Terror en el GDF: cayó Ponce
Columna JFM

Terror en el GDF: cayó Ponce

El descarrilamiento del proyecto de López Obrador comenzó el primero de marzo cuando en la noche se vio en el noticiero de López Dóriga el video del secretario de Finanzas capitalino, Gustavo Ponce Meléndez, jugando cifras millonarias en el hotel Bellagio de Las Vegas. A la mañana siguiente, en su conferencia de prensa, el jefe de gobierno estaba desencajado y le exigió a los medios que no ?lincharan? a Ponce, que le permitieran dar su versión a las 10 de la mañana en una conferencia de prensa e incluso le pidió públicamente a Televisa que le abriera un espacio en su noticiero nocturno. Varias horas después, la PGJDF reconoció que el secretario de Finanzas se les había ?escapado?.

El descarrilamiento del proyecto de López Obrador comenzó el primero de marzo cuando en la noche se vio en el noticiero de López Dóriga el video del secretario de Finanzas capitalino, Gustavo Ponce Meléndez, jugando cifras millonarias en el hotel Bellagio de Las Vegas. A la mañana siguiente, en su conferencia de prensa, el jefe de gobierno estaba desencajado y le exigió a los medios que no "lincharan" a Ponce, que le permitieran dar su versión a las 10 de la mañana en una conferencia de prensa e incluso le pidió públicamente a Televisa que le abriera un espacio en su noticiero nocturno. Aclaró que él mismo había hablado con Ponce en el momento en que se estaba trasmitiendo el video y había acordado con el propio Ponce esa presentación ante los medios. Pero como en la canción de Joaquín Sabina, nos dieron las diez, y las once y las doce, y Ponce Meléndez nunca apareció. Varias horas después, la PGJDF reconoció que el secretario de Finanzas se les había "escapado". López Obrador y el procurador Bátiz han dado muchas explicaciones contradictorias sobre lo ocurrido y ninguna la han podido demostrar. Primero, López Obrador dijo que esa misma noche del primero de marzo había ordenado a Bátiz "detener" a Ponce pero que ya no lo encontraron (¿si ya lo había mandado a detener y se les había escapado, cómo estaba ofreciendo una conferencia de prensa con él a las 10 de la mañana y pedía una entrevista en televisión en la noche?). Bátiz, se hizo más bolas aún: dijo que cuando fueron a buscarlo "a la mañana siguiente" ya no lo encontraron ¿cómo a la mañana siguiente?¿no tenían órdenes desde la noche anterior?¿no tendrían que haberlo puesto, por lo menos, bajo vigilancia desde ese mismo momento? E insisto, si no estaba localizado, porqué ofrecer una conferencia de prensa: quizás, dirán los mal pensados, para darle tiempo para escapar. Tardaron días en levantarle una acusación sobre un supuesto fraude en la Gustavo A. Madero, relacionado con Carlos Ahumada, pero hasta hoy han tratado de mantener el caso Ponce Meléndez en la mayor de las oscuridades sin realizar siquiera las indagatorias mínimas que el caso ameritaba, comenzando por la acusación de Ahumada de que era chantajeado por éste. El jefe de gobierno, mucho más preocupado por Ponce Meléndez que por Bejarano y cia, dijo de todo al respecto: involucró en el caso Ponce desde Diego Fernández y Carlos Salinas hasta la DEA y el departamento del tesoro de los Estados Unidos, pasando por el CISEN y la PGR. Todos eran parte del complot. Dijo innumerables barbaridades sobre el caso, incluyendo su sospecha de que ya había sido asesinado, pero nunca explicó ni investigó lo principal: cómo el secretario de Finanzas de su gobierno, con el que se supone que estaba en contacto diariamente, pudo hacer 17 viajes a Las Vegas en doce meses, todos ellos de por lo menos tres o cuatro días; cómo y de dónde trasladó cifras millonarias al hotel Bellagio (no nos engañemos, no sólo para jugar sino para utilizarlo como intermediario financiero); cómo pudo ser que nadie se diera cuenta en el gobierno de la "honestidad valiente" que algo está mal cuando un funcionario que supuestamente ganaba 60 mil pesos mensuales se compraba un Porsche último modelo al contado, pagando unos 120 mil dólares. ¿Cómo nadie en el GDF y en el entorno del jefe de gobierno podía ver que la vida de Ponce no coincidía con sus ingresos, cómo (según López) cada vez que Ponce se iba a Las Vegas él creía que estaba en Acapulco (por cierto, ¿cuántos funcionarios con ese nivel de responsabilidad conoce usted que puedan tomarse tantos días al año de descanso, aunque sea en Acapulco y no en Las Vegas, sin que nadie lo detecte?)? Más grave aún: nadie sabe si Ponce Meléndez cometió un daño patrimonial y de qué monto en el DF. El secretario de Finanzas fue reemplazado en horas, su equipo en general se mantuvo en el área y lo único que tuvimos fue una declaración, días después, del propio GDF diciendo que Ponce no había afectado las finanzas del DF. ¿Dónde está la investigación, dónde las auditorias, porqué no se hizo una auditoria externa para saber si había habido afectación o no? El gobierno del DF no estaba interesado en ello, sobre todo cuando en la única llamada que se recibió de Ponce, cuatro días después de su fuga, éste le advirtió al secretario de gobierno capitalino, Alejandro Encinas, que lo dejaran en paz porque él conocía todos los negocios sucios y el manejo de las finanzas del DF realizadas por López Obrador. Ahí estaba el punto clave. Por eso el terror que generaba Ponce Meléndez. Por eso, la PGJDF prácticamente no hizo nada por buscar a Ponce Meléndez y la única vez en la que supuestamente estuvieron cerca de detenerlo el procurador Bátiz se encargó de anunciarlo a los medios. La verdad es que nunca se acercaron siquiera a detenerlo y, además, la única acusación que tenían en su contra es la del caso Gustavo A. Madero, porque ya habían dicho que Ponce nunca había manejado mal los recursos del DF. Ahora bien: el problema es que aunque fuera verdad que hubo malos manejos en esa delegación, ese fraude no alcanzaba ni alcanza para explicar la fortuna de Ponce Meléndez. Y es lo que el GDF no quiere que se sepa: de dónde salió tanto dinero. Quiere ocultar la verdadera historia que está tras el affaire Ahumada, Ponce Meléndez, Bejarano, Imaz. Por eso, al primero lo tiene incomunicado y amenazado, al segundo lo quería lo más lejos posible y a los otros dos los ha protegido a lo largo de estos meses. Porque lo que se esconde detrás de toda esta historia trasciende, con mucho a un simple funcionario ludópata que gustaba de la buena vida en el mejor hotel de Las Vegas.

La detención por la AFI de Gustavo Ponce Meléndez en Tepoztlán, donde habría estado estos ocho meses (por cierto, ¿no es Tepoztlán una comunidad controlada por los sectores perredistas más duros, muy cercanos a Bejarano?¿no son esos grupos los que tienen un estricto control sobre el pueblo tanto que durante años mantuvieron con barricadas las calles centrales?), es para López Obrador una tragedia política. Ponce Meléndez puede decir con exactitud cómo se financian las obras del gobierno capitalino; cómo y con quién se contrata la deuda; en qué condiciones; porqué la enorme mayoría de las controvertidas áreas está protegida por fideicomisos (que amparándose en el secreto fiduciario el GDF no acepta abrir al escrutinio público para saber de dónde viene ese dinero y a qué se destina y por eso también su terminante oposición a cualquier órgano de transparencia independiente y ciudadanizado); cómo se financiaron las obras viales, el pago mensual a los "viejitos" e incluso a las prostitutas; cuáles son los salarios reales de los funcionarios capitalinos, comenzando por el propio López Obrador. Y mucho más. Sobre todo, cuál fue el daño patrimonial realizado a las finanzas capitalinas, qué monto, qué personas se beneficiaron de él y cuál fue el destino de esos malos movimientos con los recursos de la ciudad.

Es verdad. López Obrador insistirá, una vez más en el complot, sus incondicionales le harán coro cerrando los ojos a la realidad; dirá, como ayer en su conferencia de prensa, que desconfía de la detención realizada por la PGR porque "sabían desde antes de la aparición del video" de los malos pasos de Ponce y no le advirtieron (¿se habrá puesto a pensar López Obrador que quizás no le avisaron porque él mismo era y es sospechoso por su inconcebible indolencia ante los manejos de su secretario de Finanzas?). La procuraduría del DF, que ha demostrado una inutilidad absoluta en éste como en muchos otros casos, dice que quiere que la PGR le entregue a Ponce, pero olvida que éste tiene acusaciones más graves y anteriores en el ámbito federal, pero además, la PGJDF no ha logrado detener a nadie de los involucrados en esta historia. Se le escapan todos, aunque los tenga localizados y bajo vigilancia. Ayer mismo, perdieron cualquier forma legal de detener a Francisco Martínez Rojo, el también prófugo delegado en Tláhuac, por errores en el procedimiento, y apenas el viernes su sucesora, Fátima Mena fue exonerada de cualquier delito. El único condenado en esta historia, Carlos Imaz fue "castigado" con una condena ridícula, y su esposa, Claudia Sheimbaum, sigue siendo la persona de confianza de López Obrador a pesar de que sabía que su esposo recibía dinero de Ahumada desde mucho antes de los videoescándalos.

Por supuesto que en nuestra vida política todo puede suceder y que López ha demostrado poder salir de situaciones francamente embarazosas, sobre todo para un político que hace de su supuesta honestidad su bandera electoral. Pero la detención de Ponce y la información que éste posee puede ser su Waterloo definitivo.

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