La sucesión adelantada provoca la percepción de una cierta fragilidad institucional, de un fin de época, de sexenio, que debilita al poder, pero también a los partidos y deja la agenda nacional demasiado pendiente de la declaración del día, más cercana al escándalo que a la política. El gobierno parece débil e incapacitado para sacar adelante sus proyectos y más grave aún, cada vez más instituciones están acusando esa debilidad. En los partidos, los golpes que reciben sus dirigentes y sus aspirantes suelen provenir mucho más de su entorno (?del fuego amigo?). La sucesión adelantada concentra más al gobierno en la lucha por el futuro que por ganar el presente.
La sucesión adelantada provoca muchas cosas, entre ellas genera, o provoca la percepción, de una cierta fragilidad institucional, de un fin de época, de sexenio, que debilita al poder, pero también a los partidos y deja la agenda nacional demasiado pendiente de la declaración del día, normalmente más cercana al escándalo que a la política.
Esto está afectando a todos: el gobierno parece débil, incapacitado para sacar adelante sus proyectos y más grave aún, cada vez más instituciones (algunas de las cuales habían superado casi todo en las últimas décadas) también están acusando esa debilidad. La sucesión adelantada está concentrando al gobierno más en la lucha por el futuro que por ganar el presente. En los partidos, los golpes que reciben sus dirigentes y sus aspirantes suelen provenir mucho más de su entorno (del "fuego amigo") que de sus adversarios, que aprovechan sus diferencias para ahondarlas y distraer a los medios de sus propios problemas (¿qué mejor muestra de ello que la insistencia de Roberto Madrazo en decir que la única candidata posible del PAN es Marta Sahagún de Fox?). Pero nadie gana en este tipo de debate y enfrentamiento.
En el PRD lo que está ocurriendo en torno a la búsqueda de la candidatura para el 2006 es una muestra de cómo ese tema contamina, incluso al que parece uno de los proyectos más consolidados de cara a ese proceso. La ruptura entre quienes impulsan la candidatura de Andrés Manuel López Obrador y los de la llamada megacorriente, son notables: la auditoria sobre los gastos de campaña de la pasada directiva partidista encabezada por Rosario Robles se han utilizado como un mecanismo para golpear no sólo a la ex presidenta del partido, sino también para tratar de desplazar a toda una corriente que, simplemente, no está de acuerdo con que haya sectores que se terminen apropiando, desde antes de que exista, de la candidatura presidencial y del propio López Obrador. Nadie sabe, porque la auditoria entre otras cosas no parece estar plenamente concluida, si Rosario cometió o no excesos en su gestión. Es posible que ello haya ocurrido pero resulta increíble la forma como trató su propio partido esa información, cómo no se le ha dado siquiera una copia de la auditoria a Robles y cómo la desacreditaron con un objetivo que parece estar más centrado en evitar que se presente como precandidata para el DF, como se ha manejado, que para dejar en claro qué sucedió en la campaña de julio pasado. Para muchos de lo que se trató fue de exhibir el caso Rosario para distraer la atención luego del llamado Nicogate. Si fuera así sería absurdo, sería una estrategia similar a la de dispararse un tiro en un pie: la gente no hará, a la hora de pensar en el PRD, demasiadas diferencias entre López Obrador y Rosario, siendo como son, dos de los políticos más populares del partido del sol azteca.
Al mismo tiempo, esa campaña, obviamente tiene como segundo objetivo a Cuauhtémoc Cárdenas y eso es otro grave error, incluso de quienes consideran que López Obrador será el candidato del PRD: ¿no apuestan a tener siquiera una segunda opción, una alternativa cuando aún falta tanto tiempo para el 2006?. Mal o bien Cárdenas sigue construyendo sus espacios: apenas esta semana fue elegido como uno de los vicepresidentes de la Internacional Socialista (y alcanzó esa posición con los votos del PRD, pero también del PRI).
En el PRI las cosas no están mejor. Los golpes internos son realmente duros y los enfrentamientos no dejan demasiado margen siquiera para la negociación. Si Roberto Madrazo logró desplazar el debate sobre la candidatura presidencial en la reunión del Consejo Político de hace unas semanas, ese conflicto se ha trasladado a los estados. En Oaxaca, el destape a la antigüita de Ulises Ruiz no sólo dividió aún más a los distintos sectores del priismo, sino que ha catalizado una alianza opositora que se formalizará hoy mismo en la mañana, y en la que participarán, pública u oficiosamente, numerosos priistas. En Veracruz el golpeteo interno ha llegado a límites extremos, tan altos que podrían poner en peligro la propia elección para el priismo: Miguel Angel Yunes acusa al gobernador Miguel Alemán de tener un gobierno basado en la corrupción; el gobernador amenaza a Yunes con sacar "sus trapos al sol"; Tomás Ruiz renunció a contender por una candidatura que ya tenía perdida y sin duda, esa posición será para Fidel Herrera, a quien, desde su propio partido acusan de relaciones oscuras con sectores incluso del crimen organizado. ¿Quién sabe quién tiene la razón?. Quizás todos, quizás ninguno, lo cierto es que lo único que puede otorgarle cierta confianza al priismo estatal de cara a la próxima elección es que en la oposición puedan dividirse los votos entre la alianza de PRD y Convergencia que encabezará Dante Delgado y el candidato panista, Gerardo Buganza. Si llegara a conformarse una alianza en Veracruz similar a la que se está planteando en Oaxaca. las cosas estarían en un nivel crítico (e incluso así la diferencia entre los candidatos es simplemente mínima).
En el panismo la división que se ha generado en torno al caso Marta Sahagún es tan notable como incomprensible. No porque los panistas tengan que estar entusiasmados con la posibilidad de que la esposa del presidente busque la candidatura sino porque se han entrampado en un debate público que en lugar de fortalecer alguna posición (cualquiera) los debilita a todos: desde la propia Marta hasta cualquier otro de los posibles precandidatos panistas, con la diferencia de que, por lo menos en esa lógica, Marta sigue apareciendo y consolidando su hipotética candidatura: los demás no aparecen o lo hacen debatiendo con la primera dama. Así no pueden ganar ni crecer. Ellos mismos están acotando sus oportunidades.
En realidad, esas duras luchas internas no han logrado canalizarse por los canales institucionales y eso es lo que genera mayores problemas: si el PAN, independientemente de sus distintas posturas internas respecto a la sucesión, no logra presentar un frente relativamente único, enmarcado en una disciplina básica, las posibilidades de encontrarse dentro de muy poco con una crisis de mayores dimensiones no es en absoluto utópica. Por cierto, ¿se realizó ya la reunión que mantendrían hace más de una semana atrás, los potenciales precandidatos panistas, incluyendo a Marta Sahagún, para establecer las reglas internas en estas etapas tan adelantadas de la competencia para el 2006?. Todo parece indicar que esa reunión no se realizó y si se efectuó no ha tenido los resultados que de ella se podrían haber esperado.
El homenaje a Colosio
Qué bueno que algunos de sus amigos se hayan reunido para recordar lo que hubiera sido el 54 cumpleaños de Luis Donaldo Colosio, iniciando así un merecido ciclo de homenajes de 45 días que concluirán el próximo 23 de marzo, cuando se cumplan diez años de su asesinato. Pero que nadie se equivoque: en el Polyforum no estaban todos los que fueron parte esencial del colosismo y sí estuvieron allí otros que ni remotamente estuvieron en el corazón afectivo o político del sonorense. Y es verdad, aún debemos preguntarnos qué pasó realmente aquella nefasta tarde en Lomas Taurinas, pero yo me pregunto cuántos de los que allí estuvieron siguen hoy la lógica política que Colosio pregonaba hace diez años, cuántos seguirán respaldando aquel discurso del seis de marzo en el Monumento a la Revolución. Porque tampoco en ese ámbito están todos los que son , ni son todos los que están.