El último año de Fox¿el primero del PRI?
Columna JFM

El último año de Fox¿el primero del PRI?

Con el informe de ayer comenzó el último año real de gobierno del presidente Fox. Entre el cuarto y el quinto informe es cuando las administraciones sexenales tienen la última oportunidad de realizar los ajustes que le terminarán de dar el sello a su administración y preparar no sólo la elección presidencial inmediatamente posterior sino también el escenario de la sucesión, que en este caso será mucho más complejo que cualquiera de los anteriores.

Con el informe de ayer comenzó el último año real de gobierno del presidente Fox. Entre el cuarto y el quinto informe es cuando las administraciones sexenales tienen la última oportunidad de realizar los ajustes que le terminarán de dar el sello a su administración y preparar no sólo la elección presidencial inmediatamente posterior sino también el escenario de la sucesión, que en este caso será mucho más complejo que cualquiera de los anteriores.

El presidente Fox ha apostado para el futuro inmediato a una carta que quizás es la que tendría que haber enarbolado siempre: los cambios reales, concretos, aterrizados, no las grandes reformas estructurales sino las reformas que le permitan los acuerdos puntuales con otras fuerzas políticas. No es un buen momento para realizar reformas de fondo. Quizás nunca lo es, siempre éstas se han tenido que imponer políticamente a partir de acuerdos entre distintas fuerzas desde la cima del poder político, pero en este caso la situación global es aún más compleja. En la conocida encuesta latinoamericanaza denominada Latinobarómetro, se asegura, por ejemplo, que sólo el 17 por ciento de la población mexicana está satisfecha con la democracia. Es el porcentaje más bajo desde que inició la transición a fines de los 80 (por cierto, el martes se realizó en la UNAM un muy merecido homenaje a quien fue el artífice de ese inicio transicional, don Jesús Reyes Heroles, un personaje, un hombre que hoy sería muy necesario para encauzar una vida política tan desarticulada) y demuestra, con claridad la pérdida de expectativas de la población con su sistema político.

No se trata sólo de un problema de percepciones: el sistema realmente no funciona, no está diseñado para funcionar en un esquema donde el presidente no tiene el control del congreso. Quizás por eso, la mayor satisfacción con la democracia en el Latinobarómetro fue, en nuestro país, en 1997, con casi un 50 por ciento. En esa fecha, en esos comicios, se terminó de romper el sistema tradicional: Cárdenas ganó el DF, la oposición con el famoso G4 se hizo del control de la mayoría del congreso…y desde entonces el sistema dejó de funcionar como tal. La alternancia en el 2000 fue la continuación de esa tendencia pero no alcanzó para tener un sistema realmente eficiente, que ayudara a progresar al país y mejorar la calidad de vida de todos nosotros: al contrario agudizó sus insuficiencias y contradicciones. Por eso la gente está desencantada con la democracia. Porque ésta no le ha solucionado los problemas, y los políticos les ofrecen rollos, confrontaciones y una disputa del poder por el poder, que lleva, a algunos, a mirar hacia atrás y buscar una salida tan mesiánica como paternalista, pensando que en el pasado está la solución, mientras que muchos terminan inclinándose por el hastío y el simple desencanto.

¿Qué hacer, entonces, en sólo un año cuando poco se ha podido avanzar en los anteriores cuatro?¿a qué reformas apostar para tener un saldo relativamente positivo al final de la administración?. El presidente Fox convocó ayer a acuerdos, a buscar un clima político que permita los mismos y realizar algunas de las reformas que el país necesita. Ese clima político estará, lo hemos visto en las últimas semanas, muy alterado, será muy complejo y estará cruzado por una judicialización de la política que la transforma automáticamente en enfrentamiento y crispación. Quizás por eso mismo, las reformas claves y posibles para el futuro inmediato, las que pueden darle forma a un sistema político que ya está rebasado, son aquellas que sienten las bases para una gobernabilidad viable en el próximo sexenio.

Para avanzar en ese sentido, la administración Fox deberá establecer (todo aparenta que ya lo ha hecho), un acuerdo con el priismo. Para el tricolor que hoy controla, de una u otra forma, las mayorías legislativas, más de la mitad de los estados y municipios, y que sigue teniendo la estructura partidaria mejor distribuida en todo el país, se trata, además, de la oportunidad de demostrarle a la sociedad que puede regresar al poder. Lamentablemente, esa oportunidad en el priismo se da en un momento en el cual, ese partido se encuentra con fuertes fisuras internas, con una presencia mayoritaria en sus espacios de dirección de personajes que están pensando más en la restauración que en las transformaciones futuras del país, con algunos otros que, lisa y llanamente resultan impresentables en un México que pretende ser democrático (¿realmente estarán pensando en ungir a Murat como líder de la CNOP?¿alguien en el PRI comprenderá el tamaño de ese error?¿qué le puede decir un personaje como Murat a los ectores populares y urbanos?)

En ese difícil equilibrio interno, ayer el priismo mostró en Manlio Fabio Beltrones, desde la presidencia de la cámara de diputados, un personaje que puede ser clave en la búsqueda de ciertos acuerdos y, también, para establecer equilibrios globales dentro del propio PRI. Por supuesto que Beltrones no es monedita de oro y es un político con pasado, de enorme habilidad política pero también con experiencia en los manejos de los ámbitos menos transparentes de la operación política. Pero no cabe duda que se trata de un hombre con talento y con claridad en sus objetivos, que en un momento como el actual puede transformarse en el impulsor, desde la cámara, de un paquete de moderadas reformas estructurales (el mejor ejemplo de ello fue la iniciativa de reforma del IMSS, elaborada por sectores sindicales pero que llevó la firma del ahora presidente de la cámara, una reforma que no soluciona los problemas estructurales, de fondo del IMSS ni del sistema de pensiones, pero que envía una señal, un guiño a sectores de la iniciativa privada y a grupos de poder de que en el futuro esas reformas sí serían posibles… claro, si el PRI recupera la presidencia) hasta algunas reformas importantes para el establecimiento de una nueva gobernabilidad.

Al contrario de lo que algunos creen, lo dicho ayer por Beltrones en ese sentido, sí sería parte de la agenda del priismo, por lo menos de ciertos sectores que confluirían en torno al propio Madrazo, a Beatriz Paredes, a Enrique Jackson, a algunos gobernadores, e incluso a la gente de Elba Esther Gordillo, lo que lo convierte en una suerte de gozne en ese partido tan ayuno a veces de buena política. Beltrones quiere impulsar esa reforma del estado de la que tanto se habla y tan poco se hace, y sobre todo trabajar respecto a la lógica de la nueva gobernabilidad. El punto central en ese sentido es avanzar en una transformación del sistema que permita e impulse los acuerdos: y eso pasa por la creación de una figura de jefe de gabinete o primer ministro propuesta por el presidente pero refrendada por más del 50 por ciento de los votos en alguna instancia legislativa, muy probablemente el senado.

Ese acuerdo es clave para la futura administración, quien sea el que gane las elecciones en 2006, por que nadie tendrá una mayoría propia, al contrario, probablemente el poder estará más dividido aún que hoy y sin ello seguiremos sin acuerdos legislativos. Pero también es clave para normar la actitud de los partidos y sus dirigentes en el futuro inmediato, porque todos tendrán que tomar en cuenta que, lo que hagan en la actualidad, dentro y fuera de su partido, podrá ser tomado en cuenta en el futuro. Ese sólo cambio modificaría la actitud de importantes grupos y dirigentes llevándolos de la confrontación hacia una colaboración, aunque sea tímida e interesada.

Usted se preguntará porqué en este esquema no aparece, por ejemplo, el PRD. Parece ser obvio que el perredismo, en principio, hará girar su actividad en el futuro inmediato en sus intentos por evitar el desafuero de Andrés Manuel López Obrador al tiempo que éste busca consolidar su candidatura. Por supuesto que existen sectores del PRD que tienen miras más elevadas que sólo éstas y que podrían trabajar en esta lógica, pero también es verdad que la única forma de potenciar a esos sectores es ofrecerles una alternativa que premie más el diálogo que la confrontación. Ese estímulo hoy, para ellos, casi no existe: sólo una serie de reformas como las que se insinuaron ayer en el terreno de la gobernabilidad podría hacerles siquiera más atractivo el camino del diálogo.

Mientras tanto, el presidente Fox tiene sus últimos doce meses de oportunidad, y el PRI, de alguna forma gobernando desde la cámara, tiene la opción de mostrar que quiere algo más que una simple restauración del poder.

Un monopolio llamado Cablevisión

El servicio de televisión por cable en la ciudad de México está virtualmente monopolizado por la empresa Cablevisión. Su forma de actuar confirma todos los vicios de una empresa monopólica: su servicio es desastroso, su interés por los usuarios es nulo y su falta de seriedad casi completa. Pero como nadie puede competirles parece que nada les importa. Viva el monopolio.

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