Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD y Germán Martínez en el PAN tienen razón en su rechazo a las alianzas entre ambos partidos para disputar distintas gubernaturas, están equivocados, porque, por defender los principios se están olvidando de la real politik, de los espacios donde esas alianzas si son posibles bajo determinadas condiciones.
Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD y Germán Martínez en el PAN, tienen razón en su rechazo a las alianzas entre ambos partidos para disputar distintas gubernaturas, pero al mismo tiempo están equivocados, porque, por defender los principios se están olvidando de la real politik, de los espacios donde esas alianzas sí son posibles bajo determinadas condiciones.
Tienen razón porque las posiciones de ambos partidos han sido muy divergentes desde siempre pero, sobre todo, desde la campaña del año 2000 hasta ahora. En ese año, Cárdenas rechazó la posibilidad de unirse a la candidatura de Fox, para crear un frente anti PRI y creo que fue un acierto, aunque se le pueda ahora reprochar que eso no se reflejó en votos y que la presencia perredista hubiera vigorizado a la administración Fox. El acuerdo que se le propuso a Cárdenas en una reunión secreta que mantuvo con Vicente Fox fue que apoyara la candidatura presidencial del guanajuatense, que en contraparte, Santiago Creel declinaría la candidatura en la capital a favor de Andrés Manuel López Obrador y que se integraría un gabinete con miembros de ambos partidos. Cárdenas rechazó la propuesta, pese a que muchos de sus compañeros de partido estuvieron más que tentados a aceptarla.
Hubiera sido un error: nada, y mucho menos una alianza con el PRD, le hubiera dado a la administración Fox el orden que la situación reclama y, por el contrario estaríamos hoy en el marco de una crisis política de alcances mucho mayores (ahí está el ejemplo que se utilizó entonces para impulsar la alianza PAN-PRD: la que habían logrado en Argentina, la UCR de Fernando de la Rúa, y la izquierda del Frepaso para derrotar al partido justicialista de Carlos Menem: ganaron, pero a los pocos meses las diferencias internas fueron tantas que el vicepresidente, del Frepaso, Chacho Alvarez renunció acusando de corrupción a De la Rúa y la alianza estalló en mil pedazos, dejando al gobierno sin base ni legitimidad, el resto de la historia ya la conocemos).
Ahora se vuelve a hablar de las alianzas en un contexto diferente: el PAN ha regresado a sus porcentajes tradicionales de voto y el PRD, pese a la popularidad en las encuestas de Andrés Manuel López Obrador, sigue sin poder sobrepasar con claridad el 20 por ciento. El calendario electoral de este 2004 es malo para ambos: por separado, el PRD seguramente ganará Zacatecas y el PAN, quizás, mantendrá Aguascalientes y con mucho esfuerzo podría recuperar Chihuahua. Nada más. Y el PRI está dividido y en muchos aspectos desprestigiado, pero esas diferencias no se reflejarán en los comicios estatales donde incluso, salvo Zacatecas, hasta podría darse el lujo de ganar todo. Por eso, y porque además son dos presidentes de partido débiles, que no tienen un proyecto futuro definido, tanto Luis Felipe Bravo Mena como Leonel Godoy le entraron a la estrategia de las alianzas para tratar de hacer de la debilidad mutua fortaleza electoral común. Pero en la forma en que han diseñado esa estrategia cometieron errores muy graves que potenciarán, precisamente, las divergencias internas en lugar de acercarlas.
Cuando Cárdenas o Germán Martínez critican las alianzas como se han planteado tienen razón. ¿Qué sentido tiene que el PAN apoye la candidatura de Amalia García en Zacatecas, donde el PRD ganará sin el menor asomo de duda y donde el PAN es casi un partido marginal?¿qué sentido tiene que el PRD apoye la candidatura de Javier Corral en Chihuahua donde el partido del sol azteca apenas si tiene presencia?¿para qué repetir la experiencia de la alianza PAN-PRD en Durango que no les ha dado resultados en otras oportunidades?¿qué sentido tuvieron para el PRD las alianzas que llevaron al gobierno a Antonio Echevarría en Nayarit o a Patricio Patrón Laviada en Yucatán?. Esas alianzas no sirven ni tienen un sentido político definido: no aportan votos a los candidatos de coalición y no son tampoco eso: coaliciones que se reflejen a la hora de gobernar.
Para que esas alianzas funcionen tienen que partir de otras realidades: un poder caciquil que requiere de un acuerdo superior para ser derrotado, de un candidato que esté por encima de los partidos y de que exista un cierto equilibrio entre ellos que permitan construir, luego, un gobierno relativamente cohesionado, con un programa definido, que impida que el candidato de coalición, si gana los comicios, se vuelque indiscriminadamente a favor de cualquiera de los integrantes de la alianza. Eso no puede lograrse en Zacatecas o Chihuahua, y al contrario, sería contraproducente para ambos partidos a la hora de tratar de establecer un perfil propio en entidades donde uno u otro están muy desdibujados.
Pero existen otros estados, por lo menos tres, donde esa estrategia, si es bien operada, podría funcionar por la condiciones que se presentan. Esos tres estados son Veracruz, Oaxaca y Chiapas, sin duda tres estados que generan un enorme caudal de votos para el PRI y en los que habrá elecciones en los dos primeros para gobernador (además de congreso local y presidencias municipales) y en el tercero para presidencias municipales y congreso local. ¿Porqué son casos especiales? Por distintas razones. Chiapas ha sido la única experiencia exitosa de una coalición PAN-PRD: el gobernador Pablo Salazar Mendiguchia, no se afilió a ninguno de los dos partidos, se mantuvo como independiente, incorporó a funcionarios provenientes de ambos partidos e incluso de su partido de origen, el PRI, para mantener una coalición que si bien no ha funcionado adecuadamente en todos los sentidos, ha impedido una ruptura como la que se dio en Nayarit o Yucatán. Cuando en las pasadas elecciones, el PAN y el PRD fueron con sus propios candidatos terminaron aplastados por el PRI, y ahora parece haber posibilidades de reeditar, en un nivel más local, la alianza del 2000. Si no es así (e incluso con esa alianza) les será casi imposible derrotar al PRI.
El otro estado es Oaxaca, donde el madracismo se juega su futuro por partida triple: porque es el único estado cuyo gobernador, José Murat, está absolutamente alineado con el tabasqueño, porque Murat quiere ser coordinador de la campaña presidencial de Madrazo y porque el candidato a gobernador del PRI será Ulises Ruiz, uno de los principales operadores del propio Madrazo. Pero, como sucede en el ámbito nacional, Madrazo, Murat y Ruiz tienen en Oaxaca numerosos opositores dentro de su propio partido como consecuencia de su forma de ejercer el poder y de no abrirles espacios a sus adversarios internos. Sólo en Oaxaca, Murat tiene divergencias profundísimas con sus tres antecesores, con Heladio Ramírez, con Jesús Martínez Alvarez y con Diódoro Carrasco. El PRD, el PAN y Convergencia tienen presencia en el estado y podrían, yendo unidos, repetir el fenómeno del 2000 en Chiapas, si logran colocar un candidato que vaya por el voto no sólo de esos partidos sino también, explícita o implícitamente, de muchos electores priistas descontentos con el actual estado de cosas. Y salvo sorpresas, quien podría realizar, porque ya lo hizo en la ciudad de Oaxaca, una operación de ese tipo sería Gabino Cué, el ex alcalde de la capital del estado. Cualquier otra opción que surja directamente del PAN o del PRD, impediría que muchos votos priistas apoyen una candidatura ciudadana. Si la oposición quiere ganar Oaxaca, tendrá que repetir la estrategia que le dio el triunfo en el 2000 a Pablo Salazar.
Y el tercer estado es Veracruz, donde se combinan también muchos factores que podrían permitir una alianza, pero las dificultades allí son mucho mayores. Si el candidato por el PRI es Fidel Herrera, el enfrentamiento con Miguel Angel Yunes será profundísimo pero no es concebible que la gente de Yunes se sume a la alianza de Convergencia (con Dante Delgado) y el PRD que ya está en marcha. El PAN, por su parte, tiene en Gerardo Buganza un candidato fuerte y si hay alianza quiere que él la encabece (lo que beneficiaría a Herrera, porque difícilmente los votos priistas o perredistas se dividirían para apoyar a un panista tradicional). La única opción de una alianza trilateral (PAN, PRD, Convergencia) sería en torno a Dante Delgado, lo que se ve, en el caso del PAN improbable aunque no imposible. Claro, eso si a la mera hora Miguel Alemán no impone un candidato local que altere todos estos escenarios en el estado.