Al momento de escribir estas líneas no había aún resultados finales de las elecciones en España, pero la victoria del PSOE sobre el PP era indiscutible. ¿Por qué cambiaron las tendencias en apenas unas semanas? Porque Aznar y el gobierno español se empeñaron en mentir a los españoles sobre los autores de la matanza del 11 de marzo: mientras el oficialismo gritaba que el autor era la ETA, todos los indicios indicaban que en realidad era Al Qaeda. Al ser Al Qaeda la responsable se confirmaba la tesis de que el gobierno de Aznar pagaba los costos de su intervención a Irak. La mentira no paga y también nuestros políticos tendrían que asumirlo, pero mientras tanto la mentira confunde, ensucia, tergiversa, liquida las esperanzas, nos llena de desánimo.
Decían los ideólogos del nazismo que una mentira repetida miles de veces se convierte en una verdad. Es muy probable: ¿cuántas veces lo hemos podido comprobar? Pero en la sociedad de la información, de los medios convertidos en algo más que un poder destinado sólo a la comunicación, aquella cita de Goebels quizás no sea ya tan exacta.
Al momento de escribir estas líneas no había aún resultados finales de las elecciones en España pero la victoria del PSOE y de su candidato José Luis Rodríguez Zapatero, sobre el aspirante del Partido Popular, Mariano Rajoy era indiscutible, por un margen de más de cinco puntos. ¿Por qué cambiaron las tendencias en apenas unas semana? Porque Aznar y el gobierno español se empeñaron en mentirle a la sociedad española sobre los autores de la horrible matanza del jueves 11 de marzo: mientras el oficialismo gritaba a los cuatro vientos que los autores eran de la banda terrorista vasca ETA, todos los indicios y las investigaciones reales demostraban, desde ese mismo día, que los autores eran los integristas de Al Qaeda, los mismos que atacaron el 11 de septiembre del 2001, los torres del World Trade Center en Nueva York.
La diferencia, políticamente, no era menor: si ETA hubiera sido la responsable (y la organización separatista vasca, ha cometido atentados tan terribles que no era descabellado, aunque sí diferente respecto a su modo tradicional de operar, que hubiera podido cometer también éste) la posición gubernamental se hubiera fortalecido; por el contrario, al ser Al Qaeda la responsable de los atentados madrileños, ello no les quitaba ni un gramo de su locura e irracionalidad, pero confirmaba la tesis de que el gobierno de Aznar pagaba los costos de su intervención en Irak, que no tendría que haber participado militarmente con Estados Unidos y Gran Bretaña en esa guerra, enfrentando por ello, incluso, a sus tradicionales aliados europeos, como Francia y Alemania. La España de Aznar y la Italia de Berlusconi rompieron la tradición política europea (Gran Bretaña siempre ha privilegiado, en temas militares, la alianza atlántica con Estados Unidos) y lo ha pagado ya con un número alto de víctimas en Irak y ahora en España. Y eso debilitó la posición oficialista y los acercó a perder las elecciones generales.
Pero lo más grave, lo que catalizó la derrota fue la doble mentira: porque a la que llevó al gobierno español a atribuir el atentado a ETA (incluso, como lo consigna el defensor del lector ayer en El País, llamando Aznar a los directores de los principales periódicos para confirmarles esa información, de forma tal que fuera la portada de los periódicos al día siguiente del atentado) sabiendo que los indicios señalaban hacia Al Qaeda, movido por razones netamente electorales, se agrega la que difundieron el propio Aznar y Tony Blair, siguiendo al presidente estadounidense, George Bush, asegurando que Irak tenía armas de destrucción masiva que legitimaban la intervención en ese país (fuera de que la dictadura de Sadam Husein fuera indefendible en cualquiera de sus aspectos).
La sociedad española no soportó la doble mentira: hace una semana las encuestas seguían confirmando una estrecha victoria de Rajoy y el PP, pese a la oposición de la sociedad a la guerra, pero esa estrecha ventaja se destruyó con el atentado terrorista, pero más que con él, con la nueva mentira gubernamental sobre la autoría del mismo. La mentira, en los tiempos de la comunicación global, comienza a no pagar: y lo mismo que Aznar y Rajoy, podrían decirlo hoy Bush, debajo del demócrata John Kerry en las encuestas, o Tony Blair que ha visto cómo en semanas se derrumbaba lo construido en años en términos de aceptación y popularidad.
La mentira no paga, tendrían que asumirlo también nuestros políticos. Claro, que en el partido verde ecologista, Jorge Emilio González Martínez, podría decir que en su caso la máxima no se ha cumplido o que, quizás él, ratificado y alabado en su "honorabilidad" en la asamblea del PVEM, es la excepción que confirma la regla (aunque habrá que ver qué le depara el destino al Verde, a la hora de ir, sin el amparo del PRI, a las urnas). En el Distrito Federal, el jefe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador, repitió ayer en el mitin del Zócalo (donde a pesar de la movilización y el acarreo de todo el gobierno capitalino y del PRD asistieron menos de cien mil personas, llevadas en su mayoría, y no tan paradójicamente, por la corriente Izquierda Democrática que encabezan René Bejarano y su esposa, Dolores Padierna) lo mismo que dijo el jueves respecto al "complot" que le "organizaron" para mostrar los videos de corrupción de Gustavo Ponce Meléndez, Bejarano y Carlos Imaz. Aunque López Obrador ahora, que ya ha reconocido que sí sigue las encuestas cotidianamente y se mueve con base en ellas, ha tenido que aceptar que pudo haber cometido errores en la elección de alguno de sus colaboradores. Pero no fue más allá: ayer en el Zócalo, como en las dos semanas anteriores, no hemos escuchado críticas y condenas públicas, mucho menos explicaciones, sobre la actuación de Ponce Meléndez, Bejarano o Imaz u otros miembros de su equipo, directa o indirectamente involucrados en estos escándalos de corrupción. Tampoco escuchamos que se fuera a revisar y renovar su gabinete. Es verdad que hoy presentarán su renuncia los delegados de Tlalpan, Carlos Imaz, y de Gustavo A. Madero, Octavio Flores, entre otras razones porque su situación era ya insostenible, luego de que al primero se lo viera embolsándose el dinero de Carlos Ahumada y que el segundo aceptara que había recibido dinero y hecho favores a cambio de ello. Pero recordemos un dato: Imaz se había convertido en un soldado de López Obrador, pero había llegado a él, vía la traición a su grupo original, el de Rosario Robles, mientras que Flores era una posición del grupo del secretario de seguridad pública, Marcelo Ebrard. Con esos movimientos no salen perdiendo las dos principales corrientes que respaldan a López Obrador en el DF: ni la de René Bejarano ni la de René Arce (de la corriente de Jesús Ortega, Nueva Izquierda ). La mentira sobre lo que se sabía y lo que no, sobre el tipo de relación personal y de trabajo con sus principales colaboradores, el tratar de desviar la atención, le cuesta y le costará al jefe de gobierno (pese a la docilidad con que algunos han recibido sus argumentos) y a su partido, el PRD.
Otro al que la mentira le ha costado, aunque menos a que López Obrador, es al gobierno federal. Sigue sin ser clara cuál fue la función del delegado del Cisen en el DF, José Luis Valles, en todo este escándalo. Haya participado en la reunión con Ahumada o no, haya pagado o no la habitación donde el empresario rindió su declaración ante la PGR el 20 de febrero en el hotel Presidente, el hecho es que el gobierno no ha dado una explicación coherente sobre el tema y ello le está generando un costo: los actos de corrupción se ensombrecen mediáticamente por esa oscura participación gubernamental.
A su vez la mentira le ha costado todo a un hombre que parecía hacerlo compulsivamente: el empresario Carlos Ahumada. Sus mentiras van desde su papel de "empresario pluralista y progresista" hasta el propio origen de su fortuna, aún insuficientemente explicada y que podría ir mucho más allá, incluso, de las fronteras nacionales, de la simple relación con diferentes autoridades en obras públicas y hechos de corrupción. La mentira a Ahumada le está costando cada día más: en los hechos, la divulgación de los videos, que él mismo permitió, es una cegadora verdad que ha calcinado incluso a quien los distribuyó. Con ello Ahumada se está inmolando, sabiendo que, con él, se llevará a muchos más, incluso a quienes, por las razones que fuera, creyeron en él, incluyendo a Rosario Robles o al equipo que, con profesionalismo, creó y desarrollo su periódico, El Independiente.
La mentira no paga, pero mientras tanto confunde, ensucia, tergiversa, liquida las esperanzas, nos llena de desánimo. Por cierto, hoy comienza el nuevo periodo ordinario de sesiones en el Congreso de la Unión: ¿alguien se había enterado?¿a alguien en realidad le importa?