La cooperación, un arma más letal que el enfrentamiento
Columna JFM

La cooperación, un arma más letal que el enfrentamiento

Pasan los días y la percepción de que los diputados cometieron errores en la construcción del presupuesto 2005 se confirma. Ayer mismo, cuando se cumplían tres años de la fundación de la instancia policial más exitosa de las últimas décadas en México, la Agencia Federal de Investigaciones, se confirmaba que varios de los planes estratégicos de esa institución quedaban en entredicho con el nuevo presupuesto.

Pasan los días y la percepción de que los diputados cometieron errores en la construcción del presupuesto 2005 se confirma. Ayer mismo, cuando se cumplían tres años de la fundación de la instancia policial más exitosa de las últimas décadas en México, la Agencia Federal de Investigaciones, se confirmaba que varios de los planes estratégicos de esa institución quedaban en entredicho con el nuevo presupuesto, porque tendrán serias dificultades para aumentar el número de sus efectivos de 7 a 10 mil como estaba propuesto (además de aumentar los salarios promedio de los efectivos de cuatro a nueve mil pesos) y para poder terminar de estructurar una red que crearía algo que los gobernadores de todos los partidos han demandando con insistencia: que la AFI pueda crear, a partir de sus oficinas en los estados, una suerte de réplica de la propia agencia, con todos sus servicios en cada uno de ellos. Con el nuevo presupuesto y con las reducciones incomprensibles (porque terminarán lastimando, sobre todo, la seguridad en los estados y municipios que supuestamente son el objetivo del rediseño presupuestal) impuestas tanto a la PGR como a la secretaría de seguridad pública federal eso será ahora mucho más difícil.

Pero también cada día está quedando más claro que la estrategia gubernamental ha fallado, por lo menos en los tiempos y la forma de presentarla (quizás porque ahora se ha descubierto que la forma no es fondo, sino que el fondo, aunque usted no lo crea, es fondo). El presupuesto se aprobó en la madrugada del jueves, el mismo jueves en la noche en un discurso duro, el presidente Fox anunció que se "impugnaría" el documento pero no pudo especificar acciones concretas porque aceptó que la presidencia de la república aún no lo conocía oficialmente. Pasó el viernes, todo el fin de semana, y la impugnación anunciada por el presidente "mató" la información de sus giras internacionales y de su encuentro con su homólogo George Bush. Se inició la semana y apenas el lunes en la noche, el ejecutivo federal recibió oficialmente el presupuesto. Estamos a mitad de la semana y la propia presidencia de la república acepta que aún no tiene definida la ruta legal que seguirá para la impugnación, mientras que en esa lógica los diputados se endurecen asegurando que no negociarán "ni un peso" del presupuesto.

La duda que planteábamos el lunes sigue más presente que antes: ¿qué sentido tiene haber adelantado la información de la impugnación cuando aún no se conocía el documento a impugnar en sus detalles y, por lo tanto, no se podía proporcionar la información concreta sobre las observaciones que haría la presidencia?¿por qué anunciar una medida cuando aún no se tiene definida la vía legal para llevarla a cabo, incluso a costa de dejar fuera de la agenda otros eventos que hubieran sido importantes para el propio presidente, como el encuentro con Bush? Insisto: no es que el presidente Fox no tuviera que hacer algo con el presupuesto, el problema es cómo y la forma en que se hace, los tiempos que se utilizan y esta suerte de espacio muerto que se deja hasta que el próximo lunes, como se ha dicho, la presidencia de la república finalmente informe sobre qué vías legales adoptará para impugnar el presupuesto.

La estrategia adoptada es la equívocada, la que lleva a la confusión y la que dificultará la negociación. Decíamos esta semana que el problema es que cuando se anunció la impugnación, el gobierno federal tendría que haber tenido en sus manos, con toda claridad, las principales observaciones y los más importantes errores que percibía en el presupuesto aprobado por los diputados, sin recurrir a generalidades, al contrario contando con una propuesta alternativa, no sólo en el plano legal, sino incluso presupuestal para neutralizar la opción aprobada por la cámara de diputados, si realmente considera a ésta inaceptable.

También hemos dicho que pareciera que la presidencia de la república se ha basado en el ejemplo del presidente Clinton, cuando se enfrentó en 1995 con la mayoría neoconservadora del partido republicano por el presupuesto, un enfrentamiento que llegó incluso a la paralización del gobierno (incluyendo el pago de pensiones) y que terminó con un rotundo triunfo de Clinton. Pero en nuestro caso sólo se ha intentado seguir un paso de la estrategia diseñada entonces por Clinton y sus asesores: el de tratar de poner a la opinión pública en contra del congreso. La enorme diferencia es que para ello, el entonces presidente estadounidense lanzó una ofensiva política que se basó en un programa alternativo que destruyó desde sus propias bases las propuestas republicanas.

Dice Dick Morris en su libro Juegos de Poder al respecto que "al enfrentar los desastrosos resultados de las elecciones legislativas en la mitad de su mandato, Clinton se dio cuenta que no tenía más opción que abandonar el liberalismo de la vieja escuela. En 1993 y 94 había aprendido que los republicanos podían resistir su oposición; ahora en 1995 y 1996 descubriría contento que eran mucho menos hábiles para manejar su cooperación". Y esa estrategia se basó, precisamente en el presupuesto. Cuando los republicanos le presentaron un presupuesto pletórico de recortes, que rompía con todos los objetivos de su programa, incluyendo el desmantelamiento del departamento de educación y todo el seguro social, lo que hizo Clinton no fue enfrentarlos bajo sus antiguas premisas sino presentando su propio programa de recortes, llegando incluso a prometer eliminar el déficit presupuestal, pero prometiendo al mismo tiempo invertir en educación, controlando los gastos en asistencia médica, reduciendo los impuestos a la clase media, luchando contra el delito y reduciendo la asistencia social. Anunció que "se había acabado la era del gobierno grande". Y ganó la batalla, pero no porque se enfrentó al congreso, sino porque le ofreció a éste y a la ciudadanía un programa de recortes, que retomaba muchas de las demandas de sus opositores y se alejaba de las tesis tradicionales de su propio partido, conservando sus objetivos generales. Cumplió con todo ello y destrozó políticamente a sus opositores que tenían amplia mayoría en ambas cámaras. "Al eliminar el déficit, reducir el delito y reformar la asistencia social, Clinton, concluye Dick Morris que se supone que ahora asesora al presidente Fox, había cumplido con todo lo que la clase media de los Estados Unidos podría haber deseado de un presidente de cualquiera de los dos partidos".

Eso es lo que no tenemos ahora, lo que no ha mostrado la administración Fox en esta batalla política que ha decidido asumir: ¿cuál es su alternativa?¿qué toma del presupuesto votado por la mayoría de la cámara de diputados (un punto, el respeto a las mayorías, que no puede soslayar) y cuáles de esos objetivos los modifica demostrando que se puede llegar a los mismos pero por mejores caminos? La administración Fox ha caído una y otra vez en el error de aceptar la confrontación con sus oposiciones sin colocarse en el centro sino en uno de los extremos, mientras que normalmente, como ahora ocurre, el PRD toma el otro. Al priismo, le queda, con toda comodidad política, un centro con amplia capacidad de movilización que le permiten hacer, paradójicamente lo que le debería estar recomendando Morris al presidente: en lugar de recurrir a la confrontación con un congreso que no puede dominar, hacerlo a través de la cooperación, de colocar en la agenda, preservando sus propios objetivos, los puntos que le interesan objetivamente a esa oposición o a sus electores, pero siguiendo otros caminos.

Eso le está haciendo el priismo al gobierno y se lo puede volver a hacer en estos días. No es descabellado que cuando vengan las observaciones presidenciales, un sector mayoritario del PRI acepte algunas de las mismas, modifique algunos puntos muy específicos y demuestre que estuvo dispuesto a la negociación (mientras el PRD permanece radicalizado, sin poder dar un paso atrás). Pero el eje de la reforma presupuestal seguirá siendo la votada por la cámara de diputados, con los beneficios que ello conllevará en lo coyuntural y lo estratégico para el propio PRI, de cara, por supuesto, al 2006.

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