Comenzó la purga del sol azteca
Columna JFM

Comenzó la purga del sol azteca

La historia de la izquierda en nuestro país y en muchos otros, está pletórica de ?limpiezas? políticas que terminaron en purgas partidarias destinadas a ejecutar, puntualmente, los ajustes de cuenta de la hora. No se busca la verdad ni la limpieza, sino eliminar adversarios internos con argumentos ideológicos. Aquella consigna de ?somos pocos pero sectarios? es inamovible. En el perredismo prefieren sacrificar sus posibles victorias políticas antes de resignar una buena pelea interna.

La historia de la izquierda en nuestro país y en muchos otros, está pletórica de "limpiezas" políticas que terminaron en purgas partidarias (por supuesto ello no es patrimonio exclusivo de la izquierda sino de todas las corrientes ideológicas, pero la izquierda se ha especializado particularmente en este ejercicio) destinadas a ejecutar, puntualmente, los ajustes de cuenta de la hora. No se busca la verdad ni la limpieza, sino eliminar adversarios internos con argumentos ideológicos. Aquella consigna de "somos pocos pero sectarios", es inamovible. O como afirma una querida amiga, la diferencia del PRD con partidos como el PRI, es que éstos primero ganan y después se pelean. En el perredismo prefieren sacrificar sus posibles victorias políticas antes de resignar una buena pelea interna.

Por eso lo que está sucediendo en el PRD no es sorprendente: Rosario Robles y Ramón Sosamontes, dos militantes que, por supuesto, han estado en muchas controversias a lo largo de su historia pero que han sido, de distinta forma, piezas angulares para la creación y el desarrollo del PRD, fueron prácticamente obligados a renunciar a su militancia (Rosario dice en su carta de renuncia que ello se debió a una "petición sincera" de su sucesor en la presidencia del partido, Leonel Godoy) antes de ser expulsados del partido, sancionados por las denuncias de sus adversarios, que son los personajes (Bejarano, Imaz) que, indudablemente, porque los vimos y los oímos, son los que están hasta el cuello metidos en actos de corrupción. Los denunciantes, que son los comprobadamente corruptos, por supuesto, no han recibido el mismo trato de su partido.

La respuesta no debemos buscarla ni en la lucha anticorrupción ni mucho menos en la legalidad interna del PRD, sino en la política y la lucha de poder: se está expulsando a los adversarios internos y protegiendo, en el trato y en las formas, a los amigos. No importa la verdad sino la causa. El intento no es por romper el círculo de corrupción sino para fortalecer el círculo de protección de ciertas posiciones de poder, en este caso y en primer lugar, del jefe de gobierno capitalino. La tesis no es rendir cuentas sino quedarse con menos pero más leales.

Rosario Robles sin duda ha cometido errores, pero esos mismos errores eran celebrados hasta la ignominia hasta hace apenas unos meses. ¿Acaso Carlos Imaz, ayer suspendido en sus derechos por el CEN del PRD pero, todavía al momento de escribir estas líneas delegado en Tlalpan y nunca condenado públicamente por López Obrador, se veía contrito o apenado mientras se embolsaba el dinero que le entregaba Carlos Ahumada y que aún hoy no ha explicado a dónde fue a parar? ¿se lo veía, mientras se reía y bromeaba con Ahumada, como un hombre obligado por Robles a buscar esos recursos?¿acaso Bejarano se veía forzado cuando se guardaba el dinero de Ahumada en sus bolsillos o cuando en otro video le decía que había hecho muchas cosas que no eran siquiera imaginables por López Obrador? En ese punto, como en la falta de pruebas en su contra respecto a que ella haya operado las obras de Quart, Rosario Robles tiene razón: a ella se la puede acusar de sus relaciones personales con Carlos Ahumada, y de haber mezclado la política con su vida personal, pero no se la ha visto embolsándose dinero de origen y destino oscuro. Tampoco jugando millones en Las Vegas. Pero mientras Imaz sigue despachando en Tlalpan y Bejarano se pasea cuando y como quiere por las oficinas de la procuraduría capitalina, la mano del partido se ha cargado en primer lugar contra Rosario y por extensión hacia un Ramón Sosamontes acusado, simplemente, de ser amigo de Ahumada, el mismo Sosamontes que ya había estado en dos ocasiones preso por su militancia en la izquierda, cuando López Obrador, todos tenemos un pasado, componía, y ese es un dato duro, el himno del PRI en Tabasco.

El caso Imaz tiene, además, otra vertiente que se debería analizar. El ex dirigente del CEU, desde sus tiempos universitarios había sido de los más cercanos al grupo de Rosario Robles, pero Imaz, en algún momento, después de la elección (¿o desde antes?) rompe con Rosario y se acerca a López Obrador, vía su esposa, Claudia Sheimbaum, secretaria del medio ambiente del gobierno capitalino. Por una de esas razones que no se pueden explicar, López Obrador designó a Claudia como la responsable de las obras del distribuidor vial y del segundo piso del Periférico, desplazando a su secretario de Obras, César Buenrostro, un hombre relacionado desde muchos años atrás al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, y con amplia experiencia en el sector, se dice que porque Buenrostro no era partidario de esos proyectos viales y prefería ampliar el metro. El anterior director del metro, Javier González Garza renunció hace apenas dos semanas por razones similares. Y según el prófugo ex secretario de finanzas, Gustavo Ponce Meléndez, hubo movimientos irregulares para financiar esas obras viales ordenados por el propio López Obrador.

La pregunta inevitable es si Imaz podía estar en esos tratos con Ahumada, recibir dinero de éste, según él ordenado por Rosario Robles, sin que su esposa, Claudia Sheimbaum, convertida en la responsable de la principal obra pública de López Obrador, estuviera enterada de lo que sucedía y, por extensión, si en su momento ninguno de los dos, en posiciones estratégicas como estaban (la delegación política más grande de la ciudad y la dirección del principal obra pública del sexenio, además de una importante posición en el gabinete), hablaron con el jefe de gobierno de lo que sucedía.

La salida que está encontrando el PRD para tratar de escapar de la crisis, sin comprender que cada día la está ahondando más, consiste en expulsar a las cabezas de una de las corrientes internas, mientras otras son protegidas. La pregunta es que harán, ahora, los miembros de la corriente Unyr que hace apenas un par de semanas, lanzaron Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles, Ramón Sosamontes, Graco Ramírez y Juan Guerra, entre otros. ¿Qué hará Cuauhtémoc, qué hará Lázaro Cárdenas, qué espacios le quedan a los miembros de Unyr en el PRD?

Cárdenas es, sin duda, uno de los personajes que más han crecido en esta crisis. No por otra cosa sino porque es el que se ha mantenido con los pies en el suelo, no ha tratado de desviar las cuestiones centrales en debate y las ha colocado en su justa dimensión. No pregonó el posible asesinato de Andrés Manuel, no está buscando complots internacionales que se sabe que para ese nivel de cosas no se dan, ha señalado cuál es el problema principal: el de la corrupción interna, y rechaza la estrategia de la movilización para defender los espacios o personajes relacionados con ésta. Sin alterarse, sin entrar en conflictos gratuitos con otros sectores del partido y sin apostar todo a una contraofensiva mediática que no tendrá resultados siquiera de mediano plazo.

Lo que hará Cárdenas en el futuro es clave para esta historia. Hablé con él, en la tercera emisión de Imagen Informativa, horas antes de que se confirmara la renuncia al partido de Rosario Robles y de Ramón Sosamontes, y Cárdenas decía entonces que una ruptura más amplia aún que la actual no se podía descartar, que en la actual situación que vive su partido, hoy, todo puede pasar. Lamentablemente es verdad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil