El Mariachi de Andrés Manuel
Columna JFM

El Mariachi de Andrés Manuel

Durante la inauguración del pequeño tramo del segundo piso del Periférico abierto al público, no al tránsito, el domingo, modificando la letra de El rey y ungiendo a Andrés Manuel López Obrador en una suerte de José Alfredo Jiménez posmoderno, los mariachis le cantaron a voz en cuello que ?con el fuero o sin el fuero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley?, describiendo así, mejor que muchos analistas, la verdadera forma de ejercer y entender el poder del jefe de gobierno: no importa si tiene o no fuero, hace lo que quiere y la única ley que acepta es la que surge de su palabra.

¿Qué frase podría estar más alejada del multicitado espíritu juarista del jefe de gobierno capitalino y más cercana a su verdadera concepción poco tolerante y autoritaria de la política que la que le cantaron los mariachis de la secretaría de seguridad pública del DF durante la inauguración del pequeño tramo del segundo piso del Periférico abierto al público, que no al tránsito, el domingo? Modificando la letra de El rey y ungiendo a Andrés Manuel López Obrador en una suerte de José Alfredo Jiménez posmoderno, le cantaron a voz en cuello que "con el fuero o sin el fuero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley", describiendo así, mejor que muchos analistas, la verdadera forma de ejercer y entender el poder del jefe de gobierno: no importa si tiene o no fuero, hace lo que quiere y la única ley que acepta es la que surge de su palabra. ¿Quién dijo autoritarismo?

El comentadísimo proceso de desafuero del jefe de gobierno es parte de esa lógica. Hoy estamos enredados en la conveniencia o no de esa medida, en lo desestabilizadora o no que puede resultar. Pero el hecho cierto es que el jefe de gobierno durante tres años ignoró al poder judicial y sus sucesivas resoluciones sobre éste y otros temas y fue el propio poder judicial el que cansado de que el jefe de gobierno ignorara sus resoluciones, el que decidió pedir a la PGR la demanda por desacato contra Andrés Manuel. No fue al revés, tampoco será la cámara de diputados quien decidirá sobre si López Obrador es o no culpable: lo único que decidirá la cámara en el proceso de desafuero es si se tienen los elementos judiciales suficientes como para iniciar ese proceso, solicitado, insisto, no por la PGR ni por el ejecutivo federal sino por un poder judicial en buena medida cansado de que López Obrador, una y otra vez, los ignorara y descalificara. Cuando se tiene como norma de ley sólo la propia palabra es difícil entender a los demás.

Pero los mariachis de la SSP local no fueron los únicos protagonistas de la jornada del domingo. Ese día no hubo multitudes, como cuando se inauguró el distribuidor vial, ni la noticia generó la misma expectativa. Es más, no tenía porqué generarla porque se trata de una obra que, hoy, todavía, no lleva a ninguna parte: los lectores de muchos estados se sorprenderán de que se le dé tanta importancia a un segundo piso, a una vialidad que, hoy tiene un largo de sólo tres kilómetros y concluye simplemente en una bajada que no lleva a ningún lado. Una obra que no se sabe cuando quedará realmente concluida; que quince minutos antes de la inauguración aún estaba sin terminar, incluso en el tramo inaugurado (que además se había dicho que estaría terminado para junio); que ya se ha dicho que se hará, pese a lo anunciado originalmente, sólo de norte a sur pero no de sur a norte (¿entonces para qué destrozar parte del Periférico, colocar enormes pilotes y vigas si no estaba contemplado así en el proyecto original?). Una obra en la que no sabemos cuánto y cómo se gastó, pero que no se concluirá porque nos dicen que ya no tienen dinero (aunque muchos piensan que será porque López Obrador dejará su cargo en diciembre para dedicarse a la campaña electoral). Y la pregunta es, si en realidad no les alcanzó el dinero, ¿qué hicieron con éste, cómo se pudo en unos meses disparar tanto el costo de las obras como para decirnos ahora que, si bien nos va, sólo se nos entregará la mitad de la misma con un disculpen ustedes el tiradero?

Una inauguración pues, de una obra que no está terminada y que, como en los mejores tiempos, quizás no lo estará nunca, pero de la que no sabemos cuánto costo, a quién se le pagó, cómo se pagó y todo porque ello se ha convertido, ni modo, en un secreto de estado.

Pero lo asombroso de eso no es la inauguración en sí, sino los invitados que se prestaron a ese engaño. Me hubiera parecido perfecto que se realizara un gran acto para cortar el listón de una gran obra, de una obra que llevara la impronta de un gobierno. No se trata de este caso. Pero allí estaban desde el cardenal Norberto Rivera, hasta los propietarios de varios de los principales medios del país, sobre todo electrónicos. Ahí estaban no sólo los aliados, sino incluso aquellos que hasta hace unos días el propio jefe de gobierno había acusado de ser parte de un complot en su contra para derrocarlo, aquellos a los que había acusado de estar protegiendo a Carlos Ahumada para hundirlo, aquellos que según el jefe de gobierno están engañando a la población con el tema de la inseguridad aliados, por cierto, con la ultraderecha. ¿A qué fueron?

No dejó de ser paradójico que el que quiso estar pero no lo dejaron estar allí fue el enviado por el gobierno federal en representación del presidente Fox, el director de Banobras, Luis Pazos, a quien no se dejó participar pese a ser Banobras uno de los principales financieros de las obras viales emprendidas por el gobierno capitalino. Es una paradoja, además, porque el propio Luis Pazos ha sido uno de los defensores del derecho fiduciario para no divulgar plenamente a cuánto suma el financiamiento del gobierno federal al de la ciudad de México para las obras que emprende el jefe de gobierno. Hace menos de un mes, el 2 de agosto, publicamos en Milenio Semanal un texto titulado "Un segundo piso sin honestidad" en el cual hablábamos de ese tema.

Pazos no quiso divulgar a cuánto sumaba el financiamiento de Banobras al DF para los segundos pisos. Luego dijo que sólo se habían aportado cien millones de pesos pero que habían sido entregados a un solo contratista pero que no podía dar los detalles por el secreto fiduciario, porque el GDF colocó todos los recursos del segundo piso en un fideicomiso que no permite que se investigue. El hecho es que los datos duros contradicen lo dicho por Pazos: el año pasado, ese fideicomiso para los segundos pisos se endeudó en más de mil millones de pesos, mientras que la deuda global del GDF alcanzó la cifra histórica de 41 mil 634 millones de pesos. Interrogada sobre la participación de Banobras en el financiamiento de los segundos pisos, la encargada de la obra, Claudia Scheimbaum mintió: dijo que Banobras no había aportado nada para esas obras y que todas se financiaban con "los impuestos de la gente". No es verdad, ahí está la deuda declarada sólo el año pasado de mil millones de pesos. La asambleísta Lorena Villavicencio declaró que no hubo endeudamiento, pero que se habían utilizado 40 millones de pesos de los presupuestos del metro y de la secretaría de salud local, para iniciar las obras del segundo piso. Pero la obra, ahora sabemos que sólo la mitad de la misma, costará dos mil millones de pesos: ¿de dónde salieron los otros 960 millones si asumimos que según la cuenta pública el endeudamiento en el 2003 ya había sido de mil millones?

Olvidémonos de que la ley de obras del DF prohíbe crear fideicomisos para financiar obras públicas en la ciudad precisamente con la intención de transparentar los gastos. Olvidemos que Banobras también ha violado la ley porque no puede otorgar recursos para obras que no tengan, como los segundos pisos, posibilidad de recuperación (o sea: Banobras puede financiar el Metro, las instalaciones eléctricas o una carretera de peaje porque a pesar del subsidio se paga por su uso, pero no una obra sin posibilidad alguna de recuperación, precisamente para obligar que ésas obras se financien con recurso propios de los mismos gobiernos locales). Olvidemos todo ello: lo que no podemos olvidar es que la única entidad de la república que no se hace responsable de su propia deuda pública, es el Distrito Federal, que por su situación tiene como aval al gobierno federal. Si cualquier otro estado se endeuda o hace obras inútiles, eso lo pagarán sus propios contribuyentes: la deuda del DF, incluyendo los miles de millones que le ha entregado Banobras para estas obras al GDF, los pagaremos todos los contribuyentes de la república. Lo menos que podríamos pedir es que las obras efectivamente se terminaran y que los recursos utilizados en ella sean transparentes. ¿Pero cómo se le va a pedir eso a quien hace lo que quiere y que, como única ley, acepta su propia palabra?

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