Los actores políticos en el país andan medio perdidos: no encuentran el rumbo, no tienen claridad hacia dónde dirigirse y, además, están enojados, irritables, con una piel demasiado fina que pareciera no permitirles, siquiera, reflexionar sobre qué es realmente lo que está sucediendo y cómo salir de sus respectivos embrollos. Ello se refleja, sobre todo, en dos de los principales actores: el presidente Fox y el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador. Los dos están enojados y literalmente, parece que ya no escuchan e insisten en sus versiones llegando, en ocasiones a rayar en lo ridículo.
Los actores políticos en el país andan medio perdidos: no encuentran el rumbo, no tienen claridad hacia dónde dirigirse y, además, están enojados, irritables, con una piel demasiado fina que pareciera no permitirles, siquiera, reflexionar sobre qué es realmente lo que está sucediendo y cómo salir de sus respectivos embrollos.
Ello se refleja, sobre todo, en dos de los principales actores: el presidente Fox y el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador. Los dos están enojados y literalmente, parece que ya no escuchan e insisten en sus versiones llegando, en ocasiones a rayar en lo ridículo. En Los Pinos habían decidido, una vez que se dio a conocer la renuncia de Alfonso Durazo, no reaccionar, no responderle al ex secretario particular, salvo aquel escueto comunicado de sólo tres párrafos. Era evidente que la carta de Durazo iba a provocar reacciones muy encontradas y que significaba un duro golpe para el propio gobierno federal. No responder nada era un error. Pero resulta peor que la respuesta la dé el presidente en forma personal y con evidente enojo, probablemente con su ex secretario particular, pero también con los medios de comunicación que lo cuestionaban sobre algo evidente: la situación política de su esposa, la señora Marta Sahagún.
Desde la presidencia de la república y desde el PAN se insistió en algo que resulta evidente que no se ajusta a la realidad: que la renuncia de Durazo no generaba ninguna crisis y que era un hecho normal en una democracia. No lo es: jamás, en la historia contemporánea del país había renunciado, de esa forma, un secretario particular de un presidente, y jamás lo había hecho divulgando una carta de esas características. Y en eso México no es la excepción: no recuerdo un caso similar en muchas otras democracias. Ciro Gómez Leyva recordaba en estos días, con toda razón, el caso del encargado de la lucha antiterrorista de Estados Unidos, Richard Clark y su reciente libro, Contra todos los enemigos, donde devela los errores de la administración Bush después de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Pero es un caso diferente. Clarke era un funcionario de carrera: fue nombrado en esa responsabilidad por el presidente Bush padre, fue ratificado y se convirtió en un estrecho colaborador durante los ocho años de Clinton y si bien conservó su posición en los primeros años del actual presidente Bush, era evidente que estaban distanciados y dejó esa posición poco después de los atentados. En realidad, no había un compromiso personal de Clarke con Bush. No es imaginable, por ejemplo, que, Condolezza Rice o Dick Chaney escribieran un libro crítico como Clarke, o incluso personajes muy poderosos pero que tienen diferencias internas con otros grupos de esa administración, como el propio secretario de Estado, Colin Powell, han colaborado, "filtrado" información para libros como el de Bob Woodward, pero no han ido más allá.
Es entonces, una crisis la generada por Durazo y así debe entenderse. Es una crisis de tal magnitud que un día antes de partir a su gira sudamericana, el presidente Fox tuvo un acto de apoyo y respaldo de todos los mandos militares y poco después una reunión con el gabinete legal y ampliado donde éstos le refrendaron algo que se suponía es parte indeleble de su condiciones de colaboradores privilegiados del presidente: su lealtad y disciplina. ¿Era necesario?¿no se da el mensaje contrario cuando se reitera lo que nadie supuestamente está poniendo en discusión?
Apenas abordó su vuelo, el presidente Fox ofreció cuatro entrevistas sobre el tema Durazo y Marta Sahagún en las cuales estuvo molesto, enojado con los medios por la insistencia sobre la hipotética candidatura de su esposa Marta Sahagún. Dijo, una vez más que no tienen ningún proyecto político para después del 2006, pero volvió a decir que ella decidirá en su momento qué hacer. Y como ha ocurrido en muchas otras oportunidades, a esas declaraciones presidenciales no ha seguido una en el mismo sentido de la señora Fox. El que pierde credibilidad, como lo están mostrando las encuestas, es el propio presidente Fox, mientras las dudas no se disipan sobre el papel que juega y jugará su esposa.
Como los medios insisten y no le "creen" al presidente, éste se enoja y la mejor demostración de ello fue su declaración de ayer de que "el presidente y el gobierno" sí eran valorados en el exterior, dando a entender explícitamente que fuera de México se valoraba más la labor del gobierno que dentro del propio país. Y caer en el autoelogio es, lisa y llanamente, un error que, ya lo vamos a ver, será contraproducente para la causa del propio presidente. Por lo pronto, ayer mismo la señora Fox había convocado a una conferencia de prensa, en Foz de Iguazú que, final y afortunadamente, se canceló para dejarla para mejor oportunidad, se dijo para no opacar al presidente. Fue una buena decisión, pero si el propio presidente Fox sigue insistiendo, él en el tema Marta, el que está opacando los temas de la gira sudamericana es el propio presidente y se está repitiendo un fenómeno mediático similar al que se dio en la gira europea del presidente, en la época de la crisis con Cuba, cuando ese tema desplazó, desde la propia presidencia, a lo que estaba ocurriendo en la propia gira.
El enojo a los políticos les hace perder el rumbo. Y pagan, siempre, un costo. López Obrador lo ha hecho hasta el hartazgo en las últimas fechas. Y cada día sigue, en su enojo y búsqueda de quién se la pague, sumando conjurados al complot en su contra. Ayer, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación rechazó el recurso de inconstitucionalidad que había solicitado la asamblea de representantes a su proceso de desafuero (algo que cualquiera que tuviera algún conocimiento del derecho le hubiera podido decir que ocurriría) el jefe de gobierno se lanzó a una serie de descalificaciones sobre la Corte, diciendo que respondía a consignas políticas no jurídicas, incluso diciéndolo antes de que se divulgara la resolución de la propia Corte.
En otras palabras, la Corte se transforma en una parte más del complot. Es una barbaridad y una pésima interpretación política. Pero el jefe de gobierno también está enojado, ya no escucha, ya no asume más realidad que la suya, como está ocurriendo con el presidente Fox.
Los costos, sin duda, los pagarán ambos, pero también, cada día más, los pagaremos todos nosotros, porque el deterioro del clima político es palpable y cuando dos de las principales autoridades del país no asumen sus propias responsabilidades y apuestan a la polarización, difícilmente habrá ganadores. Paradójicamente, el que se presenta con el papel de conciliador, de buscador de acuerdos, es nada menos que Roberto Madrazo. Y los resultados electorales del domingo pasado deben entenderse en esta lógica.
Durazo ¿a dónde?
Para muchos la decisión de Alfonso Durazo de renunciar y divulgar como lo hizo su famosa carta, no es sólo un gesto individual, es parte de una decisión política que va más allá de una ruptura personal. ¿Qué hay detrás?¿para quién juega o jugará Durazo se preguntan? Hay quienes ven a Durazo hoy cerca de López Obrador, con un enemigo común, el famoso Innombrable, o sea Carlos Salinas. Otros creen que regresará al redil y que por eso, el PRI, está tan bien informado del caso Lotería Nacional. Todo puede ser, lo que no es creíble, aunque sea posible, es que todo sea absolutamente personal.