La renuncia de Alfonso Durazo a sus tres importantes responsabilidades en la presidencia de la república ha causado indignación en Los Pinos, no tanto por su salida que por muchos en el equipo que se conoce como el grupo Guanajuato era esperada y hasta deseada, sino por la inédita carta que envió al presidente Fox para explicar su renuncia y la decisión, del propio Durazo, de darla a conocer públicamente.
La renuncia de Alfonso Durazo a sus tres importantes responsabilidades en la presidencia de la república: la de secretario particular del presidente Fox, la de director de comunicación social y vocero de la presidencia, ha causado indignación en Los Pinos, no tanto por su salida que por muchos en el equipo que se conoce como el grupo Guanajuato era esperada y hasta deseada, sino por la inédita carta que envió al presidente Fox para explicar su renuncia y la decisión, del propio Durazo, de darla a conocer públicamente.
Se podrá argumentar que Durazo no fue disciplinado al actuar de esa forma, pero más que la supuesta indisciplina lo notable de la carta es que en esas 19 cuartillas, Alfonso Durazo sintetiza mucho de lo que hombres y mujeres de dentro y de fuera del gabinete presidencial, del PAN y de las oposiciones, piensan del desempeño de la administración Fox y de la forma equívoca en que se ha llevado adelante la operación para imponer la candidatura de la señora Marta Sahagún de Fox a la presidencia de la república. La carta de Durazo es una confirmación de que esa candidatura no sólo es una posibilidad sino también la vía que se ha marcado la presidencia de la república para el 2006. No se trata sólo de ver con simpatía esa posibilidad sino de operar políticamente con ese objetivo, al costo que sea. Y según Durazo, esa es la razón central no sólo de su renuncia sino también de los graves desajustes en la operación política nacional.
Y tiene razón Durazo. Coincide esa visión desde lo más profundo de las entrañas del poder con lo que se percibe, se ve, se siente desde fuera. Nunca he pensado que Marta Sahagún de Fox tendría que renunciar a cualquier aspiración política por ser la esposa del presidente. Pero si se plantea hacer una carrera política se deben analizar los momentos, las circunstancias y los modos. Hillary Clinton, para dar sólo un ejemplo, jamás pensó en suceder a su marido y vaya que tenía, y tiene, atribuciones como para hacerlo. Luego de una larga carrera política, decidió iniciar su carrera legislativa no en Washington ni en Arkansas, sino en Nueva York, cambió su residencia y su campaña no tuvo lazo, contacto casi alguno, con la actividad presidencial: ganó la senaduría y nadie pudo decir que esa posición la había heredado de su esposo. Incluso hoy, cuando se hablaba de su posibilidad de ser candidata a vicepresidente de John Kerry, ha decidido dar un paso al costado y esperar otros tiempos y la propia consolidación de su actividad en el senado antes de buscar otras posiciones.
En el caso de Marta Sahagún mucho se ha hablado de sus simpatías o de sus similitudes con Eva Perón. Siempre he pensado que se trata de momentos y de personalidades tan diferentes, que es casi imposible realizar una analogía seria entre ellas. Sin embargo, se está dando un fenómeno con varios puntos de contacto entre la historia personal de ambas: Eva Perón intentó ser candidata a vicepresidenta en la reelección de su esposa Juan Perón, al inicio de los 50. Su postulación generó una serie de reacciones en cadena que polarizaron en forma notable a la población y a los sectores de poder. Fueron los propios dirigentes del partido que respaldaba a Perón y los militares los que frenaron, junto con la enfermedad terminal que la llevó a su muerte, las aspiraciones de Eva Perón. Con la diferencia en este caso de que su marido jamás fue partidario de esa candidatura, que prácticamente se le había impuesto por la presión popular. Quien sí llegó a la presidencia de la república, a través de una de las operaciones más tenebrosas de la historia política argentina, fue su siguiente esposa, Isabel Perón, pese a la oposición de buena parte de los sectores más honestos del peronismo y de muy amplios sectores de poder. Su gobierno fue un desastre total que terminó con un desastre mucho mayor: el golpe militar de 1976, dos episodios de los que aún Argentina no ha logrado recuperarse.
La insistencia en imponer la candidatura de Marta Sahagún de Fox, como dice Durazo en su carta, sí está contaminando todo el ambiente político nacional y dificultando seriamente la propia labor del presidente que para muchos pareciera ser más el vocero de la primera dama, porque se lo ve como un presidente que sacrifica su propio poder cada vez que intenta fortalecer las posibilidades de su esposa. Pero, además, en el entorno presidencial pareciera que no se ve que la insistencia en esa candidatura (que muy probablemente al final no pueda concretarse en los hechos) está frenando incluso el hipotético futuro político que la señora Fox pudiera o deseara tener partiendo de otras posiciones como la búsqueda de un espacio legislativo.
Comienzan a configurarse en torno a Marta Sahagún una serie de elementos que no sólo presionarán enormemente su hipotética candidatura y terminarán haciéndola inviable, sino también que podrían arruinar a esta administración. Quizás es una casualidad, no lo creo, que la carta de Alfonso Durazo esté fechada el 22 de junio, cuando se puso de manifiesto que las irregularidades en la Lotería Nacional, particularmente a través del fideicomiso Transforma México, no sólo se convertirían en un ariete contra su directora Laura Valdez, sino también una vía de afectar jurídica y políticamente a Marta Sahagún y la fundación Vamos México (y por ende a la propia presidencia de la república).
Hace unos días decíamos en este espacio que esa situación ha llevado a importantes hombres y mujeres del panismo a plantearse la necesidad de desaparecer Vamos México, de hacerlo ahora antes de que el escándalo, como una incontenible bola de nieve siguiera creciendo. Se hizo todo lo contrario y eso podría ser uno de los elementos catalizadores para la renuncia de Durazo. Se hará una auditoria a la Lotería, se anunció el domingo contratando un prestigiado despacho privado, desde la secretaría de la Función Pública. No comprenden que el verdadero peligro para la Lotería, para Transforma México, para Laura Valdez, para Vamos México y Marta Sahagún no está allí sino en la investigación que ha iniciado la Auditoria Superior de la Federación y cuyos resultados irán directamente al congreso y, si existen razones para ello, al poder judicial, sin pasar en ningún momento por el poder ejecutivo.
¿Por qué insiste Durazo tanto en la necesidad de realizar un verdadero ejercicio político y no judicializar la política?. Porque en la lógica que se ha impuesto lo que viene en una lucha de todos contra todos impuesta a partir de procesos judiciales recíprocos en los cuales no habrá triunfadores. En una lectura estrictamente legal quizás todos tengan algo de razón: claro que Andrés Manuel López Obrador violó la ley al desacatar un fallo judicial por El Encino y su desafuero sería, entonces, legal; sin duda Luis Echeverría dio órdenes que llevaron en los 70 a la llamada guerra sucia y por lo tanto debe ser enjuiciado, lo mismo que otros altos funcionarios de entonces y algunos jefes militares que actuaron en aquellos hechos; como si faltaran elementos para confrontarse con el PRI, la semana pasada volvieron a abrir el proceso contra el ex presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, Eduardo Fernández, por algo de lo que ya había sido absuelto: proporcionar información sobre el caso Amigos de Fox violando el secreto bancario; sin duda, el caso Transforma México dará para mucho, porque ya el propio Auditor Superior de la Federación ha confirmado que se violó, por lo menos, la normatividad y no sabemos si la ley. Y la lista podría continuar: todos tienen por lo menos una acusación, un juicio político pendiente en su futuro que se encamina a una guerra de todos contra todos. Y el impulso a la candidatura de Marta Sahagún actúa en ese sentido como un detonante del proceso porque, como se dice en la carta, el presidente Fox no está actuando, no puede actuar en esta lógica ni como árbitro imparcial ni como un conciliador de las distintas posiciones. Por la sencilla razón de que lo ven sus adversarios, dentro y fuera del PAN, como juez y parte en el proceso.
En Los Pinos, y el propio presidente Fox, están enojados, molestos con Durazo y su actitud. Incluso ya se habla, allí también, de posible conjuras. Quizás Durazo violó alguna norma de disciplina al divulgar estos temas. Pero, si se analiza con mayor seriedad lo ocurrido, puede ser una oportunidad para asumir que se vive una crisis y administrar la transición. Será difícil porque el círculo de poder se reduce cada día más y son pocos, demasiado pocos, los que en él opinan y, sobre todo, los que escuchan. El presidente se está quedando solo.