La Convención Nacional Hacendaría es, una buena oportunidad para comenzar algo de lo que se hablado mucho: la reforma del Estado. La Convención comenzará hoy en Querétaro y concluirá en junio. Debe darnos un esquema de redistribución fiscal entre la federación, los estados y los municipios. Hasta ahora, los gobiernos en todos los niveles y los partidos no han demostrado esa capacidad y la mejor exhibición de ello ha sido lo sucedido durante el último periodo ordinario. El espectáculo fue, simplemente, vergonzoso.
La Convención Nacional Hacendaria es, no se puede negar, una buena oportunidad para comenzar algo de lo que se ha hablado mucho y se ha hecho muy poco: la reforma del Estado. La Convención que comenzará hoy en Querétaro y concluirá en junio no sólo debe darnos un nuevo esquema de redistribución fiscal entre la federación, los estados y los municipios, sino algo más, un sustento real para pensar que un nuevo federalismo o una nueva forma de hacer política pueden ser posibles. Hasta ahora, los gobiernos en todos los niveles y los partidos no han demostrado esa capacidad y la mejor exhibición de ello ha sido lo sucedido durante el último periodo ordinario del congreso, en particular en la cámara de diputados. El espectáculo fue, simplemente, vergonzoso.
Pero cuando se ahonda más en lo sucedido, por ejemplo, con las reformas hacendarias, podemos realizar un diagnóstico que va más allá de la manifiesta incapacidad de los diputados para realizar una política coherente: el gobierno federal mostró contradicciones evidentes, el cabildeo se llevó por vías erróneas, y en muchas ocasiones alternativas, con interlocutores que no pudieron imponer los acuerdos a los que habían llegado. Pero aún, muchos actores principalísimos de esta historia, entre ellos varios gobernadores, cuentan que todos estaban convencidos de que la reforma hacendaria sí saldría y que por lo tanto muchos tomaron la decisión de apoyarla o no, midiendo exclusivamente el pagar o no el costo político respectivo, asumiendo también que la reforma era necesaria para llegar en mejores condiciones a esta Convención que hoy inicia. Fueron tantos los que prefirieron, convencidos de que la reforma era necesaria, no pagar costos políticos o dejárselos a otros, que la reforma finalmente terminó derrotada por 17 votos. Si la Convención comienza con esta lógica de poder y negociación, estará, inevitablemente, condenada al fracaso. Si el gobierno la presenta como la versión II de la reforma hacendaria o del tema IVA, el fracaso será similar. Si los partidos llegan con orejeras que les impidan ver algo más allá del IVA, ocurrirá lo mismo. Por lo tanto la convención sí es una oportunidad política, pero no deja de ser una oportunidad que entraña muchos riesgos.
Quizás uno de los aspectos que pudieran tener influencia para una mejor marcha de la convención pudiera estar en el PRI. Para el tricolor, pero sobre todo para Roberto Madrazo, esta reunión es fundamental para recomponer su imagen. Quizás puede haber avanzado en ese sentido con el Consejo Político Nacional del sábado pasado, aunque para muchos se trató de una muestra de disciplina forzada, pero lo cierto es que Madrazo rompió en la pasada negociación de la reforma hacendaria muchos, demasiados compromisos, que algunos dirán que pueden ser menores, pero que sin duda le están generando y le pueden generar aún más fuertes turbulencias políticas. Rompió por lo menos tres compromisos: uno, dentro de su partido tanto con el sector de Gordillo como con varios gobernadores, de que se avanzaría en las propuestas hacendarias y energéticas; rompió un compromiso con toda la cúpula empresarial ante la cual había aceptado que trabajaría para la reforma. Hizo un compromiso similar ante el propio presidente Fox. Y no cumplió ninguno de los tres por embarcarse en la lucha interna de su partido y desembarazarse de Gordillo en la coordinación legislativa. Para muchos, lo ocurrido es inaceptable y posiblemente la única oportunidad que le queda a Madrazo para recomponer esas relaciones (con empresarios y sectores de poder) durante este año de gracia que ganó en la pasada reunión del CPN, sea en la convención hacendaria.
Por eso el PRI se apresuró a presentar ayer mismo una propuesta para "el diálogo fiscal" con base en la cual podría entrar al debate sobre el IVA en alimentos y medicinas. Esos 20 puntos van desde la proporción del gasto corriente con la inversión y el gasto social del gobierno, hasta el destinar el 50 por ciento de la renta petrolera a programas y obras de infraestructura, educación y salud, pasando por diversas reformas de regulaciones de todo tipo, desde la fecha de entrega del presupuesto hasta la realización de presupuestos multianuales. En realidad se trata de una propuesta que desde tiempo atrás estaban armando los madracistas, elaborada básicamente por el secretario técnico del CPN del PRI, David Penchyna, y que serviría como armazón a la propuesta del gobierno y la que impulsaban los elbistas. Al polarizarse el conflicto, esta propuesta fue guardada y todo se concentró en el IVA sí o no. Y todos perdieron.
El PRD ha anunciado que no discutirá el IVA (aunque algunos de sus gobernadores han aceptado que la discusión sobre el tema debe darse) pero también, aunque vaya con una posición más dura, debe tratar de aprovechar la oportunidad para mostrar madurez en sus propuestas. Primero, porque gobierna la capital del país y tiene aquí a quien hoy es el principal candidato para la presidencia de la república en el 2006, pero también porque con esa misma lógica debe darle a los demás actores que estarán muy atentos a su desempeño (a partir precisamente de esa oportunidad política) certidumbre sobre cómo actuaría en el futuro, de llegar al poder. Y la convención no es la cámara de diputados: allí estarán presentes actores políticos y económicos de todo tipo.
Lo que sí es verdad es que si ahora se trata de revivir todo el proceso en torno al IVA se corre el peligro de colocar a la convención, por una parte fuera del ámbito técnico que tiene que regir sus trabajos (aunque nadie puede negar que terminará permeada también por lo político-partidario, aunque éste no puede ser el eje rector de la misma) y por la otra al concentrarse nuevamente en el tema del IVA, en un marco de dura y estéril confrontación partidaria. Soy de los que opinan que el IVA se debe homologar a diez por ciento, mínimo, a todos los productos y reducir sustancialmente el ISR, simplificando simultáneamente todo el sistema tributario: eso es lo que han hecho la mayoría de las economías en desarrollo exitosas, pero también debe quedarnos claro que esa sola medida no solucionará nada, que se debe realizar una reforma que incluya muchos más ingredientes. Y eso se debe analizar en la convención. ¿Por qué? Por una sencilla razón, si la convención se limita a establecer cómo se distribuirá el pastel tributario actual, estaremos ante un nuevo fracaso, porque ese pastel es evidentemente insuficiente.
México no puede crecer ni invertir en forma seria en su desarrollo con una recaudación fiscal tan baja como proporción del PIB y basándose exclusivamente en un padrón de causantes cautivos que no llega ni a la mitad de la población económicamente activa, sobre el que se recarga toda la carga fiscal. Es un mecanismo pervertido que sólo puede generar aún mayor perversidad política. Si no aumenta la recaudación y no se socializa el esfuerzo fiscal no fructificará ninguna propuesta de redistribución de los recursos públicos entre la federación, los estados y los municipios. Ahí debe estar el secreto de la convención.
Los que no llegan a fin de mes
Esta semana en la encuesta de María de las Heras aparece un dato que para muchos pasó desapercibido pero que demuestra cuál es el grado de profundidad de la crisis económica que, quizás, no sufren nuestras variables macroeconómicas pero sí la mayoría de la población. En su encuesta semanal, telefónica, o sea dirigida a hogares que no están en la pobreza extrema (México tiene uno de los índices de teléfonos por habitantes más bajos de América Latina: no hay una cifra definitiva pero sólo cerca del 45 por ciento de los hogares son los que tienen teléfono y evidentemente ninguno de esos son hogares, familias que viven en la extrema pobreza) resultó que el 26 por ciento de los encuestados reconoció que no pudo, este enero, llegar a fin de mes. Ahí está el verdadero desafío de la economía: si un cuarto de los hogares con ingresos regulares no pueden llegar a fin de mes es que la crisis social es mucho más aguda de lo que creen algunos especialistas.