La carta de EU: no nos une el amor
Columna JFM

La carta de EU: no nos une el amor

Ayer, cuando aún no se acallaban las reacciones por la carta del embajador estadounidense Tony Garza sobre la inseguridad derivada de la violencia del narcotráfico, juzgados en materia de amparo del segundo circuito comenzaron a amparar a los detenidos en la Palma, pidiendo que no se confisquen sus bienes, ni se los mantenga incomunicados ni ?con maltratos físicos?. Obviamente, pese a que se han solicitado más de 400 amparos por los detenidos en ese penal, los primeros fueron otorgados a los principales personajes allí recluidos: Osiel Cárdenas, Francisco Arellano Félix, Ernesto Fonseca y Felipe de Jesús Mendívil Ibarra.

Ayer, cuando aún no se acallaban las reacciones por la carta del embajador estadounidense Tony Garza sobre la inseguridad derivada de la violencia del narcotráfico, juzgados en materia de amparo del segundo circuito comenzaron a amparar a los detenidos en la Palma, pidiendo que no se confisquen sus bienes, ni se los mantenga incomunicados ni “con maltratos físicos”. Obviamente, pese a que se han solicitado más de 400 amparos por los detenidos en ese penal, los primeros fueron otorgados a los principales personajes allí recluidos: Osiel Cárdenas, Francisco Arellano Félix, Ernesto Fonseca y Felipe de Jesús Mendívil Ibarra.

La situación de la seguridad es difícil. La carta del embajador Garza es dura, pero quizás lo que ha molestado más a las autoridades mexicanas no es el contenido de la misma sino que se haya hecho pública. Nadie puede poner en duda el incremento de la violencia sobre todo en la frontera norte (desde que comenzó el año van en promedio unas seis ejecuciones diarias derivadas de ajustes de cuenta relacionados con el crimen organizado) e incluso de los secuestros de ciudadanos estadounidenses (sólo en Nuevo Laredo en los cuatro últimos meses del 2004 se han denunciado 21 secuestros de jóvenes de esa nacionalidad, de entre 18 y 21 años, la mayoría mujeres, de los cuales nueve han sido liberados, dos fueron asesinados y diez más continúan desaparecidos). Lo que dolió en el gobierno federal fue que la carta del embajador Garza advirtiera que si no se frenaba la violencia habrá efectos negativos en el intercambio, el turismo y el comercio, lo mismo que la advertencia que hace a los turistas y pasajeros en la zona para que tomaran precauciones. ¿Es intervencionista la carta, como se dijo ayer? En parte sí, pero también se debe asumir que existe un problema grave que está afectando la frontera norte y que se convierte en parte de la agenda interna de los propios Estados Unidos. Y en muchas ocasiones ni ellos ni nosotros terminamos de comprender la magnitud de esa relación recíproca en la frontera.

La respuesta que otorgó el gobierno federal es casi una calca de la que casi siempre, cuando se dan estos casos, se da a conocer. Se recurre al nacionalismo y para el consumo interno está bien, pero no va al fondo de los problemas. El comunicado de la presidencia sostiene que “no admite juicio ni calificativo de ningún gobierno extranjero sobre las acciones de política” interna; reconoce el problema en la frontera norte pero sostiene que ello “de ninguna manera refleja el estado de la situación del país” y asegura que existe una buena estrategia conjunta a nivel federal y local para atender el problema.

Políticamente la respuesta es correcta pero recurre una vez más al lenguaje trillado del pasado en lugar de buscar dar pasos hacia delante. ¿Realmente tiene el gobierno federal una estrategia en marcha para atender tanto en el plano federal como en el local, en forma integral, el desafío del narcotráfico?¿cuántos gobernadores, por ejemplo, respondieron públicamente al llamado que hizo el presidente Fox el fin de semana pasado anunciando una suerte de guerra contra el narcotráfico? No se trata de envolverse en la bandera sino de aterrizar estrategias concretas y de comprometer, en todo caso, a Estados Unidos en ella. De poco sirve especificar que no se admiten juicios de gobiernos extranjeros sobre nuestras políticas (aunque sea justo decirlo) cuando no se termina de asumir que para atacar un fenómeno global, internacional y en este caso con evidentes conexiones, por lo menos bilaterales se necesita de estrategias más globales. El problema que tenemos, que no ha sido exclusivo de la administración Fox, es que la estrategia de combate la dicta Estados Unidos y ella se adapta a las necesidades de esa nación y no necesariamente a la nuestra.

Por ejemplo, en la entrevista que mantuvo en la mañana de ayer el secretario de Gobernación, Santiago Creel con Carlos Loret (¿qué mejor demostración de que fue un error de esta administración haber quitado el área de seguridad pública de Gobernación que ver al titular de esa dependencia como necesario vocero gubernamental para atender estos problemas?) el secretario dio algunas buenas respuestas mezcladas con otras que son cuestionables. Por ejemplo: sí es verdad que el problema del tráfico de drogas es indivisible del consumo de las mismas. Creel incluso argumentó que ha aumentado el consumo en Estados Unidos. En realidad las cifras muestran un consumo estable en esa nación (la administración Bush asegura que ha disminuido pero en realidad ello es falso si se toma en cuenta el consumo de drogas sintéticas), y los precios son estables. Sigue habiendo unos 20 millones de consumidores “sociales” de drogas en la Unión Americana y unos seis millones que pueden considerarse adictos a alguna droga. El que no se hayan movido significativamente ni los precios ni los índices de consumo quiere decir, entre otras cosas, que es falso lo que se ha dicho de que por los controles en la frontera, después del 11 de septiembre, se está quedando mucha droga en México y por ello ha aumentado el consumo en nuestro país. La verdad es que sigue pasando aproximadamente la misma cantidad de droga (cualquier economista podría explicar que si el consumo sigue igual y hubiera menos droga el precio de la misma aumentaría y no ha sido así), pero también que desde 1994 el consumo en México ha aumentado en forma geométrica: primero, porque los cárteles comenzaron a pagar servicios en nuestro país con droga y luego porque el mercado se volvió tan “atractivo” que numerosas bandas se han dedicado exclusivamente al narcomenudeo, a la venta de droga para su consumo dentro del país. Esas bandas suelen ser, paradójicamente, más violentas y peligrosas para la vida cotidiana que los grupos de los grandes cárteles. Ellas están directamente ligadas, también, al fuerte incremento de la criminalidad común (mientras que los grandes cárteles y sus operadores están más ligados a otro tipo delitos más sofisticados, como el secuestro). Y no tenemos una estrategia para atacar el narcomenudeo porque el gobierno federal, lisa y llanamente no puede con la magnitud del fenómeno y los gobiernos estatales y municipales suelen preferir, por miedo o corrupción, mirar para otro lado.

Pero el problema sigue siendo la ausencia de una verdadera estrategia global que atienda el fenómeno como tal. No se trata sólo de indignarse por la carta de Tony Garza, sino de proponer una verdadera negociación para saber cómo atacar en forma global (o por lo menos bilateral) el problema. De parte de ellos, sin duda, hay muchos pendientes, pero de nuestro lado también: por ejemplo, nuestra legislación. Lo ocurrido ayer con los amparos a los detenidos en La Palma confirma que ni nuestras leyes ni nuestros jueces están o quieren estar preparados para combatir el crimen organizado y parecería darle la razón al departamento de Estado. México y Estados Unidos podrían colaborar de forma mucho más fructífera en estos temas si, por ejemplo, se asumiera que la extradición es un arma útil en esta lucha y se buscaran mecanismos que la hicieran aplicable. O si se comprendiera que ni la producción ni el consumo son temas exclusivamente nacionales (Estados Unidos produce la mayoría de las drogas sintéticas que allí se consume y por lo menos la mitad de la marihuana, México tiene en algunas zonas del país un problema de consumo tan grave como el de muchas ciudades estadounidenses). O que la lucha contra el narcotráfico no puede reducirse a la captura de unos capos que en la mayoría de las ocasiones son reemplazados en minutos o se convierten en un peligro en las cárceles. Está bien responder a la carta estadounidense, pero es mejor establecer con claridad una estrategia común que parta, también, de nuestros intereses y realidades.

Adiós a Séptimo Día

Pocas labores profesionales han sido más complejas y gratificantes en muchos sentidos de mi vida, que haber hecho en los últimos años, en canal 40, el programa Séptimo Día. Por razones profesionales, este domingo 30 será la última emisión en que me toque conducir Séptimo Día. Dejo el programa y también el canal. Lo hago con un enorme reconocimiento a todos sus trabajadores por su talento y el esfuerzo realizado, a sus directivos y en particular a Ciro Gómez Leyva por haberme ofrecido, hace más de tres años, ese espacio. Para todos ellos gracias. Más temprano que tarde, espero, nos volveremos a encontrar en la pantalla chica.

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