Mientras Andrés Manuel López Obrador decide comenzar a jugarse el todo por el todo con un enfrentamiento directo en el gobierno, el PRI rompió el diálogo con el gobierno por la torpeza de un diputado panista; luego, Roberto Madrazo insiste en que el PAN le quite las trabas a Marta Sahagún para ser candidata y se propone como mediador del PRD y el gobierno. Mientras todo eso ocurre, el presidente Fox dice que está realizando una labor de gobierno que considera muy satisfactoria. En realidad, las cosas están en un punto demasiado complicado, entre otras razones porque la sucesión adelantada para el 2006 ha llevado a todos los partidos a la parálisis y a una guerra en la que no se vislumbra un final feliz.
Mientras Andrés Manuel López Obrador decide comenzar a jugarse el todo por el todo (su acusación y los agravios contra el procurador Rafael Macedo de la Concha y el subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos buscan adelantarse, descalificar una investigación que inevitablemente, como lo han dicho prácticamente todos los juristas reconocidos, lo responsabilizará de haber divulgado documentos confidenciales de una investigación penal, al mismo tiempo que busca exorcizar el que sin duda es su mayor "bestia negra": la toma de los pozos petroleros en Tabasco, que ahora asegura que realizó "para evitar la privatización del petróleo", cuando todos recordamos que fueron por conflictos poselectorales en ese estado) con un enfrentamiento directo con el gobierno.
Mientras el PRI comienza a mostrarse en este juego de una manera bastante torpe: primero "rompiendo" el diálogo con el gobierno por la propia torpeza de un diputado panista; luego insistiendo su líder, Roberto Madrazo de que el PAN le quite las trabas a Marta Sahagún para ser candidata (¿qué le importa a Madrazo si el PAN le pone o no trabas a Marta para ser candidata?¿qué reacción tendrían el líder del PRI si el presidente Fox "le pide" al PRI que libere las posibilidades de los otros precandidatos para competirle por el 2006 a Madrazo?; tercero, porque se propone como mediador entre el PRD y el gobierno, lo que nadie le ha pedido ni le aceptarán. Mientras las oposiciones hacen el ridículo, al recurrir a una chicana política para prohibirle al presidente Fox aceptar una medalla que le entregó la FAO.
Mientras todo eso ocurre, el propio presidente Fox le dice a El País que está realizando una labor de gobierno que considera muy satisfactoria, como si todo fuera bien o se considerara parte de la tan cacareada "normalidad democrática".
En realidad, las cosas están en un punto demasiado complicado, entre otras razones porque la sucesión adelantada para el 2006 ha llevado a todos los partidos a la parálisis y a una guerra en la que no se vislumbra un final feliz. No lo puede haber: el enfrentamiento entre el gobierno federal y el del DF, entre Fox y López Obrador, no terminará con un triunfador: algunos ganarán algunas batallas, otros conservarán algunas medallas, pero el deterioro en la credibilidad de todos los políticos, incluyendo por supuesto al propio López Obrador y sus ambiciones legítimas para el 2006, se están derruyendo cotidianamente. ¿Qué puede suceder?: la PGR puede avanzar en sus investigaciones sobre la filtración del documento del departamento del Tesoro estadounidense y puede terminar pidiendo un juicio de procedencia contra López Obrador; éste, como dijimos, se ha adelantado a esa posibilidad buscando deslegitimar a la PGR y colocándose en el papel de víctima; sabe que en ese camino le desempolvarán los expedientes de las tomas de pozos en 95,96, 97 y Andrés Manuel sabe también que esos son capítulos de su vida política que no quiere recordar porque, como ocurrió entonces, lo alejan de las clases medias; para contrarrestar estos procesos, la procuraduría capitalina optará, en realidad ya ha optado, por una doble vía: aligerar las acusaciones contra los presuntos aliados de López Obrador (la acusación contra Imaz fue la más leve posible, contra Bejarano se quedará durmiendo el sueño de los justos en la cámara de diputados, de la investigación contra Ponce Meléndez nada se sabe), mientras se apuesta todo a concentrar la investigación en Carlos Ahumada, en Enrique Arciprestre y cualquiera que pueda servir para fortalecer la hipótesis del complot. Pero ello no está exento de problemas: apenas el viernes un juez le negó a la procuraduría capitalina la segunda orden de aprehensión contra Carlos Ahumada, la que lo acusaba de utilizar recursos de procedencia ilícita y cohecho, la más grave de las que podía presentar la procuraduría capitalina contra el empresario. Andrés Manuel insulta al procurador Macedo y el presidente Fox lo responsabiliza directamente de haber provocado un conflicto diplomático con Estados Unidos. Washington, el departamento del Tesoro, da a entender que, efectivamente, a quien hace responsable es a López Obrador (si la ruptura de la colaboración se hubiera producido después de la divulgación del video de Ponce Meléndez en Las Vegas se hubiera comprendido que era una reacción de EU a esa filtración, no fue así, reaccionaron a la divulgación del jefe de gobierno más de un mes después de la primera). Pero como López Obrador también juega sus cartas internacionales, ahí tiene a Castro dispuesto a llevar a cabo su propia y personal investigación sobre todos estos casos, esperando sacar tajada, obviamente, de la confusión y del hecho de haber quedado en medio de varios capítulos claves de toda esta trama. Viene, por lo tanto, un enfrentamiento indirecto, pero no menos grave entre Estados Unidos y Cuba, alentado por la proclividad del gobierno federal y el capitalino a involucrar a otros gobiernos en asuntos de interés nacional. Y luego todos hablan de nacionalismo.
El camino es de inevitable confrontación y por eso, el PRI que había mantenido bajo perfil no pudo sustraerse a la tentación de entrarle él también al conflicto. La divulgación de la lista de los diputados que presuntamente se excedieron en sus gastos de campaña fue una suerte de agresión gratuita para caldear aún más los ánimos en una cámara de diputados cuya parálisis sólo se equipara al grado de crispación que priva en ella. Pero la confrontación priista se adelanta también a otros acontecimientos: primero, como respuesta a la multa que recibió del IFE; segundo, porque las cosas en el ámbito electoral estatal se están complicando para el priismo en varios de los estados que tendrán comicios este año y que hasta hace un par de meses consideraba como seguros: rupturas internas en Veracruz, Tamaulipas y Oaxaca, la próxima divulgación de la investigación de la PGR respecto al supuesto atentado de Murat; la confrontación cada día más abierta entre el líder del senado Enrique Jackson y los gobernadores que quieren ser precandidatos presidenciales con el líder del partido, Roberto Madrazo; el propio enfrentamiento interno en la cámara ya no sólo entre elbistas y madracistas, sino entre Emilio Chuayffet y Manlio Fabio Beltrones; el surguimiento del grupo Enlace que le generará muchos dolores de cabeza a la actual dirigencia. En el PRI van también camino a una inevitable confrontación interna. Y para disimularla quieren, también, provocar una fuga hacia delante, y todos sabemos que para ello no hay nada mejor que encontrar un enemigo externo.
Finalmente, el propio PAN se encuentra inmerso en esa misma lógica de confrontación: con sus adversarios externos, pero también internamente, porque saben que ellos también tienen que comenzar a resolver su sucesión y no saben a qué método recurrir, sobre todo cuando el presidente Fox ya ha dicho (y en este caso probablemente habría que creerle) que no intervendrá directamente en el proceso. Lo sucedido el fin de semana en la reunión del Consejo Nacional del partido blanquiazul confirma que la situación interna es extremadamente delicada: los consejeros no pudieron ponerse de acuerdo para llevar una propuesta de método para la elección de su candidato presidencial a la asamblea del partido que se reunirá el próximo fin de semana en Querétaro. Tampoco en sacar adelante el primer programa de acción político que elaboró el PAN en un cuarto de siglo. Es evidente que la confrontación panista se da entre sus dos principales precandidatos: el secretario de Gobernación, Santiago Creel, y su homólogo de Energía, Felipe Calderón.
Hasta hace unas semanas, precisamente antes de que estallaran los videoescándalos, Felipe prácticamente se había autodescartado para esa competencia, pero en el ambiente de confrontación que se vive y que crece, sus opciones vuelven a surgir porque puede considerar que muchos panistas, si ven un endurecimiento en la actitud y el discurso del PRI y el PRD, preferirán a uno de los suyos claramente doctrinario y con un discurso más duro, que a un panista con una lógica política más abierta, como Santiago Creel, que además es el encargado de la gobernabilidad del país. Por supuesto que el secretario de Gobernación es más conocido y tine hoy mucho más apoyo fuera del partido, pero dicen los calderonistas que ya en campaña el hacer conocer el candidato no será problema y hasta puede ser un beneficio ante el desprestigio en que recíprocamente se hunden otros actores.
Puede ser y, además, todo este cuadro no deja de tener una estricta lógica política. La pregunta que nos debemos hacer es si el país y la sociedad, la gente, aguantarán hasta que en el 2006, esta ola de confrontaciones se dirima, si es que finalmente lo hace, en la justa electoral de julio de ese año.