El comunicado del lunes en la tarde emitido por la oficina de prensa de Marta Sahagún mediante el cual la esposa del presidente Fox renunció a la posibilidad de ser integrante del consejo nacional del PAN, argumentando que quiere dedicar todos sus esfuerzos al trabajo social y no invertirlo en tareas partidarias, fue leído, con toda razón, como una suerte de declinación de Marta Sahagún de Fox a esa precandidatura presidencial que apenas hace una semana había reconocido que estaba entre sus planes y perspectivas.
El comunicado del lunes en la tarde emitido por la oficina de prensa de Marta Sahagún mediante el cual la esposa del presidente Fox renunció a la posibilidad de ser integrante del consejo nacional del PAN, argumentando que quiere dedicar todos sus esfuerzos al trabajo social y no invertirlo en tareas partidarias, fue leído, con toda razón, como una suerte de declinación de Marta Sahagún de Fox a esa precandidatura presidencial que apenas hace una semana había reconocido que estaba entre sus planes y perspectivas.
Nadie podría saber si Marta realmente ha renunciado a esa posibilidad o si, simplemente, decidió abrir un compás de espera, para ver, después del "tiroteo" en su contra, diría el presidente Fox, cómo evolucionan las cosas. Pero sí es evidente que la decisión de no buscar una posición en el consejo nacional, a pesar de la desmentida de los principales dirigentes panistas, implica, mejor dicho confirma, el distanciamiento entre Marta Sahagún con el partido en el que ha militado 14 años. La pregunta es qué tanto ese distanciamiento está marcando también al propio presidente Fox, que defendió una y otra vez, incluso hasta insospechados límites políticos, las posibilidades de su esposa y sus ambiciones políticas. Parece ser evidente que los panistas estaban a disgusto con la sola posibilidad de que Marta Sahagún hablara de la eventualidad de ser candidata: casi no hubo dirigente del blanquiazul que no criticara públicamente esa posibilidad, pero más importante que eso es que también todo indica que el propio presidente Fox está a disgusto con la dirección de su partido. El comunicado de la oficina de Marta lo da a entender con bastante claridad cuando agradece "las muestras de apoyo" de muchos panistas: algunos podrán leerlo como un sarcasmo de la primera dama respecto a sus críticos internos, otros dirán, y no es descabellado en la visión de la pareja presidencial, que se está agradeciendo a los de abajo lo que no les otorgaron los de arriba.
En este contexto, la lucha que viene se planteará de aquí a fines de abril, cuando se reúna la asamblea nacional panista y se plantee, ya ahora casi sin lugar a dudas, la reconfiguración de la dirección nacional del partido. Ahí, en ese encuentro en la primera semana de mayo será donde se definirán las cosas en el PAN: no tanto por la casi anunciada salida de Luis Felipe Bravo Mena de la dirección del partido, sino para ver por quién podrá ser reemplazado, por ver cómo queda integrado finalmente el consejo nacional, cómo se reforman los estatutos internos y, sobre todo, por ver si sale adelante la propuesta para que el candidato presidencial del PAN no sea elegido, como hasta hoy, por sus dirigentes, sino por un proceso de voto abierto y universal. Después de esa reunión de mayo es cuando las cosas en el PAN comenzarán a quedar en claro y cuando se sabrá si esta retirada de Marta es momentánea o sólo constituye un paso atrás para preparar, en un mejor momento y con mejores condiciones, su regreso. Hoy, aún es muy temprano para tener una visión definitiva sobre el tema.
Lo que sí es cierto, es que tanto Marta como el propio presidente Fox se equivocaron en su estrategia sobre la hipotética precandidatura presidencial. Y el problema no fue, como se ha dicho, que la ex vocera presidencial aceptara sus aspiraciones, sino el mal manejo de los tiempos y de las agendas, que terminaron convirtiendo a la precandidatura y a Marta en el centro de la propia agenda presidencial.
Los tiempos podrían haber servido para que Marta colocara el tema en los medios, como lo hizo, pero los panistas (y la propia administración federal) en lugar de utilizar esos espacios para posicionar temas y otros precandidatos, se concentraron en un debate que sólo giró en torno a los pro y los contra de Marta Sahagún: tendrían que haber aprendido de los priistas del pasado (para bien o para mal) sobre cómo manejaban desde la presidencia a sus "tapados", utilizando los espacios que uno abría para jugar con otros (una tarea que también tendría que haber abonado el propio Fox, para abrir opciones, no para cerrarlas). Claro que se dirá que el juego del tapadismo ya se acabó, que el proceso del 94 terminó con el asesinato de un candidato presidencial y el del 2000 con una implícita ruptura interna del PRI y, finalmente, con una derrota electoral. Pero si se analiza con mayor profundidad las cosas, se verá que mucho del tapadismo sigue estando vigente, porque forma parte ya de nuestra cultura política. Sino preguntémonos porqué López Obrador pide que "lo den por muerto", porque la mayoría de los priistas (salvo precandidatos como Manuel Angel Núñez Soto que necesita destaparse ahora para posicionarse nacionalmente) prefieren dejar el tema para el 2005 o porque los panistas entendieron que la precandidatura de Marta era un destape que provenía directamente de Los Pinos y de su principal inquilino.
El problema para el PAN es que, ahora, aparentemente, se ha deshecho de Marta, pero no está nada claro por quién la podrá reemplazar, por lo menos en términos de reconocimiento público: por supuesto que ahí están las precandidaturas de Santiago Creel o de Felipe Calderón, las ambiciones de Carlos Medina Plascencia e incluso de un descolorido, políticamente, Francisco Barrio, pero el no haber utilizado este espacio para la construcción de varias precandidaturas terminará afectando también sus posibilidades futuras. Sobre todo porque lo ocurrido demuestra que aún queda mucho por hacer para restablecer la relación entre el presidente Fox y su partido, una relación que, insistimos, ha quedado deteriorado, por lo sucedido.
Pero la otra parte de la realidad tiene que ver, también, con los errores cometidos por el presidente Fox y Marta en este proceso. La señora Fox tiene el derecho político de tener su propia carrera, nos guste o no esa posibilidad, pero lo que no se puede hacer es entremezclar la agenda presidencial con la agenda de la precandidata Sahagún, aunque ésta sea la esposa del primer mandatario, porque entonces, esa precandidatura se convierte automáticamente en un asunto de Estado, con todas sus repercusiones, léase desde "tiroteo" en los medios hasta auditorias ordenadas por el Congreso. Se podrá decir que avanzar en una cosa es incompatible con la otra. Y no es verdad, sobre todo si se hace una auténtica operación política. Recordemos el caso Clinton: ¿cuándo contaminó, hasta convertirse en decisiva, la agenda del propio Clinton la candidatura al senado por Nueva York, de su esposa, Hillary?, candidatura que se anunció, además, cuando estaban aún resonando los ecos del escándalo Lewinsky y muchos interpretaban que esa postulación implicaba casi la ruptura de aquella pareja. Lo que sucedió es que la señora Clinton tenía, construyó, su propio equipo político, se desligó en buena medida de la Casa Blanca, manejó sus propios tiempos y su propia agenda y Clinton, salvo algunas acciones muy específicas, no se involucró, ni para bien ni para mal, en la campaña de su esposa: nunca vimos a Clinton, siendo aún presidente, defendiendo desde la Casa Blanca a Hillary o dejando que su agenda se contaminara con ese tema. Vamos, hasta el día de hoy es evidente que si bien los Clinton sigue manejándose como parte de un proyecto común, la agenda de la senadora no es la misma que la del ex presidente.
Es verdad que en el caso de los Clinton, todo era más sencillo porque Hillary no aspiraba a suceder a su esposo en la Casa Blanca sino ir a un escaño en el senado, pero los Fox hicieron exactamente lo contrario de los Clinton: las agendas de Marta y la de Los Pinos se confundieron hasta ser la misma, el presidente Fox asumió una y otra vez la defensa de su esposa ante lo que consideró ataques injustificados, Marta no tomó algunas decisiones que tendrían que haber sido claves para consolidarse, como el renunciar a la presidencia de Vamos México, o establecer un margen de autonomía (que incluye la política, pero también la logística) respecto a Los Pinos y la presidente Fox. El principal error no fue decir que sí tenía entre sus posibilidades la candidatura presidencial, sino no haber adoptado todas las medidas que una afirmación como ésa políticamente exige.
Por lo pronto, Marta ha quedado fuera de la carrera, ella también quiere que la den por muerta. Habrá que ver por cuánto tiempo se mantiene en esa condición.