¿Qué va hacer la administración Fox durante este 2004 para romper la parálisis que la caracterizó el año pasado? No será un buen año para el foxismo ni para el PAN. El gobierno federal no podrá presumir fácilmente un triunfo electoral contundente durante este año. Tratará de recomponer la relación con Estados Unidos. El presidente Fox, sigue asumiendo, casi en soledad, todos los costros políticos posibles.
¿Qué va a hacer la administración Fox durante este 2004 para romper con la parálisis que la caracterizó el año pasado?. No será un buen año para el foxismo ni para el PAN. De las diez elecciones para gobernador, quizás pueda tener oportunidades en Aguascalientes y mucho menos en Chihuahua. En Veracruz y Oaxaca tendrá alguna opción si va en alianza con el PRD y Convergencia. El gobierno federal probablemente no podrá presumir un solo triunfo electoral contundente durante este año. Tampoco podrá mostrar como suyos los logros que pudieran darse en la convención nacional hacendaria que comenzará en febrero: si hay avances los capitalizarán los gobernadores. Tratará de recomponer la relación con Estados Unidos pero, como vemos en estos días en los aeropuertos, con costos políticos internos muy altos. En el Congreso están en otra cosa: ni pensar en reformas estructurales como las que se han planteado y el país necesita.
El presidente Fox, mientras tanto, sigue asumiendo, casi en soledad, todos los costos políticos posibles, porque su gabinete, en términos políticos, no existe, los gobernadores del PAN no figuran, el partido blanquiazul languidece sin que sus dirigentes ni siquiera aparezcan en los medios con regularidad. Si la administración Fox continúa con esta línea de gobierno, para el 2006 se enfrentará a una catástrofe electoral, habrá perdido para esa fecha todas las elecciones estatales cruciales y terminará como jamás lo pensaron los hombres y mujeres que ganaron los comicios del 2000.
El foxismo tiene una sola opción para tratar de salir adelante en este 2004: regresar a lo que alguna vez pretendió ser y asumirse como gobierno. Una de las diferencias más notables sobre cómo reaccionar políticamente ante la presión de las oposiciones lo dieron en los últimos días de diciembre el gobierno federal y el de Andrés Manuel López Obrador. Mientras en el gobierno central los pocos funcionarios que todavía aparecen en los medios se lamentaban de que con los recortes presupuestales y la no aprobación de la reforma fiscal el gobierno estaba prácticamente condenado al estancamiento (el propio presidente Fox trasmitió ese mensaje en cadena nacional cuando la reforma fiscal fue derrotada en el congreso), en el gobierno del DF, cuando el mismo congreso le puso un techo de 500 millones de pesos al siempre alto endeudamiento de López Obrador, éste lo que hizo fue anunciar un vasto plan de obras públicas para la capital y decir que no había problema, que así podían seguir trabajando. Mientras uno enviaban el mensaje de que habían sido derrotados políticamente, el otro le mostraba a la gente que sus proyectos continuarían sin problemas, que no había sido afectado por la decisión legislativa. En término de percepciones, la diferencia es del cielo a la tierra.
El presidente Fox si quiere recuperarse debe asumir su realidad y debe dedicarse a gobernar, a aplicar políticas públicas acertadas y de resonancia social, a realizar las obras que pueda, sin tener que pasar necesariamente por un congreso en el que sabe que no sólo no tiene mayoría sino tampoco el menor espíritu de cooperación, y tiene que hacerlo trabajando para la gente y de cara a la gente. Un ejemplo claro de lo que la administración federal no está haciendo lo tuvimos con la reforma fiscal: ¿cuándo presentaron los hombres del poder un proyecto detallado de lo que harían con los recursos provenientes de la reforma hacendaria?. No un proyecto en general, sino detallado, específico, con obras e inversiones, con compromisos públicos explícitos. ¿Hubiera sido tan fácil para la oposición rechazar esa reforma si, desde antes de que ella se llevara a votación en el congreso, por ejemplo, en cada estado y en cada rubro se sabía en qué se utilizarían esos recursos?. Por supuesto que no. El gobierno no lo hace porque lleva tres años esperando que se voten grandes reformas para ver qué va a hacer una vez que ellas se aprueben. Y como el congreso lo bloquea, el gobierno se paraliza.
Está bien, no hubo reformas, pero ¿dónde está el programa de trabajo del gobierno federal para este año?¿cuáles son las obras en las que trabajará, cuáles los ramos que privilegiará, los sectores que impulsará para impulsar el mercado interno, combatir el desempleo y disminuir la inseguridad, las tres principales demandas de la gente? No los conocemos. Se argumentará que los programas ahí están, lo mismo que las obras ya aprobados en el presupuesto 2004, pero para la gente eso son números: lo que se requiere es trabajo y compromisos públicos, explícitos. Porque el gobierno no ha cumplido con lo que se ha propuesto. Por ejemplo, en el programa económico 2003, se establecen tres prioridades: "abatir los rezagos en materia de salud, educación y desarrollo rural; la expansión modernización y mantenimiento de la infraestructura básica del país, y el reforzamiento de las instituciones encargadas de la seguridad pública y justicia". Como objetivos específicos, se habla de "aumentar el vigor de la recuperación de la producción y el empleo y ampliar las oportunidades de desarrollo para los grupos sociales marginados". Pues bien, ninguno de esos cinco objetivos se cumplieron en el 2003.
A cumplir con esos objetivos se debe concentrar el gobierno federal. No tiene otra opción y lo debe hacer con o sin reforma hacendaria: no puede esperar a que concluya la convención nacional para ver si habrá alguna reforma fiscal para el 2005. El gobierno federal no puede continuar esperando, debe gobernar, asumir las consecuencias y tener mucho más arrojo y voluntad de poder del que ha mostrado, sobre todo en el último año. El "¿y yo porqué?" que marcó el 2003 debe ser desterrado. Es verdad que el gobierno solo no puede hacer todo, pero debe dar la imagen de que por lo menos está haciendo todo lo que está a su alcance en los diferentes capítulos de la vida nacional. Hoy se está muy lejos de esa percepción.
Pero para eso debe haber un cambio de dinámica gubernamental, un cambio en las formas de entender el poder y la política y, por lo tanto, cambios en la gran mayoría del equipo gubernamental. ¿Dónde están, es una pegunta recurrente, los miembros del gabinete?. Salvo algunas excepciones como Santiago Creel o Francisco Gil Díaz, en menor medida Luis Ernesto Derbez, Josefina Vázquez Mota o Julio Frenk, el procurador Macedo de la Concha o el secretario Alejandro Gertz, los demás simplemente aparecen en forma muy esporádica, algunos desaparecen de la escena pública durante meses y nada se sabe sobre lo que están realizando. Un gabinete así no le sirve al presidente Fox y le incrementa los costos políticos cotidianamente, porque el propio presidente termina siendo el responsable de todo lo que sucede. Y como tampoco hay cambios de fondo ni en políticas ni en funcionarios ese costo crece geométricamente.
Si además, le sumamos una increíble falta de coordinación e incapacidad para presentar un mismo discurso en las diferentes partes de la administración, el resultado es muy preocupante. Un ejemplo lo tuvimos con toda la controversia por la vigilancia de policías estadounidenses en los aeropuertos y aviones mexicanos: el secretario de Gobernación dijo que "se estaba estudiando" el tema cuando los pilotos y las aerolíneas anunciaban que ya se estaba aplicando ese esquema desde semanas atrás, los agentes de la PFP ya estaban volando en los aviones mexicanos y los agentes estadounidenses trabajaban y cancelaban vuelos en aeropuertos en territorio nacional. Las posiciones de Gobernación, Seguridad Pública, Comunicaciones y Transportes y la Cancillería fueron divergentes y finalmente la versión fidedigna provino del gobierno…estadounidense. No se trata de una mala semana: hace un año cuando ocurrieron los hechos del Chiquihuite les pasó exactamente lo mismo.
El gobierno federal debe recomponerse, en políticas y políticos, debe olvidarse de cómo ha actuado hasta ahora y valerse de sus propias fuerzas y contar con funcionarios que estén dispuestos a asumir ese costo y ese esfuerzo. Si no lo hace, estará cancelando el sexenio a mitad de su mandato.