La caída de Estrada Cajigal
Columna JFM

La caída de Estrada Cajigal

Desde el inicio de su administración el gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, reveló una alarmante forma de entender y ejercer el poder que puede calificarse de irresponsable. El gobernador ignoró advertencias sobre su jefe de policía, José Agustín Montiel, ahora preso por protección al narcotráfico, sobre las relaciones de su familia política con el tráfico de drogas y el robo de vehículos, sobre lo que estaba ocurriendo en el aeropuerto de Cuernavaca. Ahora deberá pagar el precio y si el gobierno federal no quiere dar una imagen de indolencia y de falta de control, la caída del gobernador debe ser rápida e indolora porque Estrada se ha convertido en el principal factor de desestabilización de su propio estado.

Desde el inicio de su administración el gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cagigal, reveló una alarmante superficialidad y una forma de entender y ejercer el poder que, por lo menos, puede calificarse de irresponsable. Alguien hizo crecer los humos del gobernador y no sólo dedicó mucho de su tiempo a viajes turísticos, a su divorcio, a sus nuevas relaciones, a su boda, a la farándula de segundo nivel, sino que además, fue convencido de que todo eso podía ser menor porque el gobernador se había convertido, repentinamente, en un experto en temas de seguridad. Y a sus desplantes sobre el tema, recuperación armada de una cabecera municipal incluida, se sumaron, como advertimos hace meses, la convicción de que, en realidad, Cuernavaca era pequeña para sus aspiraciones que se localizaban, más bien por la capitalina avenida Bucareli, en el Palacio de Covián.

En esa lógica de que todo se puede, el gobernador Estrada Cagigal ignoró advertencias sobre su jefe de policía, José Agustín Montiel, ahora preso en La Palma por protección del narcotráfico (el ex procurador del estado asegura incluso que la propia PGR informó al gobierno estatal los antecedentes de Montiel antes de su designación relacionándolo con el narcotráfico y la violación de derechos humanos en diversos casos de tortura, una información que cualquier gobernador suele solicitar a las autoridades federales antes de una designación de esa naturaleza), sobre las relaciones de su familia política con el tráfico de drogas y el robo de vehículos, sobre lo que estaba ocurriendo en el aeropuerto de Cuernavaca. Ahora deberá pagar el precio y, antes de lo que él cree, si el gobierno federal no quiere dar una imagen de indolencia y falta de control, deberá operar para que la caída del gobernador morelense se rápida y lo más indolora posible porque Estrada se ha convertido en el principal factor de desestabilización de su propio estado.

El caso, con todas las diferencias que ello implica, termina siendo similar a lo sucedido hace casi una década con Jorge Carrillo Olea. Este, un político profesional, especializado en temas de seguridad, fue elegido gobernador de Morelos precisamente con esa oferta: llevar seguridad a un estado que comenzaba a percibir los efectos de una ola delictiva más aguda que nunca antes: Carrillo Olea y sus antiguas preseas de policía duro, romperían con la delincuencia. Lo que sucedió fue exactamente lo contrario: a los pocos meses de que Carrillo Olea tomó el poder, el narcotráfico no sólo comenzó a operar en el estado y particularmente en las ciudades de Cuernavaca y Cuautla, sino también los narcos se asentaron en la capital del estado. Amado Carrillo Fuentes, el señor de los cielos, y su segundo, Juan José Esparragoza, el Azul, se fueron a vivir a Cuernavaca, a unas cuadras de la casa de gobierno, con un despliegue de fuerzas para su protección que hacían inocultable su presencia. Las investigaciones oficiales demostraron que, para la protección de Carrillo Fuentes y Esparragoza se tenían contratados en la zona unos 200 guardias de seguridad, la mayoría de ellos de la propia policía estatal que colaboraba estrechamente con los narcotraficantes.

Pero allí comenzó a producirse un fenómeno que se ha repetido en muchos otros puntos del país: el asentamiento de importantes narcotraficantes, con sus excesivos equipos de seguridad, comenzó, por una parte, a disparar el consumo de drogas (porque buena parte de los pagos en ese medio se hacen con droga, misma que se queda normalmente en esas comunidades), con sus consecuencias directas en la seguridad pública, pero también comenzaron a dispararse los secuestros, sobre todo en su modalidad express, secuestros de unas horas o un par de días. La razón era sencilla: en sus "horas libres" esos sicarios y custodias de los grandes narcotraficantes, que tenían armas, infraestructura, recursos y protección policíaca, utilizan los mismos para realizar secuestros y ganar un dinero extra.

La situación se deterioró tanto en Morelos que obligó literalmente a la caída del gobernador Carrillo Olea que, en todo momento, aseguraba que tenía la situación bajo control. Finalmente fue la detención de unos jefes policiales que fueron descubiertos mientras arrojaban el cadáver de un detenido muerto en la tortura en los límites de Morelos con Guerrero, lo que catalizó su caída. El priismo no se pudo recuperar de esa derrota política y de imagen pública.

Estrada Cajigal ganó, trepado en la ola del foxismo, la elección del año 2000, con una sola carta para compensar su falta de experiencia política y administrativa: iba a ser honesto. Obviamente no fue suficiente, más aún cuando comenzó a comprobarse que las irregularidades del gobernador y de su entorno iban en aumento en forma geométrica desde el inicio mismo de su gobierno. Estrada Cajigal, cuyos principales asesores son sus hermanos, comenzó entonces a rodearse de supuestos expertos en seguridad que eran, son, personajes relacionados con el crimen organizado: fue convencido de la vieja y comprobadamente ineficaz tesis de que se necesitaban personajes que "conocieran" la delincuencia para frenarla. La mejor demostración de ello fue el nombramiento de José Agustín Montiel al frente de las fuerzas policiales del estado: sabiendo que el mayor problema de seguridad en el estado es la relación que se da con las redes del narcotráfico y los secuestradores que operan entre Morelos y Guerrero (incluyendo algunos grupos armados), no tuvo mejor idea que colocar en esa posición a un hombre que provenía de las fuerzas de seguridad de Guerrero y que estaba acusado de relaciones con esos dos tipos de actividades de la delincuencia organizada. En el que estaba señalado como uno de los principales centros de operación del narcotráfico en la entidad, el aeropuerto de la capital (un aeropuerto pequeño y mal equipado, ubicado a 30 kilómetros de la ciudad, alejado, con un solo vuelo comercial al día de una aerolínea que quebró pero que en muchas ocasiones se sospechó que pudiera tener relación con el narcotráfico y cuyos vuelos, casualmente se dirigían casi sin excepción a los principales centros de esa actividad en el norte del país), colocó a su ex suegro, un hombre sin experiencia alguna en el tema.

De esa forma, con el nombramiento de un jefe de policía cuyos antecedentes conocía perfectamente (porque fue informado de ello por la propia PGR y porque algunas de las acusaciones en su contra eran públicas), con designaciones de sus propios familiares en puestos claves en áreas permeadas por el crimen organizado, fuera de los numerosos escándalos relacionados con su vida privada (alguna vez interrogado sobre el tema, dijo que lo que hiciera de su bragueta "para adentro" era asunto suyo), Estrada Cajigal está sellando su suerte. Si el gobierno federal y el PAN (que tuvo, al igual que el dirigente perredista Graco Ramírez un importante papel en la caída de Carrillo Olea) quieren mantener su coherencia y mostrar integridad tendrán, necesariamente, que deshacerse de un gobernador como Estrada Cajigal y ahondar las investigaciones sobre lo que realmente ocurre en el estado.

Por cierto, el caso de Estrada Cajigal debería hacer encender las luces rojas en otro de su colegas, el gobernador de Yucatán, Patricio Patrón Laviada, igual de inexperto que el morelense, igual de irresponsable en el manejo de las instituciones, enfrascado en un enfrentamiento con el poder judicial estatal que lo terminarán condenando al ostracismo y la derrota política. Son las dos grandes decepciones estatales del PAN del año 2000, dos personajes que crecieron y ganaron con la ola del foxismo y que nunca estuvieron a la altura de sus oportunidades y responsabilidades. Lástima.

Un año de la caída de Bagdad ¿y ahora?

Se cumplió un año de la caída de Bagdad. Los resultados de la intervención ahí están: Sadam, cuyo régimen era efectivamente indefendible, cayó y está detenido. Ahora el peligro para occidente no es un dictador un poco o un mucho enloquecido, sino líderes fundamentalistas chiítas y sunnitas capaces de todo. Un mundo árabe cada vez más alejado de occidente; Medio oriente a punto de estallar; atentados terribles como el de Madrid. Y "explicaciones" como la ofrecida por Condolezza Rice al congreso estadounidense el jueves que confirman las serias limitaciones de la administración Bush para tratar con el monstruo que ha creado y que ahora no sabe como dominar.

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