El presidente Fox regresó de Mérida, de la exitosa cumbre mundial contra la corrupción (un logro de la subsecretaria Patricia Olamendi, que hizo un trabajó notable), cuando se le informo que los diputados madracistas se opondrían al dictamen de la reforma hacendaría aprobado el lunes. Se dijo que el presidente, personalmente, quería hacer contactos y hablar con dirigentes y diputados del tricolor para impulsar y apoyar esa reforma.
El presidente Fox regresó de Mérida, de la exitosa cumbre mundial contra la corrupción (un logro de la subsecretaria Patricia Olamendi, que hizo un trabajó notable en este sentido), unas horas antes de lo previsto, cuando se le informó, dijeron fuentes de la presidencia de la república, que los diputados madracistas se opondrían al dictamen de la reforma hacendaria aprobado el lunes en la comisión de hacienda mediante el cual se proponen diferentes modificaciones fiscales, incluyendo el nuevo impuesto a la producción e importación. Se dijo que el presidente, personalmente, quería hacer contactos y hablar con dirigentes y diputados del tricolor para impulsar y apoyar esa reforma.
Cualquier observador desprevenido hubiera advertido que el madracismo en la cámara baja se opondría a esa propuesta impulsada por el PAN, el Verde y los diputados elbistas en la comisión de Hacienda. Pero la inquietud presidencial estaba justificada porque en la mañana de ayer, antes de viajar a Mérida, el presidente Fox se había reunido con los principales actores de este proceso: Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo y Emilio Chuayffet para tratar de destrabar el proceso de aprobación de las reformas. Y en ese reunión, con esos actores, se habría llegado a un acuerdo básico: dejar pasar la reforma, llevarla a votación al pleno, a cambio del reconocimiento de Emilio Chuayffet al frente de la bancada priista en San Lázaro. Ese acuerdo se estableció ayer y los principales dirigentes priistas están trabajando desde entonces en torno a él.
Por eso, se presentó ayer mismo el dictamen de la comisión de Hacienda, por eso también Juan de Dios Castro sigue retrasando el proceso de reconocimiento de Chuayffet, que podría tener aristas legales que podrían postergarlo por un largo periodo si no existe "voluntad política" para sacarlo adelante. Porque, la idea que se manejó era que ambos procesos tendrían que ser prácticamente simultáneos. Y ello no será, en absoluto, sencillo. Pero tampoco imposible.
Porque ya sabemos que no estamos, precisamente, en un periodo de cumplimiento estricto de los compromisos adquiridos, así sea ante los niveles más altos del poder. A veces porque no se quiere cumplir con esos compromisos, en otras ocasiones porque quienes los asumen no tienen la fuerza real que dicen tener, en sus propias organizaciones, como para honrarlos. Por eso el presidente Fox quiere darle seguimiento personal al acuerdo obtenido en la mañana de ayer.
El hecho es que en la cámara todo se ha concentrado en estas horas en sumar diputados para saber si puede pasar la reforma. En la cámara actualmente hay 496 diputados, de esos 222 son del PRI y de ellos 121 son los que votaron a favor de Emilio Chuayffet la semana pasada, seguramente se deben haber agregado más a ese grupo, pero difícilmente serán, hoy, más de 150. Eso deja una cantidad de entre 60 y 80 que seguirían respondiendo a Elba Esther Gordillo. El PAN tiene 151 diputados, el PRD 95, el Partido Verde 17, el Partido del Trabajo seis y Convergencia cinco. Para aprobar la reforma se necesitan, si estuvieran todos los diputados 249 votos. Si el PAN tiene 151 diputados y yendo hacia el escenario más optimista, el elbismo unos 80 diputados, tendríamos, 231 votos. En ese escenario se requerían los votos del Verde y alguno más para sacar adelante la reforma, recordemos que el Verde ya la apoyó en la comisión de Hacienda y Convergencia se abstuvo. La aprobación o no, se dará, entonces, en la lucha voto por voto, y la diferencia en uno u otro sentido será mínima.
Que la reforma podría pasar lo demuestra la reacción de alguno de los diputados más virulentos en la cámara, como el oaxaqueño Héctor Pablo Ramírez, cabeza de los muratistas, que ayer declaró que "si quieren caos lo tendrán", amenazó con el ingreso de los maestros de la CNTE a la cámara (¡qué rapidez de los maestros oaxaqueños opuestos a Gordillo!: el lunes a las once de la noche se aprobó el dictamen de la comisión de Hacienda y en las primeras horas de la mañana del martes ya manifestándose estaban en la ciudad de México, aunque el propio José Murat habría dado el visto bueno al acuerdo de la mañana de ayer, luego de una dura reunión con los gobernadores el lunes pasado). Algunos diputados llegaron a decir que si era necesario tomar la tribuna para evitar que se apruebe ese dictamen lo harían. En realidad, si se oponen al dictamen y a las reformas hacendarias, lo que tiene que hacer es bastante más sencillo pero más difícil de obtener: convencer a la mayoría de los diputados de su propia fracción de que no voten a favor de él: es la única forma legítima de bloquear una reforma legal en un congreso, y si no lo logran significará, sencillamente, que perdieron esa batalla política.
Pero en realidad en el madracismo son concientes de que la reforma deberá pasar aunque ellos no la apoyen, y que ese es el camino para tratar de destrabar la crisis que ata a su grupo parlamentario. La reforma (con modificaciones menores respecto a la aprobada en la comisión de hacienda) podrá ser aprobada con los votos de quienes la apoyen, y si bien el madracismo no votaría a favor de ella no la bloquearía. Ese es el mecanismo que se está intentando operar para que dé frutos en la sesión de la cámara el próximo jueves.
Pero todo este escenario no puede ocultar a una ruptura priista que de hecho ya existe y de la que sólo queda saber cuándo terminará de hacer eclosión. Se da a todos los niveles: entre los diputados, entre los gobernadores, con dos coordinadores de la bancada, con la existencia de prácticamente dos grupos parlamentarios. Los que aún buscan una posición intermedia entre ambos grupos saben que lo tienen difícil, porque en esta lucha interna del priismo no hay árbitros, todos son actores del mismo. Una de las salidas que proponen es reponer el proceso mediante el cual fue electo Chuayffet, ahora con la asistencia de todos los diputados, eso le daría legitimidad plena y no se bloquearía su confirmación en el cargo, mientras que Elba Esther regresaría a la secretaría general del partido. Lo que deben evitar son las posiciones extremas que dejan poco espacio para las salidas negociadas.
En este contexto, y si no es así, si no se adoptan medidas conciliatorias de ambos grupos, la votación de las reformas hacendarias podría ser, en los hechos, el primer capítulo de la existencia formal de dos coordinaciones priistas, cada una con un coordinador diferente: un grupo encabezado por Chuayffet y el otro por alguien que seguramente no sería Elba Esther pero con una representación muy importante de diputados. Elba Esther sin duda se va a atrincherar en la secretaría general del partido como una posición desde donde continuar con la disputa por el PRI. Ello llevaría no sólo a la existencia de dos grupos parlamentarios sino también de dos direcciones partidarias: una encabezada por el presidente del PRI, Roberto Madrazo, y la otra por la secretaria general, Elba Esther Gordillo, cada una de ellas con posiciones políticas y de poder relativamente equivalentes.
Como los priistas suelen tener una memoria muy selectiva habría que recordarles que estas luchas fraticidas no han sido indoloras en la historia de su partido. Hace exactamente diez años, una batalla política y una división muy similar a ésta, aunque públicamente mucho más soterrada, terminó con los asesinatos de un candidato presidencial y de un secretario general del PRI, pese a que había un presidente de la república que tenía un poder y control real sobre su partido. Y muchos de los protagonistas de aquellas historias son los mismos que se disputan hoy el poder. ¿Habrán aprendido la lección o querrán repetirla?