Algunas semanas atrás, decíamos en este mismo espacio que si realmente había un complot contra el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, el mismo ya había tenido éxito porque había logrado que éste mostrara su peor cara: la del político intolerante y sordo a otras voces diferentes a la suya.
Algunas semanas atrás, decíamos en este mismo espacio que si realmente había un complot contra el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, el mismo ya había tenido éxito porque había logrado que éste mostrara su peor cara: la del político intolerante y sordo a otras voces diferentes a la suya.
Ayer también nos preguntábamos qué iba a decir ahora, cuando cientos de miles de personas salieron a la calle desmintiendo con toda la contundencia que tienen los hechos, las afirmaciones repetidas una y otra vez por el jefe de gobierno capitalino y sus principales funcionarios de que la marcha del domingo 27 era una convocatoria de la ultradrecha, una manipulación mediática que era también parte de la conjura en su contra. Pese a que su silencio el domingo en su tradicional conferencia de prensa hacia presagiar lo peor, nos imaginábamos que los hechos eran tan evidentes que, lo menos que podía hacer López Obrador, era ofrecer una disculpa a los organizadores y, sobre todo, a los cientos de miles de personas que nos manifestamos el domingo pasado y a los que el gobernante capitalino subestimó de forma tan grosera.
Pues no fue así. López Obrador cometió el que es, sin duda, el mayor error político desde que asumió su responsabilidad en el DF (coronando una serie de errores en cadena cometidos desde la aparición, el primero de marzo pasado, del primero de los videos sobre actos de corrupción en el GDF) y no sólo insistió en descalificar la marcha, en reiterar que había sido manipulada por grupos de ultraderecha, impulsada por el presidente de la república y el amarillismo de los medios de comunicación sino que dijo, además, que en la marcha hubo "mano negra" con el fin de afectar a su administración. Y en una declaración que, por insensible, constituye casi una provocación, insistió en que "nunca" en los últimos diez años, la seguridad en la capital había estado tan bien como ahora. Todo indica que el jefe de gobierno ha decidido soltar amarras con la realidad y el hombre que tanto se preciaba de estar en contacto con la gente está demostrando que lo que entiende por "la gente" no es más que una fórmula retórica para referirse a su personal forma de entender la realidad. ¿Cómo se puede estar en contacto con la gente, cómo se puede decir que responde sólo a esos intereses, cuando a una marcha de cientos de miles de personas en la ciudad que le toca gobernar la califica como un acto de manipulación y dice que no será "barbero" de esos manifestantes?
El error, la torpeza han sido tan grandes que ya han provocado algo que estaba presente en el perredismo desde semanas atrás, desde que aparecieron los famosos videos de Ponce Meléndez, Bejarano e Imaz, pero que permanecía solapado, sin demasiadas expresiones públicas. Ayer, importantes sectores del PRD pintaron su raya con el jefe de gobierno: si antes Cuauhtémoc Cárdenas (con todo lo que el ex candidato presidencial significa en el PRD) le había recomendado a López Obrador atender las denuncias de corrupción dentro de su gobierno en lugar de hablar de un complot; si cuando surgió el tema de la marcha del 27el propio Cárdenas había insistido en que se trataba de una demanda justa que debía ser escuchada, desestimando las declaraciones sobre la conjura de la ultraderecha; si otros dirigentes como el senador Demetrio Sodi habían insistido en que el jefe de gobierno se estaba equivocando en toda su estrategia desde el inicio de los videoescándalos; si en la última reunión de los gobernadores perredistas realizada en la ciudad de México, todos los gobernadores de su partido le recomendaron a López Obrador determinar una estrategia de defensa legal para el caso de desafuero que lo amenaza, una recomendación que el jefe de gobierno rechazó y que provocó que los gobernadores le aclararan que lo defenderían "hasta donde fuera posible"; todo ello empalidece ante la posición que tomaron ayer importantes dirigentes perredistas a nivel nacional y local. El secretario general del PRD, Carlos Navarrete, hablando en representación, dijo, del CEN del partido, le pidió al jefe de gobierno que rectificara sus declaraciones sobre la marcha y expresó el respeto de su partido por ésta. Lorena Villavicencio, presidenta de la comisión de gobierno de la asamblea legislativa del DF, se mostró en total desacuerdo con el jefe de gobierno, reivindicó la causa que movilizaba la marcha, rechazó las acusaciones de que ésta estuviera inducida por una "mano negra" como había dicho López Obrador y afirmó que la asamblea legislativa está abierta a analizar con los organizadores de la marcha las medidas legislativas necesarias para reformar el sistema de seguridad y justicia.
Con un dato adicional: tanto Navarrete como Lorena son integrantes de la corriente que lidera el senador Jesús Ortega, una de las más moderadas en el PRD, y hoy, esa corriente es la más importante y numerosa dentro del propio partido, luego del golpe que el propio lopezobradorismo le dio a la que encabezaban Rosario Robles, Ramón Sosamontes y Juan Guerra, y del golpe público que sufrió la poca credibilidad de la que gozaba la corriente que encabezan René Bejarano y Dolores Padierna. Llama la atención, también, que en la lógica que se impuso en la citada reunión de los gobernadores perredistas con Andrés Manuel, éstos estén alejándose cada vez más de un jefe de gobierno capitalino, que ha decidido navegar cada vez más en solitario, acompañado sólo por un grupo de incondicionales.
El jefe de gobierno ha optado por la conjura y todos son parte de ella: si se muestran videos con su secretario de finanzas exhibiendo la magnitud de su corrupción, eso es parte de un complot del gobierno federal y hasta del estadounidense; si se ve a Bejarano e Imaz cargándose de dinero producto de la corrupción, se trata de una perversión de Ahumada orquestada por Carlos Salinas; si la embajadora de España en México, Cristina Barrios, denuncia (aunque haya violado fórmulas diplomáticas al ir a la SG en lugar de la cancillería para hacerlo) el secuestro y asesinato de ciudadanos españoles en la ciudad de México, se trata de una embajadora "mentirosa y deshonesta", negando oficialmente que se hubieran producido esos casos en el DF: cuando se dio a conocer con detalle quiénes eran los secuestrados y los asesinados y se demostró que la embajadora decía la verdad, ésta simplemente se ignoró en el gobierno capitalino; si marchan cientos de miles en la capital del país, se lo ve como una manipulación de los medios y grupos ultraderechistas que no saben apreciar algo que sólo ven López Obrador y Bátiz: que nunca como ahora, la seguridad en la capital estuvo mejor en los diez últimos años.
El jefe de gobierno ya se había peleado con casi todos: sólo le faltaban sus aliados en su propio partido (y sólo sus aliados, porque él mismo se había encargado de descalificar a sus adversarios internos como Rosario Robles) y ahora le toca el turno a éstos: una vez que Navarrete y Villavicencio pintaran su raya, ello quiere decir que la corriente de los chuchos (Jesús Ortega y Jesús Zambrano) hará lo mismo y nada indica que el jefe de gobierno vaya a rectificar un solo punto de su declaración.
Si la participación civil ante los sismos del 85 propició, vista retrospectivamente el quiebre del sistema, el derrumbe del entonces regente Ramón Aguirre y de la administración de Miguel de la Madrid, si la esa participación civil autónoma del gobierno y los partidos, terminó dándole sentido y forma a una división partidaria como había sido la creación de la corriente democrática que encabezaron entonces Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, la actitud y la estrategia de López Obrador ante la marcha tendrá, para su causa, efectos similares: hoy no sólo son sus enemigos sus adversarios políticos del PRI y del PAN, el gobierno federal, el poder judicial y buena parte del legislativo, los medios, los empresarios y algunos representantes extranjeros, sino también buena parte de sus propios compañeros de partido y, sobre todo, amplísimos sectores sociales.
El jefe de gobierno está cada vez más solo, como el coronel garcíamarquiano ya casi no tiene siquiera quien le escriba, mientras que en el PRD muchos comienzan a pensar quién será su carta alternativa para el 2006, haya o no desafuero, al que unos pocos, pero influyentes en el partido, ven como un mal menor, como una oportunidad política de buscar por otras opciones internas, menos sectarias y más cercanas al verdadero sentir de la gente.