¿Y si los grabó el PRD?
Columna JFM

¿Y si los grabó el PRD?

El señor René Bejarano, una vez más, nos quiso dar atole con el dedo al salir el viernes pasado de declarar ante la unidad de lavado de dinero de la PGR. Habló de revelar secretos, de decir quiénes si se corrompieron con Carlos Ahumada, habló de su desconocida integridad personal. Habló de todo: lo que nunca dijo fue lo más importante: ¿a dónde fueron a parar los cinco millones de pesos que recibió de Carlos Ahumada y a cambio de qué los recibía?¿qué sabía de ello su jefe político, López Obrador? Ese es el tema, todo lo demás es rollo.

El señor René Bejarano, una vez más, nos quiso dar atole con el dedo al salir el viernes pasado de declarar ante la unidad de lavado de dinero de la PGR. Habló de revelar secretos, de decir quiénes si se corrompieron con Carlos Ahumada, habló de su desconocida integridad personal. Habló de todo: lo que nunca dijo fue lo más importante: ¿a dónde fueron a parar los cinco millones de pesos que recibió de Carlos Ahumada y a cambio de qué los recibía?¿qué sabía de ello su jefe político, López Obrador? Ese es el tema, todo lo demás es rollo. Uno tan lamentable como el del procurador capitalino que dice que en última instancia puede no haber delito en los videoescándalos, que simplemente se trata de una filmación donde se ve a dos particulares intercambiando dinero. Por supuesto que existen delitos y hay elementos muy duros que podrían hacerle pasar a Bejarano del cómodo proceso que le ha iniciado Bátiz a la muy peligrosa acusación de lavado de dinero que le está armando la PGR. Y entre pagar unos pocos miles de pesos de fianza (como le ocurrió a Carlos Imaz) y la perspectiva de padecer una condena efectiva de varios años de cárcel existe una real diferencia.

Esta será la semana de Bejarano porque, en última instancia será el 21 cuando la sección instructora termine de desahogar la decisión sobre el desafuero del que fuera el principal operador político de López Obrador. Bejarano que comenzó diciendo aquel 3 de marzo, cuando se vio a sí mismo recibiendo dinero mientras estaba anonadado sentado junto a Brozo, que renunciaría al fuero y explicaría todo, que aseguró que ese dinero era para la campaña de la delegada en la Alvaro Obregón, Leticia Robles, y luego ofreció otras cinco o seis versiones diferentes, ahora no sabe qué decir sobre el dinero (lo más ridículo, lo cual además constituyó un delito por el cual la PGJDF no lo está investigando a pesar de que existen denuncias penales sobre el tema en su contra) fueron las famosos e inexistentes cuentas de Rosario Robles y su familia, que mostró hace ya meses.

Pero Bejarano se cuidó de conservar el fuero y tratar de explotarlo todo lo posible para no ser procesado. Sobre todo cuando la PGR se involucró en el asunto. Por eso Bejarano ya tiene miedo.

Y tiene miedo por varias razones. Una de ellas, una de las más importantes, es que Bejarano sabe que, ahora, el propio López Obrador quiere que lo desafueren. Claro, preferiría que no pasará nada, que la cámara decidiera mantenerle el fuero a su ex secretario particular, pero sabe que eso es casi imposible. Por eso quiere el desafuero ya que el mismo constituye una buena alternativa para su propio caso. Si le quitan el fuero a Bejarano en lugar de decidir que un funcionario con licencia pierde ese derecho legal, ello implicaría obviamente que los diputados reconocen que, aunque se goce de licencia se mantiene el fuero. Ello le da un margen mucho mayor al jefe de gobierno, porque en caso de que no avance su desafuero en la cámara siempre podría pedir licencia para participar en las elecciones del 2006 sin perder el fuero. Con López Obrador aún pueden ocurrir en el plano legal, y sobre todo en el político, muchas cosas, pero lo indudable es que al jefe de gobierno le urge ampliar algunos espacios legales para no verse tan presionado como ahora.

Por eso, López Obrador ha comenzado a mover sus alianzas tradicionales en el seno del PRD. Sabe que dentro del PRD si no es a través del grupo de Bejarano y Padierna se puede quedar sin apoyos, con la excepción de la corriente que encabeza Jesús Ortega. El jefe de gobierno ya se ha acercado a Ortega para ver cómo van a trabajar en el futuro porque resulta indudable que la Corriente de Izquierda Democrática es cada día más impresentable, no le alcanza a López Obrador como su principal fuente de apoyo, mientras que Ortega es cuestionado por otros sectores perredistas que lo acusan de excesivo pragmatismo (y una muestra de ese pragmatismo es la propia relación de Ortega con AMLO) pero está muy lejos de acercarse, siquiera, a la fama pública de los Bejarano. Ello podría llevarnos a pensar en un López Obrador más moderado en el futuro (porque necesitaría el respaldo de la corriente de Ortega) pero también tratando de darle algunos espacios a la gente de Bejarano, precisamente para equilibrar su equipo y no estar demasiado presionado por ninguna de las corrientes de su partido. Es lo que ha hecho hasta ahora, incluso con los principales nombramientos en el DF. La pregunta es cómo hacerlo cuando el bejaranismo está tan desprestigiado.

Recordemos además, que por primera vez en forma abierta, han comenzado las exigencias contra López Obrador en el seno del propio PRD. Demetrio Sodi lo definió con claridad cuando dijo, esta semana pasada, que se trata de "ellos o nosotros", que su partido ya no puede seguir demorando en deslindarse definitivamente de grupos como los encabezados por Bejarano y Padierna. Ello en un contexto en el cual, cada vez más personajes dentro y fuera del PRD, comienzan a ver con seriedad la alternativa de Cuauhtémoc Cárdenas, cuya figura crece ante la disminución política de la de López Obrador: en la medida en que éste se torna cada vez más duro, menos institucional, mientras su figura como gobernante responsable disminuye, crece la de su antecesor en el DF precisamente por la comparación con López Obrador.

¿Por qué entonces López Obrador no puede romper con los bejaranistas? Por eso. Porque los necesita para que hagan la guerra sucia contra los cardenistas, algo que Bejarano y su gente saben hacer mejor que nadie y que el propio ex líder de la asamblea ya ha comenzado a realizar con sus declaraciones del viernes pasado al salir de la PGR. A eso se suma otro aspecto importante: López Obrador necesita los recursos humanos y materiales que esos sectores, trabajando siempre en el filo de la legalidad con sus políticas clientelares, pueden proporcionarle. Cuando esta semana, el presidente nacional del PRD, Leonel Godoy, minimizaba la importancia de Bejarano y su corriente, diciendo que no era mayoritaria en el perredismo nacional, estaba diciendo la verdad, pero una verdad a medias: la CID no es mayoritaria en el PRD nacional pero sí en el DF, y eso la ha convertido, desde tiempo atrás, en un brazo indispensable para el jefe de gobierno: manejan taxistas, trabajadores de limpia, vendedores ambulantes, condominos en colonias populares, son los que mantienen los nexos con los Francisco Villa y demás grupos afines. Eso es lo que hace poderosos a los bejaranistas.

El jefe de gobierno, entonces, necesita poner cierta distancia con ellos, acotar sus márgenes de poder pero, al mismo tiempo conservar su apoyo. Sabe que esto último está casi asegurado, porque no tendrían otro candidato viable ni dentro ni fuera del PRD. Pero necesita, insistimos, ponerles límites y qué mejor que divulgar las conversaciones para la toma de la tribuna de San Lázaro entre Martí Batres y Alejandra Barrales, entre Dolores Padierna y René Bejarano e indignarse por ello al mismo tiempo que son denunciados públicamente. No es descabellado: cada vez más perredistas, en privado, comentan que no es nada improbable que las grabaciones hayan podido salir de dentro del propio PRD y particularmente de áreas del gobierno del DF, que están tan hartas de los Bejarano y cia, como sus adversarios externos. Por supuesto que esas grabaciones podrían tener cualquier otro origen: desde el estrictamente privado hasta el gubernamental, pasando por el prisita. Pero no nos engañemos: a muchos, quizás demasiados, en el PRD les encantó que las mismas llegaran a un medio de comunicación y se divulgaran. Muchos de esos personajes creen que es la única forma de ponerles un poco de orden a los partidarios de Bejarano y Padierna. La pregunta que queda es quien, de sus adversarios internos, decidió mover las piezas: el jefe de gobierno o sus adversarios internos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *