres partidos. Por eso molestó tanto a algunos dirigentes priistas la declaración de José Woldenberg respecto a que era importante que el consejo y en particular el presidente del mismo fueran elegidos con el beneplácito, por lo menos, de las tres principales fuerzas políticas del país. Pero no se trató, como se dijo muy erróneamente, de un intento de intervención de Woldenberg respecto a la elección de su sucesor, sino de simple sentido común. Como el propio Valadés asienta en el comunicado de su declinación, si no se cuenta con el respaldo de todos los involucrados, el nuevo consejo y su presidente nacerían marcados por la desconfianza.
Pero eso ha modificado todo el esquema de negociación, porque se debía tener primero un presidente del Instituto para complementar, luego, el juego de equilibrios de los demás consejeros. Y los nombres, las propuestas de los partidos ya estaban, pero al no haber consejero presidente se debe retomar toda la negociación. Después de la declinación de Valadés, han tomado fuerza dos nombres que estarían en perfectas condiciones de reemplazar a Woldenberg, aunque con características personales muy diferentes. Uno de ellos sería el analista Alfonso Zárate, el otro el secretario ejecutivo del propio IFE (que en su momento fue también consejero en el periodo 94-97) Fernando Zertuche. Alfonso es un excelente analista, con una sólida formación profesional y un afinado sentido político que podría tanto estar en la presidencia del consejo como ser uno de sus integrantes. Desde la presidencia le daría, sin duda, un sentido, en el mejor sentido de la palabra, político al manejo del propio Instituto. Zertuche es un hombre que se inclinará mucho más por la lógica jurídica del IFE, con una gran experiencia en la parte operativa del mismo y con un reconocimiento, como Zárate, amplio y sólido en la comunidad electoral.
A ambos, desde que surgieron sus nombres, se los ha golpeado injustamente, tratando de encontrar personajes químicamente puros que en política no existen. Lo que se debería analizar no se analiza: ¿existen en la trayectoria, en el trabajo de Alfonso o de Fernando elementos que permitan suponer que no cumplirían esa función con talento, profesionalismo e imparcialidad?. Conociendo bien a ambos, habiendo seguido sus trayectorias, yo no he encontrado un solo elemento que los descalifique, y si se analiza sensatamente sus trayectorias, se llegará a la misma conclusión.
Sin embargo, la pregunta para saber quién es el consejero presidente idóneo, es cómo quedará la combinación final de los consejeros. En el PRI se ha impulsado tanto a Zárate como a Zertuche para la presidencia (y en el PAN no los ven mal) y entre los consejeros figuran Luis Carlos Ugalde, Alejandro Poiré y a mayor distancia Alberto Begné. En el PAN, podrían promover a Rodrigo Morales, actual consejero del IEDF; en el PRD a Clara Judsiman pero, sobre todo, insisten en la reelección de Jesús Cantú. El PRI, como sabemos, se ha opuesto, un poco irreflexivamente, a la reelección de consejeros, pero si quieren llegar a un acuerdo con el PRD, tendrán que terminar aceptando a Cantú. Entonces el PAN buscaría impulsar alguna otra candidatura y se abriría la posibilidad de algo que, en privado, todos han aceptado como una buena posibilidad: el que la actual consejera Jacqueline Peschard, pueda continuar en el Consejo General y presidirlo. La declinación de Valadés y la falta de un acuerdo entre los tres partidos sobre Zárate y Zertuche para la presidencia (ninguno de los dos tendría problemas en ser aceptado como consejero) ha hecho resurgir en las negociaciones de anoche el nombre de Peschard, la única mujer en el actual Consejo y la que, como decíamos la semana pasada, quizás ha sido la que luego de Woldenberg mejor papel ha tenido en las labores del Instituto: discreción, ecuanimidad política, mucha operación y pocos reflectores.
El nombre de Peschard habría vuelto a ser puesto en la mesa de negociaciones y, salvo la insistencia de un sector del PRI de no reelegir a ningún consejero, no tendría objeciones de ninguno de los tres grandes partidos. Y si el PRD no aparta el nombre de Cantú (y no parece tener intención de hacerlo), quizás ese espacio de oportunidad se podría ampliar en las próximas horas, porque el jueves se supone que tiene que existir, ya, un acuerdo. Por supuesto que hay más nombres y opciones para la lista de consejeros, pero la opción más lógica en la noche del martes parecía ser Jacqueline Peschard quien estaría dispuesta a aceptar esa nueva responsabilidad y, si no fuera ella, habría que trabajar para encontrar consensos entre Alfonso Zárate y Fernando Zertuche. Con diferentes características y personalidades, cualquiera de los tres podría cumplir muy dignamente ese difícil papel.
La otra reforma
Mientras los priistas demostraron en la frustrada reunión de los legisladores para analizar el tema del paquete fiscal, que ellos tampoco pueden presumir demasiado de su capacidad de operación política, ayer en Palacio Nacional, se firmó la convocatoria de la convención nacional hacendaria, con un buen discurso del gobernador Patricio Martínez y la ausencia del gobernador de Oaxaca, José Murat (se dice que tendrá que ser operado en los próximos días de una pierna), se dio luz verde, con ello, al inicio de los trabajos que deberán comenzar en febrero próximo para terminar en julio, y en la secretaría de Hacienda se prepara un paquete fiscal muy completo, esperando que concluya el debate sobre el IVA y basado en una disminución de impuestos, una homologación de varios de éstos y la simplificación para su pago. Aseguran que esa reforma será clave para poder pisar con certidumbre en el tema cuando se entre a debatir en la convención hacendaria. Y para sacar adelante la reforma y la convención, los gobernadores han demostrado ser cada vez más importantes para el propio gobierno federal.