Bendito desafuero o el secreto del éxito
Columna JFM

Bendito desafuero o el secreto del éxito

El jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, logró con el tema de su presunto desafuero, su mejor cortina de humo para evadir el más grave de los problemas de su administración y de su futura candidatura presidencial: con el desafuero logró desplazar del debate la corrupción en su gobierno, logró pasar de ser el responsable político y legal de una sucesión inexcusable de actos de corrupción en su equipo más cercano, a que amplios sectores, incluyendo algunos medios, lo ayuden a convertirse en una víctima del sistema. Y en buena medida ha tenido éxito en esa labor.

"El secreto del éxito es la honestidad, si puedes evitarla, está hecho".
Groucho Marx

El jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, logró con el tema de su presunto desafuero, su mejor cortina de humo para evadir el más grave de los problemas de su administración y de su futura candidatura presidencial: con el desafuero logró desplazar del debate la corrupción en su gobierno y en su administración, logró pasar de ser el responsable político y legal de una sucesión inexcusable de actos de corrupción en su equipo más cercano, a que amplios sectores, incluyendo algunos medios, lo ayuden a convertirse en una víctima del sistema. Y en buena medida ha tenido éxito en esa labor.

El jefe de gobierno capitalino que ha sido tan duro con el gobierno del presidente Fox tendría que estarle agradecido: pocas veces un político de la oposición ha recibido un apoyo tal, pocas veces se le ha otorgado una opción tan eficaz para sacarlo del agujero en el que se había metido.

¿Qué mejor demostración de ello que el insulso informe que presentó el jefe de gobierno capitalino el viernes pasado sobre su IV año en el gobierno de la ciudad? En poco menos de una hora, habló, sobre todo, de su desafuero, hizo una amplia apología de sí mismo y ocultó, sin pronunciar una palabra sobre ello, los temas torales que marcaron este año en la administración capitalina: la oposición decidida del gobierno de la ciudad a una ley y un consejo de transparencia que realmente funcione como tal; la negativa del jefe de gobierno de reunirse aunque sea una vez con los partidos de oposición en la capital; los actos de corrupción que han determinado que hoy dos ex delegados capitalinos estén prófugos, luego, por cierto, de investigaciones y denuncias que no inició el gobierno de la ciudad; la fuga de su secretario de finanzas, Gustavo Ponce Meléndez y sus 17 viajes de lujo a Las Vegas en un año sin que el jefe de gobierno se enterara siquiera de que estaba fuera de México; la corrupción, también, de su principal operador político, ex secretario particular y líder de la asamblea: y no es un tema ajeno al jefe de gobierno porque cuando René Bejarano comenzó a corromperse (bueno, en realidad eso ocurrió mucho antes, pero hablamos de cuando comenzó a pedirle dinero a Carlos Ahumada y posiblemente a otros) todavía era su secretario particular y despachaba en la oficina de junto al jefe de gobierno; no habló ni se lo cuestionó sobre la protección política que le brinda a Bejarano y su corriente que incluso se reúne para demandar el cese de la "cacería de brujas" contra "el pobre" dirigente, claro, con gastos pagados por la ALDF (lo que confirma una vez más el grado de corrupción y de utilización patrimonial de esa corriente que se ha convertido en el principal respaldo interno del jefe de gobierno); no habló de la corrupción de un delegado cercano al jefe de gobierno, Carlos Imaz, cuya esposa, Claudia Sheimbaum, sabía lo que estaba sucediendo y no sólo no ha sido removida del gabinete sino que sigue a cargo de las principales obras del gobierno capitalino; tampoco ha informado el jefe de gobierno, cómo se han financiado esas obras, a quién se le debe, porqué se han retrasado en forma tan notable; porqué trasladó recursos del Metro y de la secretaría de salud capitalina para la construcción de los segundos pisos; menos aún cuál es la relación con Nafinsa y cuánto del dinero de la Federación está depositado en los fideicomisos que, como el de la construcción de los segundos pisos, son secretos y sus números no han sido divulgados; dice que la deuda de la capital no ha crecido pero los números lo desmienten, además de que no sabemos cómo, con quién y a qué plazos se ha endeudado (por ejemplo, para la compra de los nuevos vagones del metro); no habló el jefe de gobierno de su oposición hasta el insulto de los manifestantes contra la inseguridad ni tampoco del financiamiento ilegal de los comics impresos por millones para hacerse publicidad y agredir a los sectores de la población que simplemente no aceptan verlo como su rayo de esperanza. No habló de los taxis tolerados, de los "panteras", ni de las invasiones de viviendas de los pancho villa, ni de las salidas para el tema de la basura, ni tampoco sobre qué hará con un sistema de drenaje que, por falta de servicio puede colpasar la ciudad en cualquier momento.

El jefe de gobierno no habló de nada de eso en su informe: no explicó, no dio ni siquiera su versión sobre los hechos bochornosos que han marcado este año de gestión en la ciudad de México. Se vio obligado a abordar los temas, pero tampoco respondió directamente a los cuestionamientos, sólo cuando fue interrogado al respecto por legisladores locales del PAN y el PRI. Pero el eje de su mensaje estuvo en el desafuero, dijo que no había cometido delito alguno, exigió que no lo desaforarán, amenazó implícitamente a los jueces que llevan el caso, dijo que en última instancia su destino no está en manos de la justicia sino de "la gente". El desafuero como cortina de humo para evitar hablar de la corrupción en su gobierno, para depurar de adversarios a su partido, para mantener en puestos de decisión a personajes ligados a esa corrupción, para proteger a unos y dejar escapar impunemente a otros.

El desafuero lo ha convertido en víctima y lo ha sabido explotar: si en los videoescándalos el complot no funcionó, sí funciona ahora con la reunión entre el presidente Fox y su homólogo de la Corte, Mariano Azuela. Ese encuentro, lo ha convertido, López Obrador ya, recordando a Chapa Bezanilla, en una "acción concertada" en su contra. Antes de la "acción concertada" ahí quedaron, en el camino, las frases célebres del caso, como la afirmación de que a López Obrador con los videoescándalos "querían matarlo como a Colosio", o el "descubrimiento" de que el intento de desafuero era nada más y nada menos que un golpe de Estado, o ahora que el presidente de la Corte debe renunciar porque se reunió con el presidente de la república (una pregunta: ¿debería renunciar también el ministro y ex presidente de la Corte, Genaro David Góngora Pimentel, que se ha reunido en varias ocasiones con el jefe de gobierno y que fue el que tomó la muy cuestionable decisión, tanto que la Corte le dio marcha atrás semanas después, de bloquear la instalación del Consejo de Transparencia en el DF como lo solicitó el jefe de gobierno, precisamente después de una de esas reuniones?). Esas cortinas de humo, en otra circunstancia hubieran sido intrascendentes ante el problema mayor y evidente en el que estaba metido el jefe de gobierno, pero ante un gobierno federal que no atina a saber dónde y cómo ubicarse, que no tiene una estrategia política para atender el caso, simplemente se han transformado en todo un éxito.

El desafuero, en ese sentido, es un instrumento formidable para dar el paso de victimario a víctima y, pareciera que López Obrador lo ha logrado dar con una inestimable ayuda de sus amigos, aunque éstos quizás no terminen de ser plenamente concientes de la ayuda que le han proporcionado.

No sé si habrá o no desafuero, nadie lo puede saber. La estrategia más lógica de los adversarios de López Obrador, es la del PRI: no decir ni que sí ni que no y dejar que el asunto transite legalmente sin tener que tomar una definición. López Obrador quiere ahora que el caso sea archivado, apoyándose en la reunión Fox-Azuela, porque pese a sus planes iniciales, de dejar el gobierno del DF en diciembre, ha descubierto que le conviene más, si puede hacerlo, seguir disponiendo del presupuesto y el espacio de poder privilegiado del GDF durante un año más, porque no está pagando los costos que esperaba. Pero sobre todo, porque embarcado en el tema del desafuero, no tiene porqué contestar cuál fue su relación con Ponce Meléndez, ni qué habló esa noche del primero de marzo con él, cuando se estaba trasmitiendo el video de éste jugando en Las Vegas; ni sobre lo que sabía de la corrupción de Bejarano, Imaz, Flores Millán y tantos otros, ni porqué se le escaparon a la procuraduría capitalina todos los que le convenían que se escaparan (y atención porque el propio Bernardo Bátiz asegura que "le preocupa" que ahora se le escape Bejarano, así que quizás la muy peculiar "ley de fuga" que aplica el gobierno capitalino puede estar en acción una vez más). No es necesario responder ni por la corrupción, ni por los malos manejos, ni por la inseguridad, ni siquiera por la situación de la ciudad. Bendito desafuero.

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