Finalmente, Víctor Cervera Pacheco fue derrotado en la búsqueda de la presidencia municipal en Mérida. Ganó el PAN en la península pero mejor habría que decir que perdió el PRI y lo hizo en una forma que tendría que imponer una revisión a fondo de qué tipo de candidatos y qué estrategia quiere ofrecer a la ciudadanía.
Finalmente, Víctor Cervera Pacheco, que presumía de haber ganado todas las elecciones en las que participó en su estado, Yucatán, fue derrotado en la búsqueda de la presidencia municipal de Mérida: por siete puntos lo superó el candidato del PAN, Manuel Fuentes, un aspirante anodino, estrechamente ligado al gobernador Patricio Patrón Laviada que, pese a todos sus errores, terminó conservando incluso la mayoría en el congreso.
Ganó el PAN en la península pero mejor habría que decir que perdió el PRI y lo hizo en una forma que tendría que imponer una revisión a fondo de qué tipo de candidatos y qué estrategia quiere ofrecer a la ciudadanía. La apuesta por Cervera Pacheco fue muy alta de parte del propio ex gobernador y de su grupo político en la entidad pero también de parte de la dirigencia nacional que encabeza Roberto Madrazo. Y es una llamada de atención para el futuro del priismo.
Si Cervera hubiera ganado se habría confirmado la lógica del madracismo: el PRI ganará por su aparato, por la falta de eficiencia de los gobiernos panistas (en este caso a nivel federal y local) y porque la gente preferirá un regreso a gobiernos "confiables" en términos de experiencia en el quehacer político aunque sea con figuras del pasado y controversiales. Cervera representaba como pocos esa visión: era un candidato con una amplísima experiencia política, con sólidos amarres con la estructura del partido en la entidad, con un pasado caciquil pero en el que incluso muchos de sus enemigos reconocen eficiencia en la labor pública y que enfrentaba a un gobernador que no ha hecho bien las cosas, llegando incluso a generar una división dentro de su propio partido. Es verdad: Cervera empezó muchos puntos por debajo del PAN y se quedó a siete de Fuentes; puede ser verdad que le dieron una sopa de su propio chocolate y que el PAN terminó realizando una elección de estado, pero el hecho es que perdió teniendo apoyos, recursos y peso en la estructura del partido.
Y tenía que perder porque se confirmó algo que el priismo no ha querido asumir: la enorme mayoría de sus dirigentes tradicionales ya no pueden ganar elecciones, por la sencilla razón de que generan una votación negativa, que prefiere a cualquier otro candidato antes del "malo conocido". Cuando la votación se divide entre tres, quizás con el voto duro, al priismo le alcanza para ganar pero cuando se trata de una elección polarizada, el priista de viejo cuño termina casi siempre perdiendo, aún ante candidatos anodinos.
Esto debe ser motivo de reflexión porque en esta lógica el PRI ha impulsado varias candidaturas este año que se le pueden complicar de forma grave en los siguientes comicios. En particular hay tres candidaturas que provienen directamente de Madrazo y que se enmarcan en esa lógica: la de Cervera Pacheco en Mérida, la de Jorge Hank Rhon para las elecciones del primero de agosto en Tijuana, y la de Ulises Ruiz en Oaxaca (en este caso con el sello de José Murat), para el mismo primero de agosto. Cervara ya perdió y si las cosas siguen así perderán también Hank Rhon y Ruiz, porque al ser candidatos con una fuerte carga negativa (de esos candidatos que generan un porcentaje de rechazos tan altos que terminan incrementando la votación de sus adversarios, aunque aseguren la de sus partidarios duros) y una historia controvertida, sus opciones disminuyen dramáticamente.
El PRI demostró en las elecciones de julio del año pasado que podría recuperar el gobierno federal en el 2006. Pero la elección intermedia del 2003, fue para el congreso, se votó por los partidos, no por los candidatos. En un contexto donde el priismo debe competir con nombres, su situación se dificulta si apuesta a los duros con un voto de rechazo muy alto, porque no tienen penetración en el electorado no priista.
El problema para la dirigencia del PRI es que la apuesta del 2006 por Roberto Madrazo no se diferencia de este tipo de candidaturas: como ocurrió con Cervera, no cabe duda que Madrazo podría ganar cualquier elección interna del priismo, con un porcentaje tan alto de posibilidades como las que tiene de no ganar, una vez candidato presidencial, los comicios federales. Olvidémonos de si es verdad o no lo que se ha dicho de Madrazo: el caso es que es un candidato con una muy alta carga negativa en el electorado: un porcentaje muy alto (cercano al 50 por ciento) que no votaría por él en ninguna circunstancia. Si el horizonte de un candidato, como ocurría con Cervera, se reduce a sólo la mitad del electorado, la tarea de su adversario se torna mucho más sencilla: simplemente con mantener a ese electorado como suyo tiene garantizada la elección. La pregunta es si el PRI y sus dirigentes están en condiciones de aceptar que así no podrán seguir ganando elecciones.
Pongamos un ejemplo: Felipe González fue y hasta el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero seguía siendo, el político más importante del PSOE. Si hubiera querido, luego de su derrota ante Aznar, Felipe González hubiera podido seguir siendo el candidato socialista en su país, España. Pero sabía que su popularidad entre los suyos no alcanzaba para, con razón o sin ella, revertir el voto negativo que muchos españoles tenían de González después de su larga gestión al frente del gobierno socialista. Tuvo que llegar un líder y candidato nuevo, joven, que no era demasiado conocido por la ciudadanía pero que no tenía carga electoral negativa, para que el PSOE el 14 de marzo pasado pudiera recuperar el poder. Lo mismo sucede en casi todas las democracias: ¿alguien pondría en duda que el senador Edward Kennedy si hubiera decidido postularse como candidato presidencial desde 1968 (cuando asesinaron a su hermano Robert) hasta ahora, por el partido demócrata hubiera tenido altísimas posibilidades de ganar la candidatura?¿alguien pondría en duda el hecho de que difícilmente hubiera podido ganar las elecciones presidenciales por ese voto negativo que lo acompaña, insistimos, por buenas o malas razones?
Lo mismo podría suceder con Madrazo, y lo mismo sucede con varios de los candidatos que presenta el priismo: siguen apareciendo los personajes del pasado y no se observa renovación alguna del tricolor. No implica esto que sus viejos dirigentes pasen al desván de los recuerdos, pero si no se opta por candidatos con un margen mucho mayor de aceptación ciudadana, su destino será una sucesión de descalabros electorales sucesivos. Ya hablamos de Tijuana y, particularmente de Oaxaca, que será una de las elecciones más difíciles para el PRI durante este año, pero ello se aplicará también en Veracruz, donde Fidel Herrera comienza a tener serios problemas con el panista Gerardo Buganza (y donde, paradójicamente, lo que salvará al candidato priista es que la oposición estatal irá dividida entre Buganza y Dante Delgado, candidato del PRD-Convergencia); se le presentará en las elecciones de Chiapas y también, en este caso por sus conflictos internos, en Tamaulipas. Por el contrario, en los estados donde optó por candidatos sin una carga negativa alta, como en Sinaloa, Durango, Chihuahua o en menor medida en Puebla, las cosas no le serán tan complicadas. Por otra parte, en Zacatecas o Aguascalientes su situación prácticamente no tendrá salida: en la tierra de Ricardo Monreal no sólo deben enfrentarse a una buena candidata como Amalia García sino que, además, el PRI decidió optar por un candidato de viejísima escuela como José Bonilla. En Aguascalientes, después de la virtual deserción de Oscar González ni siquiera tienen candidato.
Ahí está el verdadero desafío para el PRI para el 2006: apostar por lo seguro buscando la restauración en el poder (y asumiendo que el voto no se polarizará entre dos sino que se dividirá por lo menos entre tres o cuatro opciones) o abrirse a lo nuevo, confiando más en la ciudadanía y menos en el voto duro. Y las opiniones dentro del tricolor, están muy divididas al respecto. No descarte usted que, de cara al 2006, finalmente puedan presentarse, cada una por su lado, ambas opciones: claro, difícilmente cualquiera de ellas, si ese partido se divide, podría aspirar a la victoria.