La Tregua de Fox
Columna JFM

La Tregua de Fox

El miércoles en el IV informe de gobierno, el presidente Fox parecía que estaba en una labor que realizaba a disgusto, con la sensación de que el poder ?se le estaba escapando?. El presidente Fox que ofreció a los legisladores su propia tregua se confronta día a día con un país y una realidad que insistimos, pareciera que se le está escapando de las manos, sin demasiadas salidas posibles.

La Tregua se titula el libro más famoso del escritor uruguayo Mario Benedetti. La Tregua es una suerte de diario, de reflexión existencial conosureña de Martín Santomé, un hombre por arriba de los 50, a punto de jubilarse en un trabajo que no le gusta, que se arrepiente de su falta de decisión y considera que no ha hecho nada de valor con su vida. "Tengo la sensación, dice, de que la vida se me está escapando".

Así parecía estar el presidente Fox el miércoles en el IV informe de gobierno: parecía que estaba en una labor que realizaba a disgusto, con la sensación de que quizás no la vida pero que sí el poder "se le estaba escapando". Claro que el personaje Martín Santomé huyó de todo ello enamorándose de una joven compañera de trabajo, Laura Avellaneda, y el presidente Fox, que ayer ofreció a los legisladores su propia tregua, se confronta día a día con un país y una realidad que, insistimos, pareciera que se le está escapando de las manos, sin demasiadas salidas posibles.

La frase de la tregua no estaba en el cuerpo del discurso que leyó el presidente. Fue incorporada de última hora y tenía sentido en el clima de confrontación y crispación que se vivía en el congreso y en la ciudad de México. Como el personaje del libro, el presidente quiere algo nuevo, un espacio idóneo para salir de la situación que parece ahogarlo. Sin una tregua, aunque sea parcial, acotada, para algunos puntos específicos, será una tarea casi imposible mantener la gobernabilidad en los dos próximos años.

La pregunta es si es posible una tregua, si existe voluntad política para sacarla adelante, cuáles serían sus objetivos y con quiénes se establecería. Casi nunca las treguas son generales y con todos los participantes en un conflicto. Una tregua no es la paz: es un espacio de no confrontación en medio de una guerra. Para avanzar en una tregua los objetivos deben ser muy claros. Si hablamos de política se debe basar en acuerdos específicos entre actores concretos, acuerdos que no irán más allá que lo estipulado originalmente, entre otras razones porque luego los actores saben que seguirá la confrontación. Paradójicamente, si bien el presidente Fox habló de una tregua aparentemente destinada a frenar la confrontación con el perredismo y sectores sindicales del Seguro Social y la UNT, en realidad será por lo menos difícil establecerla con ellos (aunque el repudio de la gente y el fracaso del paro del primero de septiembre debería ser una llamada de atención en esos grupos). La tregua real se podrá establecer con el PRI y, quizás, con algunos sectores perredistas en puntos muy específicos. El PRI está dispuesto a avanzar en una tregua porque le conviene, la necesita y porque ella le sirve para fortalecer sus posiciones de cara al 2006. El gobierno la necesita como el aire para poder concretar acuerdos que le permitan consolidar su salida. En ciertos sectores del PRD, por ejemplo entre sus gobernadores que, con la excepción del mandatario de Baja California Sur, Leonel Cota Montaño, no están de acuerdo con la estrategia de defensa adoptada por López Obrador respecto al tema del desafuero, también podría haber interés en llegar a algunos acuerdos específicos, aunque éstos difícilmente podrán impone su opinión a unos diputados establecidos en plena lógica de hoolligans políticos.

Ayer, Santiago Creel señalaba cuáles pueden ser para el gobierno los dos aspectos centrales para avanzar durante la tregua: por una parte, sacar adelante los acuerdos y reformas básicas en el ámbito de la seguridad pública (y la verdad es que sería criminal que los partidos no pudieran o no quisieran llegar a acuerdos claros, concretos y de fondo en este tema que tendría que ser lejano a los más estrechos intereses políticos) y en los poco más de 300 acuerdos alcanzados por unanimidad en la Convención Nacional Hacendaria, pese a que habría que recordar que algunos de los aspectos centrales, como la forma de cubrir el hueco de 48 mil millones de pesos que dejará la federalización fiscal propuesta, y que tendría que ser a través de impuestos como el IVA, no obtuvieron consensos y, por lo tanto, difícilmente se podrán procesar en el congreso.

El PRI y particularmente su presidente, Roberto Madrazo, pese a que no ha dicho ni una palabra al respecto, está trabajando en una reforma en el ámbito energético, muy similar a la que por algunos días publicitó el año pasado, antes de que la crisis de su bancada y el tema del IVA fracturara el grupo parlamentario y paralizara la labor legislativa. En aquella época, Madrazo y Elba Esther Gordillo se habían repartido, de alguna manera, las reformas: Elba se encargaría de la hacendaria, Roberto de la energética. Pero las líneas de comunicación se cruzaron, desde el gobierno se apostó a la negociación con la maestra y Madrazo preparó la ruptura, aún a costo de desconocer compromisos ya asumidos con diversos sectores. Hoy con una situación reconstruida en la cámara y en los equilibrios internos del partido, avanzará en ello de la misma forma que vía Manlio Fabio Beltrones avanzaron en la tímida reforma del IMSS. Pero en esto lo importante, para los priistas y de cara al 2006, quizás más que las grandes reformas son las señales y a eso se han abocado.

Beltrones lleva, por su parte, su propia agenda, en torno a la gobernabilidad. Después de su discurso del miércoles, de la respuesta que dio al mensaje presidencial, sabe que sus bonos, sin duda, han subido, pero también los adversarios que lo tendrán en la mira. Para Beltrones el tema de la gobernabilidad es clave, tanto por su experiencia política como por sus intereses futuros: Beltrones no sólo quisiera sacar esas reformas para hacer funcional un sistema que ya no lo es, sino también, muy probablemente, porque considera que en esos nuevos ámbitos se desarrollará casi naturalmente su futuro espacio de actividad política.

La pregunta sigue siendo si los priistas serán capaces de operar estos puntos (los que les ofrece el gobierno y los que ellos quieren poner en la agenda) con una cierta unidad. Por una parte los elbistas, si bien minoritarios, siguen teniendo un peso en la cámara, pero difícilmente se opondrán a reformas que, de alguna forma ya han impulsado. El problema para el PRI está en los duros, en los que siguiendo a un Emilio Chauyffet que parece haber olvidado lo que en su momento aseguraba haber aprendido con Jesús Reyes Heroles, descubrió que parte de sus diputados habían dado la espalda (pocas veces se ven tan mal los priistas como cuando actúan como una mala copia del perredismo bronco) al presidente porque habían "sido provocados" por el discurso "agresivo" de éste. Y del discurso presidencial del miércoles se podrán decir muchas cosas, menos que fuera agresivo o provocador, resultaba hasta casi anodino. Pero Chuayffet, al que el papel de creciente peso que adoptó Beltrones no le gusta, quiere hacerse fuerte con los duros, incluso los de su propio estado (se asegura que es uno de los apoyos, en el estado de México para el "rebelde" Isidro Pastor). Y cuando la perra es brava hasta a los de la casa muerde.

El presidente Fox quiere, para todo eso, una tregua. Ojalá la logre y sepa que hacer con ella, porque pocas cosas generan batallas, combates más violentos que una tregua fracasada. Por cierto, la tregua existencial, vía el amor, de Martín Santomé, terminó también en una tragedia.

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