La semana pasada los partidos políticos demostraron en forma fehaciente que se han ganado a pulso la escasa credibilidad de la sociedad. La renovación del Consejo General del IFE era una ocasión a modo para tratar de mejorar siguiera un poco su imagen. Desde hace siete años se sabía que en los últimos días de octubre pasado se tendría que renovar el consejo y la nueva legislatura. Se dejó hasta el último minuto la decisión, se llevó a cabo una negociación absurda en la forma y en el fondo.
La semana pasada los partidos políticos demostraron en forma fehaciente que se han ganado a pulso la escasa credibilidad que la sociedad tiene en ellos: un 20 por ciento en América Latina pero sólo cuatro de cada cien ciudadanos en nuestro país.
La renovación del Consejo General del IFE era una ocasión a modo para tratar de mejorar siquiera un poco su imagen. Desde hace siete años se sabía que en los últimos días de este octubre pasado se tendría que renovar el consejo y la nueva legislatura que asumió el primero de septiembre tenía ese tema en la cima de su agenda. No había sorpresas ni tendría porqué haber apuros: se trataba simplemente de que la cámara de diputados cumpliera con su responsabilidad. Pero como es casi una tradición, se dejó hasta el último minuto la decisión, se llevó a cabo una negociación absurda en la forma y en el fondo, los partidos se montaron en sus caprichitos particulares (¿fueron caprichos de los partidos o incluso menos que eso, de algunos de sus legisladores?) y demostraron que no son ni eficaces ni tienen un sentido de Estado que los distinga. Tan lamentable como la elección han resultado las reacciones posteriores de algunos partidos y sus organizaciones satélites.
En esto no ha habido buenos y malos, todos fallaron, ninguno quedó bien ni mostró rasgo alguno de generosidad política.
El PRI falló porque un IFE muy autónomo le genera temor y nunca supo explicar fehacientemente el porqué de su oposición a la reelección de algunos consejeros: la renovación parcial del consejo se había dicho muchas veces y en voz de muchos especialistas, que hubiera sido lo mejor, con un proceso paulatino de reemplazo de los consejeros similar al que tiene la Suprema Corte con sus magistrados. Para ello no se necesitan acuerdos mucho más sofisticados. El diputado Miguel Angel Yunes, sin embargo, emprendió una guerra particular, absurda e injusta en todos los sentidos, contra esa propuesta y contra el ex consejero presidente del IFE, José Woldenberg por el sólo planteamiento de esa propuesta, imaginando en ello una conjura perredista.
El PRD respondió con igual intolerancia e inmadurez: llegó con el nombre del ex consejero Jesús Cantú hasta el final, hasta el viernes a las tres de la tarde como condición inamovible para votar con el PRI y el PAN por el nuevo consejo. Es verdad, como se publicó en un desplegado el sábado, que el PRD presentó otras propuestas, la enorme mayoría de ellas muy viables, pero lo que no dice es que su condición sine qua non era la reelección de Cantú. El regiomontano podría haber sido reelegido, cumplió con su responsabilidad en el anterior consejo, pero ni remotamente fue el más destacado de los nueve consejeros ni el más eficiente: sin duda Woldenberg, Jacqueline Peschard, Alonso Lujambio, Mauricio Merino y hasta el muy controvertido Jaime Cárdenas, cumplieron una labor más destacada que Cantú que, además, sumó en su cuenta dos de los escándalos más notorios que tuvo el Consejo General en sus siete años: el de una famosa reunión con un gasto millonario de alcohol en Querétaro y el altísimo consumo de pasajes de avión que utilizó durante sus primeros años en el instituto. Es verdad que Cantú superó esos momentos y trabajó bien, sobre todo en los tres últimos años, pero llegar a decir, como se ha dicho, que fue el consejero que más merecía su reelección es, por lo menos una superficialidad.
Fue tanta la insistencia del PRD en Cantú que hasta generó sospecha en el PRI y en el PAN y eso provocó el rechazo a ese consejero. Más aún porque, antes, cuando el PRD rechazó la designación de Diego Valadés para la presidencia del Consejo, esos partidos habían terminado aceptando la presión perredista para no cerrar el debate: se entendió que PRI y PAN dejaban de lado a Valadés y el PRD, si no se podía avanzar en la reelección, a Cantú. Claro que incluso así la situación habría podido tener una salida, pero no se pudo obtener porque el PRI se cerró en la decisión de no reelegir a ningún consejero y el PRD en que estuviera Cantú (que nunca figuró, tampoco y pese a lo que se ha dicho, como una alternativa para presidir el IFE: los nombres que se barajaron para ello, antes de quien finalmente quedó, el académico del CIDE, Luis Carlos Ugalde, fueron Valadés, Peschard, Alfonso Zárate y Fernando Zertuche). De esa forma ambos partidos bloquearon la negociación y obligaron a un voto dividido en la cámara: los dos fueron responsables de lo sucedido. ¿Y el PAN?. Bien gracias, se limitó a presentar sus propuestas, que tenía claras desde tiempo atrás y cuando los priistas y perredistas no se pusieron de acuerdo se dispuso a trabajar con quienes tenían mayoría.
Ahora bien, el consejo que se ha elegido no es malo ni parcial. Sí podría haber sido mejor si los partidos no hubieran liquidado, antes de tiempo, a tantos prospectos, pero cuanta con personajes de peso y experiencia que pueden garantizar la labor para la que han sido elegidos. Es una falta a la verdad colocar al nuevo presidente, Luis Carlos Ugalde como una pieza priista (como en su momento lo fue acusar a Woldenberg de ser una pieza perredista por haber militado en ese partido o incluso zedillista porque su ex esposa, Julia Carabias era parte del gabinete presidencial). Ugalde es un académico conocido y reconocido, con experiencia en temas políticos y legislativos, pero también de administración y política internacional. Sí fue el coordinador de asesores de Jesús Reyes Heroles y estuvo en la embajada mexicana en Washington pero nunca cumpliendo labores partidistas. Sí se reunió con dirigentes del PRI antes de su designación pero también con los del PAN y los del PRD y todos dieron el visto bueno a su designación.
Rodrigo Morales es uno de los principales expertos en temas electorales desde hace años (además del bajista de Cecilia Toussaint, cuando ésta grabó su mejor disco, Arpía), es un hombre progresista, ha trabajado en organizaciones de izquierda y cumplió una buena labor en el instituto electoral del DF. Alejandra Latapí ha trabajado en áreas de gobierno y empresariales, y fue una propuesta que contó con un fuerte respaldo de este sector. Arturo Sánchez fue director ejecutivo de prerrogativas del propio IFE y estuvo en el centro de las investigaciones sobre los casos Pemexgate y Amigos de Fox. Andrés Albo Márquez es un muy reconocido analista político que hizo del centro de estudios de Banamex el más dinámico y plural de la iniciativa privada. Otros son menos conocidos y deberán respaldar con su accionar su nombramiento. Pero existen elementos como para pensar que, por lo menos la mayoría del nuevo consejo, está en condiciones de cumplir con dignidad y eficiencia su nueva responsabilidad. Ninguno es un hombre o mujer "químicamente puro" pero para esa función no los hay, como tampoco los hubo, en ningún caso, para los consejos que se nombraron en 94 y en 96.
Por supuesto, insistimos que había muchos más personajes que podrían haber tenido un lugar en este nuevo Consejo General, pero de allí a llevar el caso a un complot contra la democracia, o a ver una conspiración contra el PRD en el 2006 o incluso en algo que pone en peligro la transición democrática hay tanta distancia como la que existe entre la propaganda y la política en serio. En todo caso, la demostración de que todos los partidos están jugando con fuego en estos temas no estriba sólo en la forma en que se dio esta mala negociación para este consejo general sino también en las presiones injustificables, hasta de tipo penal, que está desarrollando la fracción del PRD en la asamblea legislativa del DF, encabezada por René Bejarano, contra un ese sí ejemplar e independiente consejero electoral en el DF, Eduardo Huchim, simplemente por haber cumplido con su deber. Por cierto, el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador que el sábado dijo que la elección del consejo del IFE es un acto de regresión no ha dicho una palabra sobre la resgresiva persecusión de Bejarano, uno de sus principales operadores políticos, contra Huchim.