El PAN y el narcotráfico
Columna JFM

El PAN y el narcotráfico

Estoy convencido de que, salvo honrosas excepciones, los panistas no comprenden el fenómeno del narcotráfico, no entienden ni la trascendencia ni la influencia del mismo en la vida política del país y cometen, por ello, errores incomprensibles. Recuerdo cuando el entonces candidato Fox decía, antes del 2000, que el problema del narcotráfico se solucionaría simplemente acabando con el régimen priista porque al ser éste intrínsecamente corrupto, era el que corrompía las fuerzas policiales, extirpado el tumor, el cuerpo sanaría. Obviamente no fue así como se dieron las cosas.

Estoy convencido de que, salvo honrosas excepciones, los panistas no comprenden el fenómeno del narcotráfico, no entienden ni la trascendencia ni la influencia del mismo en la vida política del país y cometen, por ello, errores incomprensibles.

Recuerdo cuando el entonces candidato Fox decía, antes del 2000, que el problema del narcotráfico se solucionaría simplemente acabando con el régimen priista porque al ser éste intrínsecamente corrupto, era el que corrompía las fuerzas policiales, extirpado el tumor, el cuerpo sanaría. Obviamente no fue así como se dieron las cosas. O cuando en el periodo de transición a las principales áreas de seguridad de nuestro país, y a nuestros vecinos estadounidenses, se les cayó el alma al piso cuando escucharon a Francisco Molina, un hombre que había trabajado en la PGR con Antonio Lozano Gracia y que había sido procurador de Chihuahua (hoy es funcionario en la secretaría de la Función Pública), encargado del área de seguridad en la transición, decir que el narcotráfico no era un problema de seguridad nacional sino un simple problema policial, por lo que se sacaría al ejército de esa lucha, lo que motivó que en su primera visita como presidente electo a Washington "alguien" le explicara en detalle a Vicente Fox que si para Estados Unidos el narcotráfico era considerado uno de sus principales problemas de seguridad nacional, parecía obvio que, en términos de elemental reciprocidad, México debía considerarlo de la misma forma.

En el pasado, distintos gobiernos panistas terminaron metiéndose en problemas graves con el narcotráfico. Lo vivió el gobierno de Ernesto Ruffo (y sus sucesores) en Baja California, diciendo en muchas oportunidades, antes de que el gobierno federal fuera también panista, que el problema los trascendía y que ellos no podían combatir un delito que era del ámbito federal. Sin embargo, la infiltración del narcotráfico en todas las estructuras del gobierno estatal, sobre todo en las dependencias de seguridad, resultó más que preocupante y por primera vez hubo acusaciones serias contra distintos funcionarios panistas por este tipo de relaciones. La derrota, después de casi 20 años de administraciones panistas, en Tijuana a manos de un candidato como Jorge Hank Rhon no se puede explicar sin ese componente y sin la descomposición que en ese partido generó esa presencia en el ámbito local.

En Chihuahua, Francisco Barrio Terrazas fue un gobernador cuestionado, pero en lo personal no me cabe la menor duda de su honestidad. Pero Barrio tampoco pudo o supo lidiar con el narcotráfico en su entidad: de la misma forma que durante el gobierno de Ruffo fue cuando crecieron y se consolidaron los Arellano Félix en Tijuana y Baja California, durante la administración Barrio creció y se consolidó el cártel de Amado Carrillo en Ciudad Juárez y en todo Chihuahua. Ninguno de los dos gobernadores supo reaccionar ante un crecimiento del crimen organizado que evidentemente los rebasaba pero que también se infiltraba en sus respectivos ámbitos de poder. Lo desconcertante es que prefirieron ignorar el fenómeno, mirando hacia otra parte. Estoy convencido de que ninguno de ellos ha estado ligado a esos grupos, pero sus respectivos gobiernos no supieron lidiar con el crimen organizado y tener una visión global de un problema tan complejo. Si la derrota del PAN en Tijuana no se explica, decíamos, sin la descomposición en el panismo local derivada en buena medida de esa influencia del crimen organizado, lo mismo puede decirse de Ciudad Juárez, donde el panismo se trastornó políticamente en forma alarmante.

Hoy el PAN está en problemas por dos historias ligadas relacionadas con el tema del narcotráfico que están siendo utilizadas por sus adversarios, incluso exagerando la nota, para ligar a ese partido con el narcotráfico. Una de esas historias es la del gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, cuya destitución ha sido aprobada por el congreso local y que se sostiene por un simple amparo ante la Suprema Corte, simplemente esperando que ese delgado hilo se corte, como será inevitable más temprano que tarde. Estrada Cajigal está acusado de haber ignorado la relación de su jefe de seguridad con el narcotráfico, de establecer una relación con la hija del narcotraficante Juan José Esparragoza, e incluso de ignorar las relaciones sospechosas con ese mismo grupo de su suegro a quien había nombrado administrador del aeropuerto de Cuernavaca. Por acusaciones menores a esas, el propio Estrada Cajigal participó activamente en la caída de Jorge Carrillo Olea. La posición de éste, como él mismo lo ha dicho aunque en tono de reproche, no se sostuvo porque el entonces presidente Zedillo no lo respaldó y lo presionó para que renunciara a su cargo, además de procesar a sus principales jefes policiales. Si Estrada Cajigal se sostiene hoy sólo es por lo contrario, porque el gobierno federal ha decidido mantenerlo, utilizando una lógica política perversa que permea a todos los partidos: si todos defienden a sus presuntos delincuentes porqué el gobierno federal y el panismo tendrían que actuar diferente. ¿Porqué presionar a Estrada para que deje su cargo, si el PRI no se deslinda de José Murat, de su autoatentado y de las acciones criminales cometidas por priistas de ese estado tanto en las elecciones para gobernador como para presidentes municipales?¿por qué tendría que deslindarse el PAN de Estrada Cajigal si el PRD defiende a López Obrador a ultranza y la procuraduría del DF a personajes como René Bejarano o Carlos Imaz amparados, todos, en la más elemental real politik? La respuesta, sin que pretenda estar cargada de cinismo, es sencilla: porque se dicen mejores y porque moralmente en el pasado han actuado mejor que sus contrapartes a lo largo de su historia. Nada más y nada menos.

La situación que se ha generado en Sinaloa es otra historia inadmisible. ¿Qué hacen dos candidatos, uno de ellos destinado a ser el líder de la fracción panista en el congreso local en Sinaloa, a tres semanas de las elecciones, en los funerales de un famoso narcotraficante? Ninguna de las explicaciones que han dado los dos panistas descubiertos en el funeral de El Cejagüera, tienen el menor sentido: que fueron a saludar a la familia y no a honrar al narcotraficante, que es una costumbre local, que estaban en campaña, "vieron un borlote" y se metieron. Por favor, en un estado como Sinaloa, con tal presencia del narcotráfico nadie, con experiencia en el poder local, puede ser tan ingenuo. Lo que no entiendo es la posición del PAN nacional al respecto. Está bien que se haya solicitado la intervención de la PGR para que establezca si esos candidatos tienen o no relación con el narcotráfico. Pero esa investigación, si es seria, no podrá resolverse ni en días ni en horas.

Además, esa es una respuesta legal, no política. En ese ámbito estos dos personajes cometieron un error político tan grave que les tendría que costar la candidatura, y de inmediato. ¿Para qué necesita un partido serio como el PAN que sus enemigos lo estén señalando, injustamente, como un partido de narcotraficantes simplemente por defender a dos personajes que son, ya e independientemente de lo que decida más adelante la PGR, indefendibles políticamente? Si pierden las elecciones serán estigmatizados una y otra vez; si llegaran a ganar jamás se sacarían de encima la denuncia y la señalización de que gobiernan para el narcotráfico, que los habría ayudado a llegar a esos cargos.

No hay forma de cambiar las cosas cuando las imágenes muestran algo tan contundente como a dos candidatos confraternizando en los funerales de un conocido narcotraficante…salvo que se desee que la sospecha permee al partido y a sus dirigentes.

Para esos temas no hay salidas. Si se defiende a esos candidatos y a ese gobernador, la sospecha, aunque insisto, sea injusta, estará siempre ahí y horadará la credibilidad en un partido que se ha caracterizado casi siempre por su honestidad. Puede ser discutible la aseveración de que, por alguna razón, la mayoría de los panistas no parecen comprender la dimensión del fenómeno del narcotráfico y su influencia en la política. Lo que no parece discutible es que, por lo menos en percepciones, si no se toman medidas esa ignorancia se confundirá con complicidad.

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