Elecciones en EU: ¿qué nos conviene?
Columna JFM

Elecciones en EU: ¿qué nos conviene?

Si el sistema electoral estadounidense funciona en forma más o menos eficiente, esta madrugada se tendría que saber el resultado de los comicios de este martes. Sin embargo, es muy probable que pueden pasar días y semanas hasta saber el resultado final. El presidente George Bush o el senador John Kerry podrán ser los próximos presidentes de los Estados Unidos pero lo cierto es que no habrá cambios dramáticos en el congreso, donde se mantendrán los actuales equilibrios y, tampoco, en la agenda nacional de ese país: nadie podrá sacarlos de un día para el otro de la guerra en Irak, ni tampoco modificar, por ejemplo, las políticas migratorias.

Si el sistema electoral estadounidense funciona en forma más o menos eficiente, esta madrugada se tendría que saber el resultado de los comicios de este martes. Sin embargo, es muy probable que, finalmente y como sucedió en el año 2000, pueden pasar días y semanas hasta saber el resultado final, sobre todo tomando en cuenta que cada uno de los partidos, tienen unos diez mil abogados listos cada uno de ellos, para disputar legalmente cualquier resultado. El presidente George Bush o el senador John Kerry podrán ser los próximos presidentes de los Estados Unidos pero lo cierto es que no habrá cambios dramáticos en el congreso, donde se mantendrán los actuales equilibrios y, tampoco, en la agenda nacional de ese país: nadie podrá sacarlos de un día para el otro de la guerra en Irak, ni tampoco modificar, por ejemplo, las polítics migratorias.

Por supuesto que en términos de política internacional, en la idea de avanzar en una convivencia aunque sea un poco más civilizada, lógica y sensata con la principal potencia mundial, como opina prácticamente todo el mundo, existe la convicción de que Kerry ofrece al mundo mucha más certidumbre que Bush. Llama profundamente la atención de que la visión internacional esté tan profundamente disociada de la que priva en los Estados Unidos, donde ambos candidatos estaban al inicio de los comicios virtualmente empatados.

Sin embargo, una pregunta recurrente, que se ha hecho una y otra vez en estos días, es qué nos conviene más, qué le conviene más a nuestro país, el triunfo de Bush o el de Kerry. Y para tratar de contestar esa pregunta nos encontramos con muchísimas versiones, desde las más serias hasta las más inverosímiles. Lo cierto es que la relación con México, en términos bilaterales, no se modificará demasiado, gane quien gane. Si Bush es reelecto como presidente, no habrá demasiados cambios: se trata de una relación que fue afectada por el 11 de septiembre y luego por la falta de apoyo de México a la aventura de Irak, y si bien con el tiempo las cosas han mejorado, no pasarán más allá. En caso de que gane Kerry, habrá -como suele decir el embajador Jorge Montaño- un proceso de aprendizaje de la administración demócrata respecto a México que tomará cerca de un año, terminado el cual vendrán nuestras propias elecciones y ello dejará otro periodo de suspenso de otro año, antes del establecimiento de una relación más funcional. Pero ni con uno ni con otro candidato, tampoco, habrá sorpresas: no puede haber cambios radicales en el tema de la migración ni tampoco en las relaciones comerciales.

Por eso, la pregunta debe plantearse en otros términos y pensar más en qué nos conviene a nosotros, independientemente de lo que suceda en los Estados Unidos, gane Kerry o Bush. Para mejorar nuestra relación con Estados Unidos tenemos que pensar más en nuestros propios objetivos y veremos que, en buena medida, la relación con Washington se acomodará a ello. Necesitamos para mejorar las relaciones con Estados Unidos una economía más sólida y con una mayor capacidad de consumo, eso quiere decir una economía menos dependiente del comercio exterior a partir de un mayor potencial en su mercado interno. Eso lo hemos venido perdiendo en forma constante en los últimos años.

Necesitamos integrarnos al mundo con mayor confianza y menos telarañas ideológicas. Para ello se requiere abrirse a las inversiones en los distintos ámbitos, incluyendo, por supuesto el energético: ¿cómo vamos a poder integrarnos con agilidad en un mundo tan cambiante cuando preferimos deprimir nuestro mercado interno y no contar con inversiones millonarias en el ámbito de la energía, simplemente por preservar un status quo legal que ningún otro país del mundo conserva, incluyendo las naciones que todavía se hacen llamar socialistas, como Cuba, China o Vietnam? Hay datos sorprendentes: somos uno de los cinco productores de petróleo más importantes del mundo, pero resulta que PEMEX Petroquímica, tiene pérdidas, está en números rojos, mientras que las petroquímicas en el mundo están obteniendo utilidades fabulosas: British Petroleum, sólo en el último trimestre obtuvo, en sus petroquímicas, utilidades mayores a los 9 mil millones de dólares. Habrá petróleo por otros 30 años y la demanda de energía, en general, aumentará más de un 60 por ciento en este periodo: ¿qué esperamos para abrir el sector a las inversiones privadas, manteniendo el control sobre esos recursos estratégicos, en lugar de mantenernos exclusivamente en la venta de crudo sin procesar, teniendo depósitos de gas sin explotar y con una industria petroquímica con números rojos…en un país petrolero? Decíamos hace unos días que en el mundo se invertirán nada más y nada menos que 16 billones de dólares en el sector en los próximos 25 años, según la Agencia Internacional de Energía. Si nos quedamos fuera de ese proceso, sin duda, sea Kerry o Bush el futuro presidente estadounidense, ante ellos seremos como país, mucho más débiles.

Como ocurrirá si seguimos mostrándonos tan débiles en el ámbito fiscal. No nos olvidemos que somos uno de los países con menor nivel recaudación fiscal entre las naciones de nuestro mismo nivel de desarrollo, apenas poco más del 11 por ciento del PIB, contra porcentajes mucho mayores, de alrededor del 25 por ciento de países como Brasil o Chile. Pero nuestro problema es mucho más grave: de ese porcentaje más de un tercio proviene exclusivamente de la enorme carga fiscal que le imponemos a PEMEX. Sin ella o con una caída en los precios del crudo, como ya ha ocurrido en el pasado, nuestro esquema fiscal se derrumba. Mientras mayor sea nuestra debilidad fiscal, mientras no se quiera adoptar un esquema recaudatorio serio y amplio (que guste o no debe terminar pasando por el IVA), seremos más débiles y más dependientes, nuestra infraestructura seguirá deteriorándose y al no haber inversión ni pública ni privada, la oferta de trabajo será cada vez menor, los ingresos no crecerán, una parte muy considerable de la población quedará fuera del mercado y de allí se alimentará la migración, que, no nos engañemos, acrecienta una relación cada vez más desigual con Estados Unidos.

Si por el contrario, pudiéramos avanzar en ese camino de mayores inversiones, mayor recaudación fiscal y activación del mercado interno, los márgenes de negociación serían mayores y no sería tan importante saber cómo nos tratarán demócratas o republicanos.

Pero para eso se necesita una clase política más seria y con un verdadero sentido de nación, de Estado, de la cual estamos, en buen porcentaje, careciendo. En esta lógica muchos de nuestros actuales "líderes" no tendrían nada que hacer, pero en nuestras luchas políticas, lo importante es saber si el Innombrable habló por teléfono con Ahumada, no saber qué se proponen hacer del país los López Obrador, los Cárdenas, los Madrazo, los Creel o los Calderón. Es vergonzoso y eso es lo que nos hace débiles y nos lleva a preguntarnos si nos convendrían más Kerry o Bush. La inseguridad deviene de nuestra propia debilidad.

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