El descubrimiento de las narcofosas en Ciudad Juárez confirma el diagnóstico realizado por los especialistas de la ONU: se han roto los espacios institucionales. Las instituciones han sido corrompidas por el crimen organizado y, por ende la violencia y la falta de control se han convertido en la norma. En Juárez se secuestra, viola y mata mujeres, pero también desaparecen hombres y mujeres y, algunos, aparecen en unas narcofosas ubicadas en el patio de viviendas de los propios policías judiciales. Este caso demuestras cómo conciben cada uno de los grandes grupos de narcotráfico su accionar y cuáles son sus fortalezas y debilidades.
El descubrimiento de las narcofosas en Ciudad Juárez parece confirmar el diagnóstico realizado por un grupo de especialistas de la ONU al analizar qué sucede en esa ciudad fronteriza: simplemente se han roto los espacios institucionales. Las instituciones han sido penetradas, carcomidas, corrompidas, rebasadas por el crimen organizado y, por ende la violencia y la falta de control se han convertido en la norma. El tristemente célebre caso de las muertas de Juárez, es sí, una demostración de misoginia y el resultado de una terrible desatención de las autoridades respecto al tema, pero visto desde una perspectiva más amplia es, también, un capítulo más de un deterioro del tejido social que ya es inocultable: en Juárez se secuestra, viola y mata mujeres, pero también desaparecen hombres y mujeres sin dejar rastro y, algunos, aparecen, como ahora, en unas narcofosas ubicadas en el patio de viviendas de los propios policías judiciales.
El caso de las narcofosas está demostrando también, de acuerdo a sus diferentes mecanismos de operación, cómo conciben cada uno de los grandes grupos del narcotráfico su accionar y cuáles son sus fortalezas y debilidades. Es evidente que el cártel (holding aquí le hemos llamado por las características tan especiales de su conformación) de Juárez es por mucho el más poderoso del país: allí se coaligan desde Vicente Carrillo (el hermano de Amado) hasta el Mayo Zambada y el Chapo Guzmán, pasando por un hombre que parece tener mucho más que algunos hilos de control de estos grupos: Juan José Esparragoza, El Azul.
¿Qué es lo más notable de las narcofosas?. En primerísimo lugar demuestra el esquema de protección que tiene esta organización. ¿Por qué caen los Arellano Félix, los Osiel Cárdenas, son golpeados tan duramente los Valencia, pero el cártel de Juárez parece permanecer incólume?. Porque han logrado avanzar en forma notable en un esquema donde la protección se la brindan los propios cuerpos policiales que, a la vez y como se demostró en el caso de las narcofosas, actúan como sicarios en la zona de protección de los propios capos de la organización. El principal involucrado en el caso de las narcofosas es Miguel Angel Loya, un comandante de la policía judicial estatal con diez años de antigüedad como jefe de grupo. Los 17 integrantes de su grupo trabajaban, sin excepción para el narcotráfico y en particular para Humberto Portillo, apodado el Sadam, un oeprador ligado a Vicente Carrillo. Ellos investigaban los casos y ellos mismos les "daban solución". Las narcofosas servían, por una parte para deshacerse de enemigos y competencia, pero también para robarles cargamentos a otros grupos pequeños que pasaban por la zona. El mecanismo era simple: estos comandantes de la policía judicial estatal localizaban cargamentos (en general de operadores de Osiel Cárdenas que querían abrirse en un espacio en Coahuila y Chihuahua) , en muchas ocasiones señalados por los propios narcotraficantes a los que protegían, "detenían" a los responsables (en realidad los secuestraban, mataban y enterraban) y se quedaban con la droga que pasaba a manos de sus auténticos jefes.
El método era tremendamente eficaz porque la propia autoridad estaba involucrada en todo el proceso. Esa es otra de las diferencias entre los distintos grupos: mientras los Arellano Félix en Tijuana utilizan un esquema de protección similar en su zona de influencia pero sobre todo sicarios para operar fuera de la misma (o para los ajustes de cuentas que consideran más importantes en su propio territorio) y la gente de Osiel Cárdenas optó por convertir a un grupo de élite, los ahora conocidos como los Zetas en parte de su organización, desligándolos de las autoridades, los de Juárez trabajan en los distintos puntos de la república en los que operan, con las autoridades locales e imponen una suerte de supracontrol de sus territorios. Por eso parecen menos violentos (los Arellano y sobre todo la gente de Osiel Cárdenas hacen una exhibición de la violencia) e incluso más peligrosos, cuando en realidad ninguna de esas organizaciones puede compararse a la fortaleza conjunta de los diversos narcotraficantes que se aliaron en el grupo de Juárez. Las diferencias van incluso más allá: mientras para desaparecer a sus víctimas los de Juárez utilizaron la técnica de las narcofosas (se encontrarán más en los próximos días porque desde hace años se tenía información del método pero no se podía encontrar la hebra que permitiera jalar de toda la madeja), los Arellano trataban de hacer desaparecer sus víctimas con ácido y los de Cárdenas quemándolas. En todo sentido, los de Juárez eran, son, más eficientes. El grado de penetración de los grupos de Juárez en las policías no sólo se comprueba con historias como la de las narcofosas: según una estimación de las propias autoridades, el fallecido Amado Carrillo Fuentes tenía bajo sus órdenes al momento de morir unos mil 200 agentes entre judiciales federales y estatales. De ahí su grado de protección: cuando por los problemas internos del cártel y su sobre exposición pública se vulneró esa red protectora, fue cuando Amado Carrillo fue asesinado desde dentro del propio cártel.
Otro dato importante que se está desprendiendo de las investigaciones relacionadas con las narcofosas es la forma en que se está transportando la droga: una vez que es localizada en el país se transporta, en general, en automóviles. Todas las víctimas encontradas en las narcofosas, según sus familiares, se dedicaban a la compra-venta de automóviles usados (¿recuerda usted que los agentes de la antigua PJF y el capitán del ejército ligados al narcotráfico y asesinados en la carretera México-Toluca, acababan de comprar en 55 mil dólares el BMW blindado en el que viajaban cuando fueron interceptados?). Todo indica que, ante el enorme flujo vehicular en las fronteras, ése es el mecanismo más socorrido para el tráfico, sobre todo, de cocaína. Por eso también, muchos de los extraños casos que se están dando entre Monterrey y Reynosa podrían, directa o indirectamente tener relación con ello.
Con un agravante, si bien los grupos de Juárez no han recibido golpes muy duros, sus competidores sí: es el caso de los Zetas, que pudieron realizar operaciones tan espectaculares como la toma del penal de Apatzingan, pero que, al mismo tiempo, están dedicando cada vez mayores recursos y tiempos a secuestros y robos y concentrándose en el tráfico de marihuana (por eso la guerra con los Valencia en la zona de producción de Michoacán), porque por los golpes recibidos en torno a Osiel Cárdenas han perdido sus relaciones con los principales grupos colombianos que les preveían de cocaína. El tipo de crisis que viven estos grupos se escenificó con el aparente suicidio en Monterrey (que sigue siendo un lugar clave para estas organizaciones en términos de lavado de dinero, zona de paso y de residencia de muchos de los principales capos o sus familias) de uno de los jefes de los Zetas, apodado el Winnie Poo.
La situación, en términos de seguridad es, por lo tanto, paradójica: sí bien algunos cárteles han salido efectivamente afectados por los golpes recibidos en México (y también por una coordinación operativa que ha permitido reducir en 17 por ciento la superficie cultivada de coca en Colombia y ha aumentado en 200 por ciento las intercepciones de envíos marítimos de coca de ese país hacia Centroamérica y México) al mismo tiempo, se mantienen estructuras muy férreas, muy sólidas como la de Juárez y, los grupos golpeados han redoblado su violencia, primero entre ellos, para recuperar posiciones, pero también contra la sociedad en general para, simplemente, ganarse la vida. En otras palabras: probablemente la violencia derivada de todo esta guerra interminable entre los grupos del narcotráfico y entre éstos y las autoridades (muchas de las cuales, sobre todo locales, terminan siendo parte de los propios grupos delincuenciales, como hemos visto) aún dará mucho de qué hablar y generará más violencia y más víctimas. Pero los partidos, el congreso, muchas de las autoridades, siguen sin considerarlo un tema prioritario en la agenda nacional.