El jueves cuando en una conferencia de prensa el jefe de gobierno capitalino Andrés Manuel López Obrador mostraba los documentos confidenciales de la investigación que habían estado haciendo la secretaría de Hacienda y la PGR por presunto lavado en contra de Gustavo Ponce Meléndez, López Obrador sabía que le daba un nuevo giro a la teoría del complot en su contra, y también que estaba violando la ley y que ello tendría consecuencias, pero, además que de esa forma reventaba la investigación contra Ponce Meléndez, dándole un preocupante tono lúgubre al asegurar que estaba preocupado por la vida de su ex colaborador. Que nadie se engañe: El eje de todo este escándalo no es el complot y los videos, es qué sabe o sabía Ponce Meléndez.
El jueves cuando en una conferencia de prensa ofrecida un par de horas más tarde que lo acostumbrado, acompañado por todo su gabinete, el jefe de gobierno capitalino Andrés Manuel López Obrador mostraba los documentos confidenciales de la investigación que habían estado haciendo la secretaría de Hacienda y la PGR por presunto lavado de dinero en contra de quien, hasta el dos de marzo pasado, fue su secretario de finanzas, Gustavo Ponce Meléndez, López Obrador sabía, obviamente, que le daba un nuevo giro a la teoría del complot en su contra, y también que estaba violando la ley y que ello tendría consecuencias, pero, además que de esa forma reventaba la investigación contra Ponce Meléndez, dándole, además, un preocupante tono lúgubre al asegurar que estaba preocupado por la vida de su ex colaborador.
Creo que López Obrador cometió un grave error legal al divulgar un documento que había obtenido por vías judiciales, que le fue entregado a la procuraduría capitalina por la general de la república para ayudarla a sustentar la investigación que la primera lleva contra Ponce Meléndez y evidentemente estaba violando la ley. Pero la intención era provocar, generar una reacción que distrajera al respetable de la trama principal de esta historia, que no es otra que la investigación sobre las finanzas del DF y los actos de corrupción del secretario de finanzas capitalinos. En buena medida, López Obrador consiguió su objetivo: cuando pidió una entrevista con el presidente Fox para entregarle "las pruebas" del complot, el gobierno federal hizo bien en decirle al jefe de gobierno que la presidencia de la república no es ministerio público y que por ello el presidente no recibiría esa documentación. Pero, quizás políticamente hubiera sido mucho más efectivo recibir al jefe de gobierno y no aceptar esa documentación y en el propio encuentro enviarlo con el ministerio público a que presentara allí las supuestas pruebas. El no recibirlo al mismo tiempo que se iniciaba dos averiguaciones previas en la PGR, por divulgación de esa información, una contra López Obrador, la otra contra el procurador Bernardo Bátiz , le permitía un cierto margen de maniobra mediática a López Obrador y colocarse en el ámbito que él deseaba: la lucha política abierta con el presidente Fox. Un escenario por él deseable pero cuyas consecuencias pueden ser impredecibles.
Pero el punto no es ése y quizás en la generación de esa profunda confusión es donde ha tratado de ganar el jefe de gobierno: podemos discutir si hubo o no un complot en su contra; si el gobierno federal estaba investigando a Ponce Meléndez porque ya sabía que tendría el famoso video de éste en Las Vegas o no; incluso si López Obrador cometió un delito o no al divulgar la investigación hasta ese momento confidencial en contra de su secretario de finanzas, pero lo verdaderamente importante no es nada de eso. El centro del debate y de las investigaciones está en otro lado: las actividades ilícitas de Ponce Meléndez, sus malos manejos de las finanzas de la capital del país, su relación con el propio gobierno capitalino y el porqué esos malos manejos financieros tan evidentes, incluyendo sus largos viajes a Las Vegas no fueron descubiertos por los organismos de control del propio gobierno capitalino. Todo lo que gira en torno a Ponce Meléndez es, incluso, mucho más importante en términos políticos y de investigación penal que lo sucedido con Bejarano, Imaz y los videos de Carlos Ahumada. Tanta es la diferencia entre uno y otro caso que muchos podrán pensar que el affaire Bejarano-Ahumada puede servir, incluso, como un elemento distractor del eje de todo este escándalo.
No es el caso Bejarano el que más le preocupa a López Obrador: Bejarano era su principal operador político, dirigía la asamblea legislativa y la mayoría de los sectores clientelares de la capital, hacia cosas (como dijo el propio Bejarano en el video con Ahumada) que López Obrador ni siquiera quiere saber para no verse involucrado, era y sigue siendo en parte, una pieza clave del lopezobradorismo en la capital, pero en última instancia no existe ninguna prueba clara que involucre directamente en los actos de corrupción de Bejarano a López Obrador. En el caso Ponce Meléndez la responsabilidad del jefe de gobierno puede ser mucho mayor, con repercusiones más serias.
Por eso las graves contradicciones del jefe de gobierno sobre el tema. Recordemos sus dichos: cuando llegó a la conferencia de prensa matutina del dos de marzo, López Obrador llegó defendiendo a su secretario de finanzas, que la noche anterior había sido exhibido en un video, en el noticiero de López Dóriga, jugando en el hotel Bellagio de Las Vegas. Ahí mismo se habían ofrecido datos como las propinas de miles de dólares que daba Ponce Meléndez, y su historial de viajes, 17 en 24 meses, a la ciudad del juego en Nevada. López Obrador esa mañana del dos de marzo pidió a los reporteros, literalmente, que no "lincharan" a Ponce, les ofreció una conferencia de prensa con éste a las diez de la mañana y le pidió a Televisa que le abriera en la noche un espacio en su noticiero para que Ponce diera su versión de los hechos. Más importante aún: dijo que cuando se estaba transmitiendo el video, se comunicó con Ponce Meléndez y que éste le aseguró que no había nada ilícito en lo que había hecho. El primero, a la misma hora que López Obrador hablaba con Ponce Meléndez, el procurador Bátiz entraba al aire en el noticiero de Televisa y aseguraba que contra Ponce no había ninguna investigación: Bátiz se refirió al supuesto fraude por 31 millones de pesos en la delegación Gustavo A. Madero pero dijo esa noche que Ponce Meléndez estaba involucrado en él sólo como "testigo". La mañana del dos de marzo, como en la canción de Sabina, nos dieron las diez, las once, la una y Ponce Meléndez no apareció para la anunciada conferencia de prensa. No hubo explicación oficial del gobierno capitalino sobre lo sucedido, hasta que se dijo que el secretario de finanzas estaba desaparecido, que se había fugado. Un día después apareció el mucho más espectacular video de Bejarano embolsándose el dinero que le entregaba Ahumada y la atención de los medios y del gobierno del DF se concentró en ese caso.
Pero el propio jefe de gobierno tenía que dar alguna explicación sobre Ponce Meléndez. En aquella declaración del jueves siguiente a los videoescándalos, López Obrador cambió toda la versión sobre Ponce Meléndez: se olvidó de la conferencia de prensa ofrecida en la mañana del día dos y de su solicitud de que no se linchara a su secretario de finanzas, para que diera su versión de los hechos. Aquel jueves, López Obrador admitió que había hablado con Ponce Meléndez, pero dijo que le exigió una explicación sobre lo sucedido y que, inmediatamente después de la llamada, habló con el procurador Bátiz para "ordenarle" que detuviera a Ponce Meléndez (algo para lo que, obviamente, el jefe de gobierno no tiene atribuciones, pero en el contexto de estos hechos eso es quizás lo menos importante). Lo cierto es, dijo López Obrador aquel día, que cuando Bátiz y sus hombres llegaron a la casa de Ponce Meléndez éste ya se había fugado. Todo eso en la noche del día primero de marzo.
En una de las dos versiones, y todo indica que es en la segunda, López Obrador está mintiendo: si "ordenó" el lunes primero en la noche la detención de Ponce y esa misma noche la procuraduría descubrió que éste ya se había fugado ¿cómo puede ser que el día dos en la mañana estuviera ofreciendo una conferencia de prensa con Ponce Meléndez?¿si pensaba o ya sabía que éste había cometido un delito, porque no lo dijo Bátiz en su entrevista con López Dóriga y porqué el jefe de gobierno pedía el día dos, cuando ya sabía de la fuga, a los medios que no "lincharan" a su colaborador y escucharan su versión?. Todo indica, entonces, que la noche del primero, como dijo originalmente, López Obrador habló con Ponce y lo tenían perfectamente ubicado, tanto como para prometer una conferencia de prensa con él al día siguiente. Lo contrario sería ilógico: ¿cómo iba a ofrecer una conferencia de prensa con alguien que sabía que ya se había fugado?. La pregunta entonces es porqué dejaron escapar a Ponce Meléndez: si se trató simplemente de irresponsabilidad e ineficiencia o por simple complicidad. ¿Cuánto sabe Ponce Meléndez, como le habría dicho en una presunta llamada al sábado siguiente de su fuga a Alejandro Encinas, sobre los movimientos financieros del gobierno capitalino? Una pregunta que adopta tintes mucho más sombríos cuando, sin que viniera al caso, la semana pasada López Obrador expresó públicamente su preocupación sobre la seguridad y la vida de Ponce Meléndez. Que nadie se engañe: el eje de todo este escándalo no es el complot y los videos, es qué sabe o sabía Ponce Meléndez.