Distraídos con Fidel, mientras el país cruje
Columna JFM

Distraídos con Fidel, mientras el país cruje

Mientras los políticos, la administración federal y la local se enfrascaban en una lucha absurda, por la dimensión que le otorgaron a un episodio de corrupción, inició, transcurrió y terminó uno de los periodos ordinarios de sesiones en el congreso de la unión más ?ordinarios? de la historia reciente, la situación del país se deterioró en forma importante en ámbitos que se creía, erróneamente, que estaban ?blindados?. Nuestra clase política está por encima de esas pequeñeces: lo importante es Fidel, o Carlos Ahumada, o el complot, o las pruebas de la conspiración cubana, no abordan ninguno de los verdaderos temas centrales de nuestro presente y futuro como país.

Quien haya seguido este espacio con cierta frecuencia puede estar seguro que no tenemos simpatía por el régimen de Fidel Castro, convertido desde hace muchos años en su propia caricatura. Que tampoco es creíble su versión sobre lo ocurrido con Carlos Ahumada en la isla (hubo una pregunta que nadie le hizo al canciller Pérez Roque: ¿cuáles eran los vínculos del propio gobierno cubano con Ahumada para que éste buscara refugio en la isla y porqué estando localizado, los cubanos demoraron un mes en detenerlo?); que la versión lopezobradorista del complot es lo que parece ser, una compleja cortina de humo para tapar el problema principal que ha sufrido el gobierno capitalino: la evidenciada corrupción del principal operador político y del principal operador financiero del jefe de Gobierno, lo más importante y de lo único que no habla López Obrador, tan preocupado por el complot; que la evidencia del gobierno federal respecto al famoso contra complot que llevó casi a una ruptura de relaciones con Cuba, aparentemente se basó en el enojo presidencial por lo dicho por Castro el primero de mayo, lo que otras naciones simplemente ignoraron, como ignoran cotidianamente a un Castro que ya los hartó. La lista podría continuar con todas las mentiras y desaciertos de nuestra clase política que quedaron en franca exhibición pública y un poco como fin de obra, con la comparencia de Santiago Creel y Luis Ernesto Derbez en la comisión permanente y las lamentables, tristes por vacías (y preocupantes porque estamos en manos de esa clase política) de todos los que allí participaron.

Pero ¿qué ha pasado en estos setenta días desde que comenzaron los videos escándalos y en los cuales el gobierno federal, el gobierno capitalino y los partidos, todos, se ha dedicado casi en exclusiva a golpearse, buscar o esconder complots, ocultar actos de corrupción o inventar responsables políticos ajenos de males propios?. Mientras los políticos, la administración federal y la local se enfrascaban en una lucha absurda, por la dimensión que le otorgaron a un episodio de corrupción, inició, transcurrió y terminó uno de los periodos ordinarios de sesiones en el congreso de la unión más "ordinarios" de la historia reciente. No pasó nada, no hubo nada destacable en un congreso que parece que ya se resignó a ser el sector público más desprestigiado del poco prestigiado escenario político y social del país. A ellos no les importa: seguirán cobrando dietas hasta el 2006, el que llegue entonces a ver cómo se las arregla.

Pero, mientras tanto, la situación del país se deterioró en forma importante en ámbitos que se creía, erróneamente, que estaban "blindados" a la ineficiencia de nuestros políticos: el peso se devaluó en dos meses prácticamente un 5 por ciento frente al dólar. Apenas en la última semana, mientras todo el gobierno federal estaba metido de cabeza en el tema Cuba (que como decía algún clásico ni nos perjudica ni nos beneficia sino todo lo contrario), el peso perdió aproximadamente el 1.35 por ciento de su valor. Una tendencia que puede ser aún mayor porque viene una situación internacional difícil: el déficit en Estados Unidos sigue creciente a pasos agigantados, probablemente cerrarán el año fiscal en septiembre con un déficit no de 500 mil millones de dólares como la administración Bush pensaba sino de 600 mil millones y los gastos de la guerra en Irak siguen incrementándose geométricamente, y al tiempo que Irak se estanca, los precios del petróleo siguen aumentando, propiciando que la economía mundial tarde cada vez más en recuperar una verdadera senda de crecimiento.

Pero para paliar ese déficit brutal, Estados Unidos tendrá que aumentar sus tasas de interés, eso prácticamente inevitable: es la única forma de atraer un poco más de capitales. Ello detendrá la recuperación económica, y nos obligará, como país, primero a acelerar el deslizamiento del peso respecto al dólar y por otra, para retener capitales, a incrementar nuestra tasas de interés domésticas, con lo cual también nosotros estaremos más alejados del periodo de crecimiento que no llega, ni ha llegado desde que asumió la administración Fox.

Se dirá que el alto precio del petróleo nos beneficia: sólo en parte. Sí le permite a las finanzas públicas recaudar más, pero también el costo de los petroquímicos (que seguimos importando porque en nuestro país, que tendría todas las condiciones para realizar una producción a gran escala de derivados del petróleo, no queremos hacer reforma alguna al respecto, no vaya a ser que perdamos dramáticamente nuestra soberanía) aumenta y los costos para las empresas se disparan, en un contexto internacional de menor crecimiento económico. Es verdad, las remesas siguen llegando y el turismo puede mejorar con la caída del peso, pero la dependencia de las primeras es mucho mayor a lo deseable, y el segundo, sin una fuerte inversión en publicidad e infraestructura terminará estando constreñido a sus límites actuales.

Para colmo, tenemos enormes reservas de gas, el único problema es que como tampoco se han realizado reformas y adoptado políticas concretas en este aspecto, lo seguimos importando, cuando podríamos ser grandes exportadores. Y hoy el gas en México, cada día más importante como energético, es uno de los más caros del mundo. Lo que ganamos con el precio del petróleo alto lo perdemos pagando hidrocarburos, petroquímicos y gas, los primeros producidos en el extranjero a partir de nuestro propio petróleo, el segundo extraído de nuestras propias cuencas que, sin inversiones no podemos explotar ni preservar.

En ese contexto, las inversiones reales se han reducido, y son muchos los empresarios que no están dispuestos a apostar por un sistema político que se mueve entre lo ridículo y la ineficiencia. Tampoco parece moverlos ya la expectativa de que algo pueda cambiar de cara al 2006: no pueden confiar en una restauración priista, ni en una vuelta de tuerca panista que no perciben ni en un futuro perredista que se parece cada vez más a la restauración priista. Con tasas más altas en Estados Unidos o con una Europa mucho más sólida con los 10 nuevos miembros de la comunidad, más que invertir en el país la tendencia será a invertir en dólares o euros mientras aquí esperamos a subirnos a algo parecido a la modernidad, y lo que obtenemos es la reaparición de enfermedades que se creía erradicadas desde hace dos décadas como el sarampión o nos deslumbramos por la construcción de un distribuidor vial como los que se hacen, varios cada año, en cualquier ciudad con un cierto nivel de desarrollo.

Mientras tanto, China e India crecen, arrastrando sus enormes carencias y sus millones de pobres, a tasas increíbles, quedándose paulatinamente con nuestros mercados y países como Irlanda, como Portugal, como la república Checa, Hungría o Eslovaquia han hecho en apenas una década una serie de reformas de fondo y adoptado políticas públicas que les han permitido dar un salto en su desarrollo. Pero aquí, nuestra clase política está por encima de esas pequeñeces: lo importante es Fidel, o Carlos Ahumada, o el complot, o las pruebas de la conspiración cubana. Es absurdo y triste el bajísimo nivel de nuestra clase política y de nuestros dirigentes: enfrascados en un debate pueblerino y soez, en la búsqueda desesperada del escándalo como única forma de atraer la atención pública, no abordan ninguno de los verdaderos temas centrales de nuestro presente y futuro como país.

Asumamos que el congreso ya no tiene remedio, pero ¿cuánto hace que usted no escucha hablar a los principales funcionarios del gobierno federal de las políticas públicas que se pueden aplicar en la economía y lo social, se realicen o no las famosas reformas estructurales, y que van desde una verdadera desregulación hasta una auténtica simplificación fiscal o una ampliación de la red de contribuyentes?¿cuánto hace que López Obrador no habla de algo que nos facilite la vida en la capital del país?¿cuánto que Roberto Madrazo y los dirigentes priistas no proponen algo serio que vaya más allá de pedir su regreso al poder?. Hace algunas semanas, entrevisté para radio y televisión al secretario de la Defensa, el general Vega García: le pregunté que pensaba de los partidos y sus dirigentes. El recordó su discurso del 19 de febrero pasado y habló de la necesidad de la conciliación (y agregó del perdón) como una forma de comenzar a mirar hacia el futuro en lugar de estar regresando una y otra vez al pasado y dijo, y tenía razón, que ese es quizás nuestro mayor problema: una política atada al pasado en lugar del futuro. Analizando esa entrevista a la luz de lo sucedido en los últimos meses, esa afirmación cada día es más cierta: si nuestros gobernantes y políticos no comienzan a mirar hacia el futuro y olvidarse del pasado (si no concilian y perdonan) en el 2006 que tanto les obsesiona será demasiado poco lo que les quede para repartirse.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *