De la Trevi a AMLO: los medios extraviados
Columna JFM

De la Trevi a AMLO: los medios extraviados

La pérdida de la objetividad y de la información como eje en torno al cual articular toda la labor periodística, reemplazándola, por el rating, la circulación, la audiencia, la búsqueda de anunciantes, públicos o privados, está deteriorando no sólo el trabajo periodístico sino también la propia legitimidad de nuestra profesión. Obviamente nuestros medios no tienen el desarrollo y la influencia global de los estadounidenses pero no estaría de más preguntarnos cuándo comenzaremos a reaccionar antes de comprender que estamos ante una crisis similar a la de nuestros vecinos, aunque nuestros paradigmas informativos no hayan sido similares en mucho tiempo a los suyos.

Los medios estadounidenses están viviendo en estos días una crisis grave. Si no fuera suficiente ya el pésimo papel jugado en torno a la guerra en Irak, a la pérdida de la mínima objetividad y pluralidad necesarias para informar a la sociedad sobre esa historia, se ha sumado a ello, la participación de medios (como Fox News) declaradamente partidarias de la derecha más conservadora y de Bush, haciendo un periodismo tan "militante" como el que hemos reconocido en México a favor de muchos hombres del poder, sean de derecha o de izquierda. Al mismo tiempo que sobre todo en internet se puede manejar cualquier tipo de información, en muchas ocasiones espectacular pero imposible de verificar que presiona a los medios a competir con la red y sus francotiradores. La pérdida de la objetividad y de la información como eje en torno al cual articular toda la labor periodística, reemplazándola, por el rating, la circulación, la audiencia, la búsqueda de anunciantes, públicos o privados, allá (y acá) está deteriorando no sólo el trabajo periodístico sino también la propia legitimidad de nuestra profesión.

La nueva crisis del periodismo en Estados Unidos se está dando en torno a uno de los comunicadores que ha hecho historia en ese país: Dan Rather, el más importante conductor de CBS durante décadas, un periodista respetado y respetable que fue el principal protagonista de muchas de las mejores páginas de los medios en su país. El problema es que Dan Rather dio a conocer en el famoso programa 60 Minutes documentos respecto a la protección que habría recibido el actual presidente George W. Bush de su padre, el anterior presidente homónimo de éste, para que su hijo no fuera reclutado para participar en la guerra de Vietnam. Rather llevaba años, desde la anterior elección, insistiendo e investigando el tema. En la elección del 2000, ello pareció superficial porque, en última instancia, el tema de Vietnam no parecía fundamental, pero ahora, después del 11 de septiembre del 2001, lo es, sobre todo cuando Bush Jr. debe enfrentar a John Kerry, un senador demócrata que se opuso a la guerra pero que combatió en ella y fue galardonado en varias ocasiones por su desempeño en la misma.

El hecho es que nadie duda, como decía ayer el Washington Post de que Bush Jr. fue protegido por Bush Sr. para no ir a Vietnam. El problema de Rather fue que los documentos que mostró para confirmar esa información no tuvieron la credibilidad suficiente. Hoy Dan Rather parece que está ante el fin de su carrera por ese error, pero el tema se ha extendido a todos los medios porque después del escándalo de Jayson Blair, el reportero que invitaba notas en el New York Times y los demás que se han sucedido en los últimos tiempos, se ha comprobado que existen demasiado reporteros que están decididos, como decía ayer también el Post, a tomar cualquier tipo de aseveración como fuente o que se sienten tan presionados por la competencia que confían en cualquier cosa para su publicación.

Obviamente nuestros medios no tienen el desarrollo y la influencia global de los estadounidenses pero no estaría de más preguntarnos cuándo comenzaremos a reaccionar antes de comprender que estamos ante una crisis similar a la de nuestros vecinos, aunque nuestros paradigmas informativos no hayan sido similares en mucho tiempo a los suyos. Decíamos que el error de Rather no fue informar que Bush había protegido a su hijo para que no fuera a Vietnam sino mostrar como verídicos documentos cuya legitimidad podría ser cuestionable. ¿Qué ocurriría con esos criterios en nuestros caso?¿qué sucedería analizando con la misma lógica lo que se ha informado, por ejemplo, del caso Trevi o, ahora que se acerca la fecha de la resolución final de su proceso, del caso Raúl Salinas de Gortari (se lo puede acusar de corrupción, de mal uso de influencias, de enriquecimiento explicable, pero ¿alguien realmente tiene pruebas de que Raúl Salinas mandó matar a José Francisco Ruiz Massieu fuera de los dichos de ese mitómano llamado Chapa Bezanilla?¿alguien tenía pruebas de que Gloria Trevi había participado en una mafia de tráfico de menores?) sólo para abordar los dos más difundidos de los últimos años. O podemos irnos a los escándalos cotidianos que jalonan nuestra vida política. Los hechos que generan esos escándalos ahí están, la pregunta es cuántos intentos reales de verificación de esa información se dan en torno a ellos.

Ahí están los videoescándalos. ¿Qué es más importante o debería ser prioritario?¿saber qué sucedió con Gustavo Ponce Meléndez, porqué se lo dejó escapar, qué daño patrimonial, directo o indirecto ocasionó al GDF, qué conocimiento tenía el gobierno local de sus actividades o establecer quién le dio el video a Televisa para que lo trasmitiera? Claro que es importante saber cómo se obtuvo y cómo se trabajó esa información, pero más importante aún es ir al fondo del asunto. Y eso no se ha abordado. Lo mismo sucede con René Bejarano: se dice ahora que el jefe de gobierno se ha "deslindado" de su principal operador político porque días atrás, enojado y atrapado al fin de una de sus tradicionales conferencias de prensa una y otra vez con la misma pregunta, sólo atinó a decir que se deslindaba de Bejarano.

Y nada más. En su informe de labores, no dijo ni una palabra sobre el tema y en su accionar cotidiano nunca se ha deslindado ni de Bejarano ni de Imaz, y ahí están las esposas de ambos ocupando posiciones de poder clave en el PRD y en el gobierno capitalino, pese a que sabían mucho antes de los videoescándalos de que ambos estaban recibiendo dinero. Se ha hablado de complots, de virtuales intentos de asesinato, de golpes de Estado, de acciones concertadas, pero se ha obviado la pregunta central sobre esta historia: ¿qué pasó con el dinero?¿de dónde vino, a dónde fue, para qué se utilizó? Incluso no se ha investigado algo que debería ser objeto de una verdadera indagatoria: Carlos Ahumada, el supuesto corruptor, asegura que esos funcionarios en realidad lo estaban chantajeando y que por eso les entregaba dinero. Quizás no es verdad o es una verdad a medias, pero ¿alguien se ha encargado de investigarlo realmente? Ni el jefe de gobierno ni los directamente inculpados se han dignado respondernos al respecto mientras en buena medida los medios nos hemos ido con las ocurrencias que se les ocurren a unos y otros, presentando como información cortinas de humo que se han tendido precisamente para evitar que se profundice en las verdaderas historias. Nos hemos equivocado.

Por supuesto que no es el único caso, aunque quizás es el más notable. Pero otros podrían ser objeto de nuestra indagatoria: el 18 de marzo la PGR comprobó y así lo informó, que el gobernador de Oaxaca, José Murat fraguó un autoatentado en su contra luego de que se diera, aparentemente, un suerte de pelea de cantina entre algunos de sus custodias. Se trató de una gravísima violación a la ley. ¿Qué pasó, porqué no hay culpables, porqué no hay responsables, porqué la PGR no continuó con las investigaciones, desde cuánto con dar a conocer un informe público es suficiente para procurar justicia en una violación de la ley y de la ética políticas tan graves?¿qué se intercambió para que no se avanzara en esa investigación?¿acaso las autoridades intercambiaron el autoatentado de Murat por el juicio político de Sergio Estrada Cajigal? Todo parece indicarlo: por lo pronto, en ambos casos, otras informaciones, otras cortinas de humo, nos han distraído de los que deberían ser los temas principales: el autoatentado en un caso y la protección a narcotraficantes en el otro.

Estamos perdiendo el rumbo en el momento de mayor peso e influencia de los medios porque estamos perdiendo los principales principios para mantener la credibilidad y el aporte a la sociedad. Pensamos, piensan algunos, que están jugando con algunos actores políticos cuando en realidad me temo que son ellos los que están jugando con nosotros. Nos dicen como decía Groucho Marx: "por favor cítenme diciendo que me han citado mal". Y alejan a los medios de la verdadera información.

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