La marcha y el error
Columna JFM

La marcha y el error

Andrés Manuel López Obrador tiene todo el derecho de organizar y participar en una marcha como la que se realizará el próximo domingo en pos de su defensa. El problema es que quizás el jefe de gobierno capitalino no ha comprendido que si seguimos la tesis del supuesto complot que tanto se ha empeñado en imponer, tendríamos que llegar a la conclusión de que los conspiradores en su contra han tenido éxito, han logrado mostrar la peor cara de López Obrador, la de la intolerancia, la de la dureza innecesaria, la del político rencoroso y bronco.

Partamos de una base: Andrés Manuel López Obrador tiene todo el derecho de organizar y participar en una marcha, como la que se realizará el próximo domingo en pos de su defensa. El problema es otro: quizás el jefe de gobierno capitalino no ha comprendido plenamente, que si seguimos la tesis del supuesto complot que tanto se ha empeñado en imponer, tendríamos que llegar a la conclusión de que los conspiradores en su contra han tenido éxito: como ya lo dijimos hace varias semanas, han logrado mostrar la peor cara de López Obrador, la de la intolerancia, la de la dureza innecesaria, la del político rencoroso y bronco. La del político a la defensiva, como decía muy bien Guillermo Valdez el jueves en Milenio Diario.

Este domingo se apuntarán otro éxito notable: lograrán que López Obrador no sólo muestre su peor cara sino, también, un regreso al pasado, al Andrés Manuel de Tabasco, el de la toma de pozos y marchas al DF, el de una estrategia que lo posicionó, sin duda, en el panorama político y le dio popularidad pero que jamás le permitió ganar una sola elección en su estado.

¿Por qué será, cuando se la observe retrospectivamente, un error grave el que López Obrador cometerá el domingo próximo al participar en la manifestación en su propia defensa? Primero por un hecho obvio: un gobernante que, además, aspira a presidir el país, debe apostar, necesariamente a las leyes y las instituciones. Enfrentarlas con la movilización y las presiones, descalificar la necesaria negociación política entre los diferentes actores considerándolas conspiraciones en los oscurito, rechazar la política que en buena medida es sinónimo de negociación y acuerdos en el marco de la ley, lo equiparará a un personaje con el cual, hasta hace unos meses, López Obrador no quería compararse pero que, ahora después de las resultados del referéndum revocatorio, sus epígonos han redescubierto: con un Hugo Chávez que difícilmente podría transitar políticamente por un México mucho más complejo social, política, cultural y geográficamente que Venezuela. Y nada puede espantar más a los principales grupos de poder en México que esa posibilidad.

Pero fuera de lo evidente, existen otros elementos que agudizarán esa visión. Primero, el costo de la movilización del domingo: en el propio PRD han hablado de 25 millones de pesos (ayer Gerardo Fernández Noroña redujo la cifra a "sólo" 11 millones de pesos), sin incluir el pago de spots en las principales televisoras para publicitarla. ¿Tiene sentido que un partido que se supone en quiebra como el PRD gaste semejante cantidad en una marcha? Se dirá que ese gasto se ha cubierto con aportaciones voluntarias. El problema es que las redacciones de los medios se han llenado en los últimos días de mensajes, testimonios y llamadas de empleados del gobierno del Distrito Federal, incluso de los niveles más modestos, reclamando por esas aportaciones que de manera nada voluntaria les exigieron y que van desde un descuento de 10 o 15 por ciento de su sueldo hasta un día de salario. Lo mismo que la inauguración del domingo anterior del tramo del segundo piso del Periférico, la marcha será vista, una vez más, como un regreso a las más antiguas formas de ejercer el poder.

¿Para qué se necesita en última instancia tanto dinero para una marcha? La enorme movilización ciudadana del 27 de junio no costó a sus organizadores ni remotamente una cantidad similar: la diferencia se llama acarreo. Este domingo habrá acarreados de todo el país que llegarán al Zócalo, no será, en lo central, una movilización espontánea, sino organizada, con contingentes y pase de lista para comprobar que los empleados capitalinos y los distintos grupos clientelares hayan participado con sus respectivas "cuotas" de manifestantes. Por cierto, todo, desde el lugar y la hora de convocatoria hasta el recorrido elegido, son idénticos a los de esa marcha del 27 de junio, que López Obrador sigue viendo como parte de la conspiración en su contra y frente a la cual quiere demostrar un mayor poder de convocatoria: no entiende que ninguna movilización partidaria podrá igualar una marcha convocada, organizada y llevada a cabo con tanto éxito por organizaciones de la sociedad civil. Siempre, cualquier partido saldrá perdiendo en esa comparación. El domingo no será la excepción.

Por supuesto que eso tiene una intención que se relaciona con lo ya dicho por López Obrador y demostrado palmariamente con los famosos comics: la marcha del domingo, contrapuesta a la del 27 de junio, servirá (en la lógica del gobierno capitalino) como un capítulo más de la telenovela política "nosotros los pobres, ustedes los ricos". Esa tesis se fortalecerá con otro elemento: la confluencia de la marcha del domingo con las movilizaciones que el mismo lunes comenzará el sindicato del IMSS y los de la UNT contra las reformas a la ley de pensiones del seguro social, haciendo aparecer en un paquete común, esas reformas legales con el proceso de desafuero de López Obrador.

Finalmente, otro error será la participación de López Obrador como principal orador en la misma, en pleno Zócalo. Será visto, es visto, como lo que es, un mecanismo de autodefensa, donde al jefe de gobierno no le quedará espacio para negociación alguna. Claro, el argumento es que López Obrador no desea realizar ninguna negociación según sus propias palabras.

El problema, entonces es otro: ¿qué viene? López Obrador en realidad se está preparando para dejar su cargo en las próximas semanas, a más tardar en diciembre y comenzar, por una parte, su defensa ante el proceso que se le sigue presentándolo como una agresión política en su contra, por la otra utilizándolo como instrumento para recorrer el país en su defensa. Esperará aún unos días para ver si el procedimiento de desafuero sale relativamente rápido para obtener, si es rechazado, un triunfo político y si avanza para tener la oportunidad de hablar ante el pleno de la cámara de diputados: será algo así como la versión local de "la historia me absolverá".

Pero como el propio jefe de gobierno está percibiendo que la situación tiende a prolongarse y que sobre todo en el PRI lo que buscará es llevar lo más lejos posible el proceso de desafuero en el tiempo sin comprometerse, porque mientras éste continúe el desgaste es de López Obrador y del presidente Fox, o sea del PRD y del PAN, sin duda optará, antes de que concluya el proceso en la cámara de diputados, por presentar su renuncia, con un elemento adicional que lo llevará a adoptar esa decisión: si es desaforado su reemplazante al frente del GDF lo designará el senado a propuesta del presidente de la república. Si renuncia o pide licencia, su reemplazante lo designará la asamblea legislativa del DF que domina el propio López Obrador.

En realidad la marcha del domingo es el principio de la ceremonia del adiós de López Obrador al gobierno capitalino y el inicio formal de su campaña presidencial, con el obstáculo (que él quiere utilizar como trampolín) del proceso penal en su contra. Por eso, a pesar del error insistirá, apostará todo en ella.

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