PAN: comenzó el juego, no aparece el árbitro
Columna JFM

PAN: comenzó el juego, no aparece el árbitro

Opacada por los escándalos y las declaraciones, sigue adelante la lucha de los panistas de cara al 2006. En los hechos, mientras pareciera que con base en la decisión de la dirigencia partidaria de permitir los actos de proselitismo se están fortaleciendo las precandidaturas panistas ya existentes, al mismo tiempo se debilitan las opciones para fortalecer la dirección del propio partido. En otras palabras, se fortalece la competencia interna y están faltando los árbitros que la regulen.

Opacada por los escándalos y las declaraciones, sigue adelante la lucha de los panistas de cara al 2006. En los hechos, mientras pareciera que con base en la decisión de la dirigencia partidaria de permitir los actos de proselitismo se están fortaleciendo las precandidaturas panistas ya existentes, al mismo tiempo se debilitan las opciones para fortalecer la dirección del propio partido. En otras palabras, se fortalece la competencia interna y están faltando los árbitros que la regulen.

En el PAN están seguros de que éste no será un problema, que el manejo interno en el partido no llevará a rupturas. Puede ser, pero esa es hoy una expresión de deseos, no una realidad, y: nadie puede asegurarle al panismo que las cosas, dentro de año y medio cuando tenga que decidir su candidato presidencial seguirán como hasta ahora, ni siquiera se puede asegurar cuál será la situación de la administración Fox para entonces. Y el panismo se está enfrentando por primera vez a una sucesión presidencial, a la elección de un candidato que reemplace a un presidente en funciones de su propio partido, en un contexto en el cual las posibilidades del propio presidente Fox para imponer las reglas y los tiempos de la sucesión son, por lo menos, escasas.

Uno de los graves problemas de la administración Fox es que se fija principios y luego les cuesta mucho, no sabe o no puede, sacarlos adelante. Le sucede con sus adversarios externos y con los propios miembros de su equipo y de su partido. Llama profundamente la atención que el gobierno federal, como consecuencia de la renuncia de Felipe Calderón a la secretaría de energía, haya anunciado que nadie podía adelantarse a los tiempos sucesorios fijados por la propia presidencia y, por la razón que sea, pareciera que ello catalizó esa lucha y la hizo mucho más abierta, más pública en lugar de cohibirla.

Por eso el presidente Fox no será, no puede ser en la actual circunstancia, el árbitro interno de ese proceso. Y también por eso el partido en el poder debe fortalecer sus liderazgos designando una nueva dirigencia que esté en condiciones de arbitrar esa lucha interna que hoy parece estar muy suelta. Para muchos, aquí lo señalamos, la opción para cumplir con ese papel de dirigente partidario, en reemplazo de Luis Felipe Bravo Mena que adelantaría su salida de la presidencia del comité ejecutivo nacional para permitir la consolidación de una nueva dirección, era el líder de los diputados, Francisco Barrio Terrazas. Pero, como aquí también lo consignamos, el ex gobernador de Chihuahua, rechazó esa posibilidad e insistió en que buscará la candidatura presidencial. Está convencido de ello y ayer mismo reiteró que aunque las encuestas hoy no lo favorecen, está acostumbrado de partir de atrás en la lucha por posiciones políticas. Seguimos pensando que Barrio Terrazas haría, muy probablemente, un papel más importante como líder del PAN que buscando la candidatura. Pero el propio Barrio piensa otra cosa y desde la semana pasada ha iniciado una fuerte campaña en medios para confirmar que sí buscará la candidatura presidencial. Hoy Barrio está mucho más presente que antes y ya está en precampaña.

Lo mismo sucede con Carlos Medina Plascencia. El ex gobernador ya está trabajando abiertamente en su precandidatura y, además, está convencido de que sus posibilidades son altas apostando al voto duro panista, lo que tampoco queda muy claro, pero nadie duda ya de que Medina tratará de llegar hasta el final en la búsqueda de la candidatura presidencial para el 2006.

Felipe Calderón que pidió un mes para tomar una decisión pública sobre el tema, en los hechos ya está trabajando en esa lógica y, por cómo se dieron las cosas en torno a su salida del gabinete presidencial, se ha convertido en una de las opciones más viables para el panismo. Calderón aún no ha lanzado oficialmente su candidatura ni presentado su propuesta programática, que no será de continuidad con el foxismo, para el 2006, pero se ve prácticamente imposible que Calderón finalmente no se vaya a presentar en la lucha por la candidatura, donde es de los que tienen mayores posibilidades.

Lo mismo sucede con Santiago Creel. El secretario de Gobernación continúa con una alta exposición en los medios, con su estrategia de cara al 2006, y buscando apoyos en el establismenth foxista, con todo lo que ello implica dentro del propio PAN. Y hoy sigue siendo el candidato del blanquiazul con mayor conocimiento en la ciudadanía. Mientras esos cuatros panistas han redoblado su actividad y ya están en una lógica de precampaña bastante transparente, la que se ha encontrado con un serio obstáculo es la señora Marta Sahagún de Fox. Ello porque los golpes que ha recibido la fundación Vamos México, por los escándalos de la Lotería Nacional y la transferencia de recursos realizados a la fundación Transforma México, sin duda colocan a la defensiva a la primera dama y no le están permitiendo avanzar en su lógica de campaña.

Pero lo que debería ser preocupante para los panistas es que mientras todo eso sucede con los aspirantes presidenciales, el partido sigue pareciendo débil. Lo peor que le puede suceder a Bravo Mena es que no se defina si se va o se queda, porque eso lo deja en una situación de alta vulnerabilidad política. Y mientras tanto se siguen manejando los mismos nombres: el diputado Germán Martínez, el subsecretario de gobernación, Humberto Aguilar Coronado, mientras Barrio sumó al secretario y ex gobernador Alberto Cárdenas (lo que no convencería nada a precandidatos como Felipe Calderón e incluso a Santiago Creel), lo cierto es que no aparecen precandidaturas, para la dirigencia del partido, que tengan el perfil idóneo para esa posición.

En ese contexto, algunos piensan que quizás, entonces, lo mejor sería que Bravo Mena continuara al frente del blanquiazul, administrando el proceso sucesorio pero con pocos instrumentos para poder arbitrar en él. Será una decisión difícil. No será la que viene, una etapa sencilla de transitar en el PAN. Sus dirigentes están muy tranquilos pensando que tienen las cosas controladas y que prevalecerá por encima de estas luchas internas, la tradicional cohesión de los panistas. Olvidan que esa cohesión es más débil de lo que parece. Ya en 1976, cuando ocurrió el peor cisma interno del panismo, no pudieron presentar candidato presidencial. En el 82, Pablo Emilio Madero terminó siendo un candidato débil porque las heridas del 76 no se cerraron. En el 88, Manuel Clouthier sí logró armar una candidatura poderosa porque el partido en buena medida estuvo unido tras esa opción, pero rápidamente la división se hizo presente con la escisión del llamado Foro Democrático. En el 94 el candidato fue Diego y prácticamente no tuvo oposición, pero cuando se presentó la elección del 97 para el DF, unos comicios que el PAN tenía prácticamente ganados, las divergencias internas llevaron a la candidatura de Carlos Castillo Peraza, pero también a una pésima campaña que derrumbó al panismo en la capital. En el 2000 ganó la candidatura y la presidencia Vicente Fox pero muchos panistas no se sintieron entonces (ni ahora) plenamente identificados con el presidente y su equipo de trabajo. Años atrás, en el 94, Vicente Fox había estado a punto de apoyar la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas.

En otras palabras, las rupturas internas en el panismo están mucho más latentes de lo que sus dirigentes quieren o pueden reconocer. Y sacar adelante el proceso interno de selección de candidatos con cuatro o cinco aspirantes, como los hay ahora, con la novedad de hacerlo al tiempo que se detenta el poder federal, puede ser más difícil de lo que muchos de ellos piensan. Sobre todo si nadie cumple plenamente con la función de arbitraje en ese proceso.

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