La decisión de sacar el primer gran acuerdo legislativo del PRI y el PAN (con el Partido Verde como aliado menor) les permitió aprobar con amplia mayoría la renovación del Consejo General del IFE y les dejó probar el sabor de ser una mayoría, con un agradable sabor a poder. Ese poder puede resultar adictivo pero no siempre agradable, puede llegar a ser amargo. El acuerdo ahí está, la experiencia ya la vivieron en una legislatura los priistas y panistas y habrá que ver ahora cómo la utilizan.
Ya dieron un paso. Ya los dos quedaron marcados. El hecho es que la decisión de sacar el primer gran acuerdo legislativo del PRI y el PAN (con el Partido Verde como aliado menor) les permitió aprobar con amplia mayoría la renovación del Consejo General del IFE y les dejó probar el sabor de ser una nueva mayoría: para unos el de regresar a manejar la agenda legislativa, para los otros el desconocido aroma de poder sacar adelante sus iniciativas como gobierno. Que ese sabor puede resultar adictivo pero no siempre agradable, que puede llegar a ser amargo se pudo comprobar viendo el rostro de Germán Martínez el viernes entrevistado en San Lázaro, después de los acuerdos del IFE, por Dense Maerker.
Los distribuidores de droga saben cómo atrapar su clientela: suelen regalar sus primeras dosis. Dicen que una vez que se las prueba se les encuentra el gusto y ya no se las puede dejar: el cliente queda enganchado. ¿Y qué droga es más fuerte que la sensación de poder?
El acuerdo ahí está, la experiencia ya la vivieron en esta legislatura los priistas y los panistas y habrá que ver ahora cómo la utilizan: pagaron costos políticos pero alcanzaron beneficios que no esperaban. Con un ingrediente adicional: con razón o sin ella, ambos, priistas y panistas, quedaron convencidos de que no podrán sacar acuerdos legislativos con el PRD: la posición de Pablo Gómez les pareció intransitable y están más que tentados a proseguir solos la ruta legislativa. Ambos saben que la siguieron en el 91-93 y que tuvieron sus saldos positivos. Ahora con papeles invertidos la historia podría repetirse, incluso con personajes jugando roles similares: en aquellos años, Diego Fernández de Cevallos era el que llegaba a acuerdos con el gobierno y tenía que aguantar rebeliones, mentadas y presiones internas de todo tipo para sacar esa agenda común. Incluso el PAN soportó en aquella época una ruptura que pareció un cisma y que, luego, comprobaron que no pasó a mayores: fue cuando dejaron el partido blanquiazul el ahora procurador capitalino Bernardo Bátiz o el actual diputado por Convergencia, Jesús González Schmall. Ahora, ese papel lo juega Elba Esther Gordillo: las presiones y el golpeteo en su contra han sido durísimos, pero el hecho es que con rebeliones o sin ellas, hasta ahora ha sacado adelante su agenda.
La pregunta obvia es ahora qué viene, qué posibilidades tienen los dos partidos mayores del sistema de continuar estableciendo acuerdos aunque no les acarreen tan evidentes beneficios como el que les permitió sacar adelante el acuerdo sobre el IFE y cuando se enfrentan a temas más complejos. En estos días tendrán que resolver cinco puntos que son centrales para saber si esa alianza legislativa puede funcionar o no.
Por una parte deberán analizar el paquete económico para el 2004, incluyendo la propuesta fiscal que presentará el gobierno que parte de la reducción del IVA del 15 al 10 por ciento pero homologándolo para todos los productos incluyendo medicinas y alimentos, además de una reducción del impuesto sobre la renta para personas físicas y morales. Otra iniciativa central es la reforma eléctrica, cuyas fecha límite ya está frente a nosotros. Un tercer punto que está ligado a ambos, es la reforma del sistema de pensiones para los trabajadores del IMSS, el ISSSTE y sectores como los petroleros. Las tres reformas deben ir de la mano porque sino terminarán siendo inoperantes. Si cada año se deben transferir miles de millones de pesos a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro para garantizar el abasto de energía no tiene sentido buscar una reforma que aumente la recaudación, si esos recursos se van a ir al drenaje; si cada año la presión de la pensiones se come una parte cada vez mayor del presupuesto de las principales instituciones de seguridad social del país y éstas no tienen cómo solventar la compra de medicinas, no tiene sentido invertir en un acuerdo fiscal que tendrá sus costos políticos pero entre cuyos beneficios tendría que estar el poder invertir más en gasto social, educación y salud.
La votación de la reforma fiscal requeriría de una mayoría simple, pero la eléctrica y la de pensiones necesitarán una mayoría calificada de dos terceras parte de los votos. Si vuelven a votar juntos, PRI-PAN-PVEM ya saben que la pueden obtener: el viernes dejaron solos al PRD y al PT con un abrumador 82 por ciento de los votos.
¿Qué posibilidades tienen de acuerdo el PRI y el PAN, de poder repetir la dosis legislativa en los temas nodales de la agenda?. Posiblemente más de la que pareciera a simple vista: como decíamos, eso de sacar adelante y ganar votaciones en la cámara puede tornarse adictivo y más aún cuando la principal oposición, el PRD, en lugar de buscar una salida negociada, de insertarse en la negociación, opta por la confrontación abierta, como ocurrió en el caso del IFE (paradójicamente aquí el PRD también está repitiendo el papel que jugó en 91-93). Y pueden tener mayores posibilidades porque las posiciones no están tan alejadas y sobre todo porque el PAN lo necesita y al PRI le conviene. Ayer, en la promocionada reunión de la comisión de ideología del PRI, el gobernador Manuel Angel Núñez Soto, señaló algo que resulta sensato y evidente: el reto del PRI, dijo, no es cómo ganar la siguiente elección sino definir y explicar a la ciudadanía porqué quiere ganar y para qué, qué acuerdos está dispuesto a respaldar y qué puntos de su agenda propia está dispuesto a conceder por el bien nacional. Si no, como dijo el propio Núñez Soto, se seguirá limitando a sobrevivir la derrota electoral o a seguir siendo una primera minoría. Ahí está el secreto y eso lo sabe Núñez Soto que aspira a la candidatura presidencial por su partido, como lo saben otros gobernadores que también tienen esa ambición como Arturo Núñez, Tomás Yarrington, Enrique Martínez o Miguel Alemán, o los coordinadores legislativos Elba Esther Gordillo y Enrique Jackson, pero también quien, a pesar de los golpes recibidos y los errores cometidos, sigue siendo quien cuenta con mayores posibilidades para ocupar esa posición, el propio Roberto Madrazo. En otra palabra, todos los priistas que tienen cartas reales con las que apostar en este juego, saben en qué sentido deben hacerlo. Es lo mismo que ocurrió en el 91-93 con el PAN: les podrían gustar o no los acuerdos y las concertacesiones, pero allí estaban y las aprobaron porque eran concientes de que, para su futuro, eran necesarias. Y ahora probablemente se repita esa historia. En todo caso habrá que preguntarse si se repetirá como comedia o como tragedia.
Otros dos capítulos que dependerán de la capacidad de acuerdo del PRI y el PAN pero en el senado, donde los equilibrios y las personalidades son diferentes que en San Lázaro, será en dos votaciones que tendrán que darse por mayoría calificada: la renovación de la Suprema Corte de Justicia para reemplazar a los magistrados Juventino Castro y Castro, y Vicente Aguinaco, y la decisión sobre la reelección o no de Guillermo Ortiz Martínez al frente del Banco de México, propuestas que tendrán que provenir, en ambos casos, de iniciativas del ejecutivo federal. En el caso de la Corte presentando una terna para cada posición del que tendrá que salir el ministro electo por los senadores. En el segundo, el nombre tendrá que ser propuesto también por el presidente Fox y los senadores lo aprobarán o rechazarán. Esos acuerdos parecen ser más sencillos por la simple realidad del senado comparado con el turbulento San Lázaro. Aunque vienen tiempos en los que, quizás, San Lázaro volverá a recordar una operación que se pensaba concluida hace más de una década. Y es que con el poder sucede lo mismo que con los dealers de drogas: la primera (votación) te la regalan, la segunda te la venden, pero ya te engancharon.