Hasta hace unos pocos años no se podía comprobar la corrupción o el presunto delito cometido por un político. Los tiempos han cambiado y como ahora muchas cosas sí se pueden comprobar, los políticos han cambiado de estrategia y ahora se autoacusan de pendejos, de ignorantes, incluso se presentan como marionetas llevadas por fuerzas más poderosas imposibles de controlar. El lunes vimos una de las demostraciones de ese nuevo estilo: René Bejarano se declaró en conferencia de prensa pendejo. Otro que ha tomado la misma estrategia es el gobernador de Morelos que con cara compungida acepta que fue engañado por su jefe de seguridad. Sin políticos que asuman la responsabilidad que conlleva su cargo, sin que acepten que los errores de sus operadores son, también los suyos, el poder seguirá deteriorándose cada día más.
Hasta hace unos pocos años, cuando no se podía comprobar la corrupción o el presunto delito cometido por un político, se decía, se llegó a decir incluso en la tribuna de la cámara de diputados, que no se podían comprobar esos crímenes porque se los acusaba de transas o corruptos (o de lo que fuera) pero no de pendejos, infiriendo que las pruebas se ocultaban por el propio manejo del poder.
Los tiempos han cambiado con mucha rapidez y como ahora muchas cosas sí se pueden comprobar, los políticos han cambiado también de estrategia y ahora se autoacusan de pendejos, de ignorantes, de no saber que hacen ni ellos mismos ni sus equipos más cercanos ni sus subordinados directos, con tal de exculparse a sí mismos, llegando incluso al caso de presentarse como simples marionetas llevadas por los avatares, por las circunstancias, por fuerzas más poderosos imposibles de controlar.
Si durante años se creyó que desde el poder todo se podía, todo se controlaba, ahora la imagen que se quiere dar es de un poder light que apenas si puede controlar a los suyos. Y los políticos se exculpan pero no comprenden que con ello minan, simultáneamente, su propia capacidad de ejercer el poder y van deteriorando todo el andamiaje institucional. Pero no parece importarles demasiado: lo realmente importante no es eso sino seguir navegando en las aguas de la política.
El nuevo estilo comenzó a incubarse desde hace algunos años, un inicio quizás se dio cuando el presidente Zedillo argumentaba, sabiendo que Pablo Chapa Bezanilla era un fiscal corrupto y que estaba falseando las investigaciones de los casos Colosio y Ruiz Massieu, que éste había sido designado por el entonces procurador Antonio Lozano Gracia y que él, por eso, no podía quitarlo, hasta que finalmente, después del espectáculo de la Paca y demás brujerías de Chapa, decidió quitar a ambos, al fiscal y al procurador. Pero perdió en eso casi dos años que le hicieron un daño terrible al país y a su administración.
Pero el nuevo estilo se impuso definitivamente cuando en los primeros días de enero del año pasado, ante la toma de las instalaciones de canal 40 por televisión Azteca, el presidente Fox, que se había ido de vacaciones y no había adoptado medida alguna durante más de diez días para resolver ese asunto crítico entre dos medios de comunicación, interrogado sobre qué haría con ese conflicto se limitó a decir "¿y yo por qué?". Desde entonces el estilo ha tomado carta de naturalización, se ha refinado y se ha impuesto casi sin exclusiones.
El lunes en la tarde vimos una de las más patéticas demostraciones de ese nuevo estilo: René Bejarano se declaró en conferencia de prensa pendejo. Mostró un video que no muestra nada nuevo más que al mismo Bejarano embolsándose el dinero (y hasta las ligas) que le entregaba Carlos Ahumada y presentó una larga lista de nombres de personas que se habrían beneficiado de su "error", abusando, pobre Bejarano, de su ingenuidad y benevolencia, tanto que hasta resultaba un simple recadero de su enemiga histórica en el PRD, Rosario Robles. Bejarano se autoexculpó diciendo que Rosario lo había enviado a la oficina de Ahumada por el dinero y que él, simplemente, lo había transportado de allí, unas cuadras hasta el domicilio de Robles. Como las fechas no le cuadran, asegura que fueron modificadas sin poder comprobarlo. Se olvida de que existen otros videos donde el propio Bejarano está hablando con Ahumada de los favores que, a cambio de esos recursos, él mismo le hará al empresario ahora detenido en Cuba. Se olvida que el poderoso secretario particular de Andrés Manuel López Obrador, ni se hablaba con Rosario Robles y que él mismo había sido el que operó la divulgación de las principales acusaciones contra el propio gobierno de Rosario en la capital. Además, si Rosario era tan cercana a Ahumada, como ella misma dijo, qué sentido tenía pedirle a alguien que moviera esas cantidades. Bejarano, ingenuo él, fue tan engañado que nunca se le pasó por la cabeza que estaba haciendo algo ilegal e incluso reconoce que, de esos más de tres millones de pesos de los que se habla en los videos que le entregaron en distintos momentos, se quedó con algún dinerito para sus propias campañas, pero nada más. Eso sí, llega a su conferencia de prensa con copias de estados de cuenta de diversos personajes, todos del PRD más Bernardo Gómez, segundo de Emilio Azcárraga Jaen en Televisa, para tratar de explicar una enmarañada operación financiera de millones de pesos. El único problema es que los estados de cuenta que muestra son falsos. Pero él argumentará, pobre hombre, que otra vez lo engañaron. Se autodeclaró pendejo.
Su jefe político, Andrés Manuel López Obrador, que no quiso opinar sobre las "pruebas" presentadas por Bejarano (tanto que ni siquiera se molestó porque Bejarano se presentó en su conferencia de prensa con carteles que lo identificaban con "la ciudad de la esperanza" el mismo lema que, casualmente, utiliza el gobierno del DF: el que lo utilice un presunto criminal parece no haberle molestado al jefe de gobierno), dice que a él eso no le interesa, que lo que realmente le importa es el "complot" armado en su contra en el que participan desde el departamento del Tesoro (a veces dice que el de Justicia, otra veces la DEA o alguna otra agencia estadounidense, que al fin y al cabo es lo mismo, todas son gringas) hasta Carlos Salinas de Gortari, pasando por muchos otros personajes de la vida política nacional. Ahí se le presentó el problema de Bernardo Gómez, acusado por Bejarano y por el propio testigo de López Obrador, que no es otro que el chofer de Ahumada. López Obrador habla de un complot que no puede comprobar pero no le interesa en absoluto que su principal operador político estuviera recibiendo dinero que no se sabe para qué era (o que fuera tan ingenuo que cualquiera le daba órdenes y él, obediente, las aceptaba sin cuestionarlas) o que su principal operador financiero, Gustavo Ponce Meléndez fuera corrupto y se gastara el dinero de la corrupción en Las Vegas. Y un día la prueba del complot es que Ahumada viajó con Ponce a Las Vegas a filmar a Ponce jugando en el Bellagio y al siguiente, otra vez, esa filmación fue con mecanismos ultra sofisticados de organismos de inteligencia estadounidenses. Lo importante para el jefe de gobierno es quién grabó a Ponce, no la corrupción de su más cercano funcionario financiero, al que las autoridades capitalinas, además, dejaron escapar por lo menos por negligencia. Y es que quizás López Obrador y los demás funcionarios de su gobierno también se declaran pendejos, ¿cómo pueden ellos controlar lo que hacen sus principales secretarios, sus principales operadores, aunque ello incluya un viaje a Las Vegas de varios días cada mes durante más de dos años?
Otro que ha tomado la misma estrategia es Sergio Estrada Cajigal, secundado esta vez por las autoridades federales. El gobernador de Morelos con cara compungida acepta, luego de una semana de rechazarlo, que fue engañado por su principal hombre en la seguridad pública del estado, José Agustín Montiel. Pero también asegura que él no lo quitó cuando se dio cuenta del engaño porque se lo pidió la PGR, aunque hasta el sábado pasado, con Montiel ya preso en La Palma, el propio Estrada decía que no compartía las acusaciones contra su jefe de seguridad. Claro, quizás ahora dirá que había sobreactuado para darle mayor verosimilitud a su papel de pobre político ignorante de lo que pasaba en su más cercano entorno. La PGR engaña con la verdad al decir que no hay pruebas de que Estrada Cajigal estuviera, él mismo, relacionado con el narcotráfico, pero cómo explicar que desde su designación se hubiera informado a Estrada de los nexos del comandante Montiel con el narcotráfico, cómo explicar que se desoyeran las demandas presentadas desde el 2002 en su contra, lo publicado en los medios sobre el encargado de la seguridad pública en el estado, cómo explicar que el propio Estrada Cajigal haya presentado ante el presidente Fox a su jefe de policía como un ejemplo para el estado, cómo explicar el rechazo inicial de Estrada a las acusaciones sin acusarlo, por lo menos de negligente. Más grave aún, ¿cómo explicar que un gobernador no pueda saber qué está sucediendo en su estado con sus principales funcionarios a pesar de tantas advertencias?. Como con todos los demás, la única explicación es la propia ignorancia, la ingenuidad, la pendejez pues, en la que se escudan.
¿No extraña usted los políticos que se hacían responsables de sus actos, de sus nombramientos, aquellos que si era necesario aceptaban su responsabilidad aunque los errores los hubiera cometido un subordinado? Sin políticos que asuman la responsabilidad que conlleva su cargo, sin políticos que acepten que los errores de sus operadores son, también los suyos, el poder seguirá, como ahora, deteriorándose cada día más. Aunque ellos, los que alegan pendejez, salven de una u otra forma su cabeza y sus aspiraciones.