Las consecuencias del alzheimer político
Columna JFM

Las consecuencias del alzheimer político

Cuando se sufre del alzheimer político se comienza olvidando lo nuevo, lo reciente y poco a poco se pierde de la memoria el resto: se olvida la esencia de las cosas, los objetivos trazados, los sentimientos, el fin de los distintos actos. Desgraciadamente ese parece ser el caso del jefe de gobierno capitalino. Olvida casi todo, sólo recuerda lo más lejano, e incluso eso lo hace selectivamente.

Es una enfermedad terrible: no poder recordar. Suele comenzar perdiéndose la memoria reciente y luego, poco a poco, se van perdiendo también los recuerdos anteriores, los más antiguos. En muchos casos éstos quedan como una imagen borrosa en un mar de olvidos. El alzheimer político funciona casi igual: se comienza olvidando lo nuevo, lo reciente y poco a poco se pierde de la memoria el resto: se olvida la esencia de las cosas, los objetivos trazados, los sentimientos, el fin de los distintos actos. Desgraciadamente ese parece ser el caso del jefe de gobierno capitalino. Olvida casi todo, sólo recuerda lo más lejano, e incluso eso lo hace selectivamente.

Y si no está afectado por esta enfermedad política el jefe de gobierno tendríamos que decir que está mintiendo, pero como él ha asegurado una y otra vez que nunca miente, tenemos que pensar que, en realidad, sufre de este mal o siendo indulgentes, que es un gobernante que no sabe nada de lo que hacen sus subordinados, lo que contradice los dichos de su propio equipo sobre lo meticuloso que suele ser López Obrador con sus colaboradores y su rechazo a cualquier medida que implique compartir el poder. Entonces debemos concluir que el Alzheimer político que sufre Andrés Manuel desde marzo pasado se ha acentuado en forma notable. Son innumerables las cosas que el jefe de gobierno capitalino ha olvidado o dice que no conocía.

Hagamos un rápido recorrido por los olvidos recientes del jefe de gobierno. Dijo que no sabía nada de las actividades de su secretario de Finanzas, Gustavo Ponce Meléndez, pese a que antes había dicho que diario se comunicaba con él para tener bien controladas las finanzas del DF. No sabía que éste había viajado 17 veces a Las Vegas en doce meses, que había transferido millones al extranjero o que se había comprado un Porsche de 120 mil dólares cuando se suponía que sólo ganaba 60 mil pesos mensuales: había olvidado el salario de su principal operador financiero. López Obrador olvidó qué habló con Ponce la noche del primero de marzo pasado y más aún ha olvidado lo que dijo la mañana del día 2 de marzo. Ya no recuerda que pidió organizar una conferencia de prensa para su secretario de finanzas para que éste ofreciera su verdad a los medios. Días después, olvidó que el primero de marzo dijo que había ordenado al procurador capitalino detener al propio Ponce esa misma noche cuando se divulgaba el video de éste en Las Vegas. Suele ser tan repentino su olvido en relación con éste personaje que, ni siquiera recordó pedir una auditoria para saber si Ponce Meléndez había dañado el patrimonio del DF, mismo que dice cuidar tanto.

También olvidó pedir que se investigara la denuncia de Carlos Ahumada, respecto a que Ponce y otros, entre ellos René Bejarano, lo estaban extorsionando. Los olvidos en relación con este último personaje también son preocupantes. ¿Cómo olvidar ahora que Bejarano era el principal operador político del gobierno capitalino cuando el propio López Obrador lo había hecho, en unos pocos años, su coordinador de asesores, su secretario particular, el presidente de su partido en el DF, candidato a la asamblea legislativa local y líder de la misma? Pero no, López Obrador no recuerda cuál era su relación con Bejarano. Tampoco qué labores desarrollaba Bejarano a favor de su propia administración, ni que éste recibía millones de Ahumada (tanto que ni siquiera ha exigido públicamente a Bejarano que explique qué hizo con ese dinero), ni quiénes eran parte del equipo de su operador político porque los ha conservado a todos en sus posiciones, comenzando por la esposa del mismo, la diputada Dolores Padierna.

El avance del Alzheimer político del jefe de gobierno se demuestra también en el olvido súbito de lo que debe haber hablado con otra de sus principales colaboradoras: el jefe de gobierno olvidó si Claudia Sheimbaum ya le había dicho que su esposo Carlos Imaz recibía dinero de Ahumada y, si no se lo había dicho también lo olvidó, porque la ratificó en su cargo y dijo que era una funcionaria de toda su confianza.

Pero la lista es mucho más larga y la situación más preocupante. El jefe de gobierno olvidó que se había reunido en varias oportunidades en el último año con el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Mariano Azuela, y con el ex presidente de la Corte, Genaro David Góngora Pimentel. Sólo por ese mal que lo afecta podría comprenderse que lo haya negado en forma tan terminante y que luego se supiera que esas reuniones se habían realizado y que el jefe de gobierno confundiera el año en que se efectuaron. También ha olvidado que firmó la Convención Nacional Hacendaria que avala la reforma al 122 constitucional a la que se opuso en forma terminante, un mes después de firmar ese documento.

Antes había sufrido otro olvido, cuando dijo que nunca antes un gobierno local había entregado los útiles escolares a los alumnos de educación básica, no recordó que eso ya lo hacía desde mucho tiempo atrás su compañero de partido, Lázaro Cárdenas Battel en Michoacán. Tampoco recuerda ya que quien lo había hecho presidente de su partido y candidato al GDF había sido su antecesor en el gobierno capitalino, Cuauhtémoc Cárdenas; que quien había sido determinante para ganar las elecciones en el DF fue Rosario Robles. Obviamente eso no puede ser considerado deslealtad, se trata de un olvido más, es consecuencia del alzheimer político.

Ellos o nosotros: Sodi

El senador Demetrio Sodi fue terminante: ya están hartos de que los Bejarano, las Padierna, las Barrales o los Batres se presenten como la imagen intolerante del perredismo. Exigió que el jefe de gobierno capitalino castigue a estos personajes que están deteriorando la imagen de su partido, de sus políticos profesionales, que los tiene, y del conjunto de sus militantes. Demandó que Martí Batres sea relevado de la subsecretaria de gobierno porque un funcionario de ese nivel no puede estar organizando tomas de la tribuna de la cámara de diputados. Y si no lo hace quiere decir que lo protege. Pero en la plática que mantuvimos ayer con Demetrio Sodi, el senador fue más allá: o se van ellos o nos vamos nosotros del partido. No podemos seguir, dijo, con estos personajes que llevan al PRD hacia un camino que nada tiene que ver con sus principios. ¿Quiénes son nosotros? Muchos, opinó y puso un ejemplo, Cuauhtémoc Cárdenas.

Parece que el jefe de gobierno no opina lo mismo. Ayer defendió a Batres, siguiendo con el avance de su Alzheimer político terminal dijo que él no sabía nada de la toma de la tribuna en San Lázaro (¿de qué está enterado entonces?), pero tampoco responsabilizó a nadie. Eso sí, ofreció un consejo a su equipo: no les pidió que dijeran la verdad, que hablaran con claridad, que no tuvieran miedo de lo que decían porque se supone que no deberían estar haciendo nada malo. Les dijo que buscaran una clave, un código secreto, que hablaran en lenguaje cifrado porque les graban las conversaciones. O sea que no se dejen escuchar. ¿Cómo era aquello de que el que nada debe nada teme?

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