El domingo, la calle es nuestra
Columna JFM

El domingo, la calle es nuestra

He ido a muchísimas marchas en mi vida: algunas como simple espectador, varias como participantes, muchas otras para cubrirlas profesionalmente, para informar sobre ellas. Hace mucho tiempo que no se da en la ciudad de México (y en otros puntos del país) una marcha, una concentración convocada por la sociedad tras una causa que trascienda partidos y figuras políticas. El próximo domingo tendremos la oportunidad de estar en uno de esos raros, en estas épocas, acontecimientos.

He ido a muchísimas marchas en mi vida: algunas como simple espectador, varias como participantes, muchas otras para cubrirlas profesionalmente, para informar sobre ellas. En las primeras tuve que correr y mucho para evitar a los policías y las balas de goma. Más tarde, recuerdo con mucho cariño una marcha en Estocolmo, con motivo del triunfo de la revolución nicaragüense en 1979, que había despertado enorme simpatía entre los suecos. Con emoción recuerdo la marcha que selló la fundación del PSUM, pese a que entonces muchos decían que allí había demasiados grupos enfrentados, incluyendo a aquellos que, pese a su discurso, no estaban a favor de una alternativa legal, democrática en la lucha por el poder. Fui a esa marcha y no recuerdo otra en la que la izquierda mexicana se sintiera tan nueva, tan renovada como en aquella.

También fui al Zócalo aquel 18 de marzo del 88, a aquella concentración convocada por Cuauhtémoc Cárdenas y el naciente FDN cuando, como bien recordaba ayer Ciro Gómez Leyva, muchos de los principales dirigentes de la izquierda sospechaban de las verdaderas intenciones del cardenismo, a quien identificaban como otra ala del PRI destinada a engañar a la izquierda. Fue una demostración como pocas en las últimas décadas, y como también decía Ciro, al poco tiempo muchos de esos dirigentes que criticaban acremente al cardenismo ya eran parte de él. Me tocó estar, cubrir para el periódico en el que trabajaba, por ejemplo, el día que Heberto Castillo resignó su candidatura por el PSUM para apoyar a Cárdenas, en una concentración junto a lo que ahora son las oficinas del PRD.

En ese mismo 1988, fui a los cierres de campaña de Cárdenas, al de Carlos Salinas y al de Manuel Clouthier, que me impresionó porque nunca había pensado que el PAN pudiera tener esa capacidad de movilización en sectores populares. De ese cierre de Clouthier en el Zócalo recuerdo como, saliendo de la plaza de la Constitución por Madero o Tacuba, iban, entusiasmados, un padre con su hijo. El chavo, de cinco, seis años, le preguntó a su papá qué quería decir Maquío, como todos llamaban a Clouthier. La respuesta fue de antología: "no seas pendejo, Maquío, le dijo el papá al niño demostrando que el entusiasmo no siempre va de la mano con la información fidedigna, quiere decir Manuel en inglés". Para muchos, la de Clouthier era la candidatura de la derecha y de los gringos, a mi me pareció una efectiva demostración popular, de un candidato con raigambre.

Años después estuve, estuvimos muchos, en aquella marcha por la paz que se realizó en el contexto de la inminente intervención de Estados Unidos en Irak en el contexto de la invasión iraquí en Kuwait que dio paso a la Tormenta en el Desierto. Muchos fueron los amigos que dijeron que no había que ir, que el propio Salinas estaba detrás de esa marcha buscando legitimarse con los sectores progresistas. Pero la causa, una vez más, era justa y allí terminaron, en la primera fila, muchos salinistas tomados del brazo con más de un cardenista.

En 1997, la ciudad de México era azotada por una ola de inseguridad y delincuencia inédita hasta entonces. Se organizó entonces una mancha contra la inseguridad convocada por muchos de los mismos hombres y mujeres que ahora están convocando a marchar al Zócalo este domingo 27. El que gobernaba la ciudad era el priista Oscar Espinosa Villareal y entonces allí marcharon, juntos, desde Guillermo Velazco Arzac hasta el candidato perredista al gobierno de la ciudad, Cuauhtémoc Cárdenas. Nadie argumentó que esa fuera una marcha de la ultraderecha, ni Espinosa Villarreal sostuvo que en realidad se trataba de un complot en su contra ni nada por el estilo. Se juntaron 50 mil personas. No pude ir, no recuerdo porqué razón, creo que tenía que trabajar, pero me hubiera gustado estar allí. Poco después Cárdenas culminó la mejor campaña que ha realizado la izquierda en México y ganó el gobierno de la ciudad de México, enarbolando, primordialmente, la lucha contra la inseguridad y un discurso sensato y moderado que entusiasmó a muchos a los que el planteamiento duro, radical del perredismo había ahuyentado en el pasado.

En los últimos 10 años no he estado en muchas otras marchas: no tenían sentido. Estas, consecuencia directa de las movilizaciones como las de Andrés Manuel desde Tabasco, las tradicionales del magisterio disidente y del neoclientelismo del periodo de Manuel Camacho en el DF, dejaron su secuela: pasaron de ser movilizaciones movidas por causas, para convertirse en instrumentos de presión política organizadas por profesionales de la movilización: ahí están los muchachos de Bejarano cambiando contratos de vivienda por participación en marchas o los del Frente Francisco Villa buenos para todo lo que haya que apoyar a cambio de recursos y beneficios muy específicos.

Hace mucho tiempo que no se da en la ciudad de México (y en otros puntos del país) una marcha, una concentración convocada por la sociedad tras una causa que trascienda partidos y figuras políticas. El próximo domingo tendremos la oportunidad de estar en uno de esos raros, en estas épocas, acontecimientos. La necedad y lo obstuso de seguir insistiendo en que se trata de una marcha de la ultraderecha o del PAN no resiste la menor comprobación. Claro que convocan a la marcha personajes relacionados con grupos de derecha pero también de izquierda, de centro y la mayoría de ellos sin partido. Pero quienes insisten, como ayer con un sectarismo digno de mejor causa lo hizo Pablo Gómez, en que las marchas son nada más y nada menos que un patrimonio de la izquierda (lo que hace suponer que un hombre supuestamente informado como Gómez sólo pudo haber dicho eso porque está obnubilado por un acontecimiento que se le ha ido de las manos a su partido), simplemente se niegan a ver la realidad y tratan de demostrar con números oficiales que por obvias razones no reflejan la realidad de la inseguridad que vivimos (porque la cifra negra de los delitos no denunciados es mucho mayor a la de los denunciados) algo que nadie vive como tal. No quieren asumir que la percepción, el sentimiento de la gente es, sencillamente de indignación ante la inseguridad en la que vivimos y la impunidad de la que gozan los delincuentes.

También se ha dicho que no se puede ir a la marcha del domingo porque sería hacerle el juego a grupos radicales que impondrían medidas extremas que violarían los derechos humanos. Ayer se entregó el documento con las medidas en las que estuvieron de acuerdo los 80 grupos que convocan a la marcha del domingo: se trata de diez grandes capítulos, que incluyen unas 80 medidas específicas para mejorar la seguridad y combatir, sobre todo, el secuestro. En lo personal me parece que se debería haber presentado una agenda más "corta", con menos puntos para hacerla transitar más fácilmente en los siempre estrechos pasillos del poder.

Algunos de esos puntos no los comparto o me parecen casi utópicos, imposibles de obtener. Pero la enorme mayoría son muy compartibles. Y no veo uno solo que sea inaceptable por principio: no se habla de la pena de muerte ni de condenas inhumanas, ni de un Estado que viole las garantías individuales para garantizar la seguridad; sobre las comisiones de derechos humanos se hace una propuesta superadora respecto a las instituciones con las que ahora contamos y no veo que éstas sean descalificadas. En síntesis, ya analizaremos en los próximos días lo que se propone en ese documento, pero lo cierto, lo innegable es que ninguno de esos puntos pueden ser rechazados per se, ninguno puede ser considerado inaceptable en una sociedad abierta y democrática y la mayoría de ellos, si existiera simple voluntad política podrían ser sacados adelante sin mayores problemas.

Claro, no todos piensan lo mismo: ayer el procurador capitalino Bernardo Bátiz opinó que no debemos caer en una "psicosis colectiva" de inseguridad y afirmó que no son necesarias reformas urgentes para atender el problema. No hay prisa, y en lugar de reformas seguramente el procurador capitalino pensará que mejor recurramos, en forma masiva al psicólogo para romper ese espejismo que nos hace creer que vivimos en un clima de inseguridad.

Como no creo vivir en una "psicosis colectiva" sino en una sociedad que está atrapada entre la impunidad de los criminales y la ineficiencia de sus autoridades, como tampoco creo que las causas y las calles tengan dueños ideológicos, yo estaré en la marcha del próximo domingo. Espero que seamos muchos.

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