Maricarmen, Guadarrama: El PRD se extravió
Columna JFM

Maricarmen, Guadarrama: El PRD se extravió

¡Cuanta falta le hacen a los organismos de dirección del PRD personajes como Cuauhtémoc Cárdenas! El Consejo Nacional perredista de viernes y sábado pasado demostró, una vez más, que el partido del sol azteca no tiene ni dirección ni rumbo, que toda su apuesta se resume a encomendarse a un López Obrador que, por otra parte, no toma en cuenta demasiado a su partido para adoptar sus propias decisiones. Ni principios ni organización, toda la apuesta está hecha en relación a algunas personas. Y eso puede ser catastrófico para el perredismo en el futuro inmediato.

¡Cuanta falta le hacen a los organismos de dirección del PRD personajes como Cuauhtémoc Cárdenas! El Consejo Nacional perredista de viernes y sábado pasado demostró, una vez más, que el partido del sol azteca no tiene ni dirección ni rumbo, que toda su apuesta se resume a encomendarse a un López Obrador que, por otra parte, no toma en cuenta demasiado a su partido para adoptar sus propias decisiones. Ni principios ni organización, toda la apuesta está hecha en relación a algunas personas. Y eso puede ser catastrófico para el perredismo en el futuro inmediato.

La peor de las decisiones tomadas por el CN del PRD fue, sin duda, la de, finalmente, aceptar la candidatura de Maricarmen Ramírez para Tlaxcala. Los argumentos utilizados para doblarse de esa manera a las ambiciones de la pareja que gobierna Tlaxcala son ridículos y deben avergonzar a los hombres y mujeres inteligentes del perredismo. No es verdad que el Tribunal Electoral los obligara a aceptar la candidatura: la opción era, como se había propuesto, no participar en los comicios para gobernador simplemente porque no estaban de acuerdo con la candidatura de la esposa del gobernador. Es verdad que, ocupados como están en sus luchas internas, con todo el partido volcado tras un solo objetivo, no supieron cómo operar el proceso interno del estado donde, para ser coherentes con sus propios estatutos, no deberían haber ni siquiera registrado en el proceso interno a Maricarmen. No lo hicieron así, pasaron meses de un absurdo vodevil y tampoco supieron defender el caso en el Tribunal Electoral. Pagaron, obviamente, las consecuencias. Pero todavía tenían la opción de salvar la cara y no participar en la elección de gobernador. Prefirieron hacerlo con una coartada que no es real: que sería un pésimo antecedente no participar en un proceso electoral, que ello enviaría un mensaje equivocado. No es verdad: hubieran podido participar pero no en la elección de gobernador. Pero el problema es otro: en el PRD han decidido renunciar a cualquier principio con tal de ganar votos y posiciones, aunque ello implique darle fuerza a las ideas y personajes que son antagónicos a lo que se pensaba que era el propio PRD.

De la misma forma que en la ciudad de México no se acepta crítica alguna a las políticas del gobierno local, aunque éstas vayan en contra de lo propuesto históricamente por el PRD (véase lo realizado sino en la administración López Obrador con la ley de las sociedades de convivencia), ahora se apoyará a Maricarmen Ramírez en Tlaxcala, aunque luego de lo sucedido en los últimos meses es más que probable que sus posibilidades de ganar sean escasas (salvo que el gobernador Sánchez Anaya termine metiendo algo más que las manos para torcer el proceso electoral). Pero va más allá el proceso: nadie podría descartar que en los próximos meses lancen como candidato a Quintana Roo a ese otro oportunista (que recorrió tres partidos en cuatro años) de Juan Ignacio García Zalvidea, pese a los lazos sospechosos, por decir lo menos, de su hermano Fernando con personajes del crimen organizado. Y en estos días se aprestan a lanzar nada menos que a José Guadarrama como candidato para Hidalgo, uno de los más tristemente célebres operadores del priismo. Las anécdotas sobre la participación de Guadarrama en diversos fraudes electorales en el pasado son inagotables. Dejó el PRI después de la elección del 2000, cuando en el equipo de campaña de Labastida se comenzaron a preguntar dónde habían quedado muchos millones de pesos que nunca llegaron a las estructuras partidarias en los estados y cuando muchos señalaban como el hombre que se quedó con ese dinero al propio Guadarrama. La justicia se ha ido en el pemexgate contra el entonces secretario de elecciones del PRI, Carlos Almada, pero todos los que sabían cómo funcionaba esa estructura y quiénes eran los personajes involucrados también sabían que esos recursos finalmente tenían como destino el área que, precisamente, operaba Guadarrama. Y esto no se descubrió ahora, sino desde los días posteriores a la elección presidencial. La opción de Guadarrama fue sencilla: antes de que hubiera acusaciones penales en su contra se fue con estructura y recursos al PRD donde fue recibido con los brazos abiertos aunque representara exactamente el estereotipo en contra de lo cual había nacido y crecido ese partido. Su fama no es mejor en su estado. Su última actuación notable en Hidalgo fue cuando operó un torpe fraude en las elecciones municipales de Pachuca contra el PAN que se revirtió en tribunales y lo exhibió públicamente. Ahora está a punto de convertirse en candidato de unidad del PRD para ese estado. ¿Qué tienen que ver estos personajes con una lógica progresista, incluso tímidamente liberal de la política?¿en qué se puede diferenciar García Zalvidea del Niño Verde, en qué Guadarrama de Ulises Ruiz, porqué oponerse a una candidatura de Marta Sahagún si se acepta la de Maricarmen Ramírez?¿en qué se puede diferenciar el PRD de cualquier otra fuerza política recurriendo a estos personajes?

El problema no es de forma sino de fondo. El perredismo parece decidido a que sólo existe un punto a tomar en cuenta y es aumentar su votación como sea y con los personajes que sean. Por eso se los impulsa y se tolera la permanencia de otros, como los Bejarano y demás, que quitan prestigio pero tienen amarrados votos clientelares, por eso no importa qué proponga López Obrador ni hacia dónde quiere dirigir el país: lo importante es que está primero en las encuestas y entonces se lo debe apoyar. Pero se olvidan que sin partido será muy difícil que López Obrador pueda ganar la elección y que si lo hiciera simplemente el día de mañana no los tomará en cuenta, como ya no los toma en cuenta ahora. Tiene toda la razón Cuauhtémoc Cárdenas cuando dice que un partido con presencia real en sólo cinco entidades del país no puede ganar una elección presidencial, cuando reclama que se ponga el acento en la propuesta que va a llevar adelante el perredismo en lugar de dejar todo subordinado a lo que quiera hacer un candidato, cuando exige que los recursos y respaldos del PRD se vayan a la organización interna del partido en lugar de destinarse al acarreo para un acto de virtual destape de un precandidato. Pero, evidentemente Cárdenas (con el que se puede o no estar de acuerdo en muchos planteamientos pero que tiene una visión de Estado superior a la de la mayoría de sus compañeros de partido, comenzando por López Obrador) no cuenta hoy con los consensos y los apoyos internos en el PRD suficientes como para otorgarle esa seriedad y madurez que un partido que aspira legítimamente a gobernar el país, debe tener y que hoy no muestra.

¿Quiere López el poder?

Esa es la inteligente pregunta que se hizo ayer en su columna Atando Cabos, Denisse Maerker. Tiene toda la razón: la actuación del jefe de gobierno parece encaminada más a tratar de convertirse en un mártir de su causa que en una estrategia lógica para llegar al poder. Pero quizás la diferencia está en que López Obrador realmente sí quiere el poder pero quiere un poder no compartido con nadie. Sabe que en estos momentos, por la situación de su partido y por su propia estrategia personal, encuestas de popularidad verídicas o amañadas aparte, no le alcanzará para ganar la elección en una lógica electoral tradicional. Por lo tanto necesita la "resistencia civil", el fantasma del "golpe de Estado" o el del "complot" para acercarse al poder desde otras vías. No le gusta al jefe de gobierno pero el paralelismo es inevitable: Hugo Chávez jamás hubiera llegado al poder si antes no hubiera intentado dos golpes de estado y no hubiera terminado en la cárcel presentándose como un preso político. Tampoco, claro, si los dos partidos tradicionales de Venezuela, la socialdemocracia y el democristiano, no se hubieran deteriorado de una forma tan absoluta. Fue entonces cuando Chávez aprovechó el momento y tomó el poder, todo el poder. La apuesta sí es el poder, la diferencia estará, ya lo vamos a ver, en cómo se plantea llegar a él.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *