Raúl Salinas y el huevo de la serpiente
Columna JFM

Raúl Salinas y el huevo de la serpiente

Ayer se cumplieron diez años de la detención de Raúl Salinas. Aquella mañana, su hermano el ex presidente Carlos Salinas se había reunido a desayunar con el secretario de Gobernación, Esteban Moctezuna. La cita estaba destinada a reducir la tensión entre el ex presidente y su sucesor, Ernesto Zedillo. Las divergencias entre ambos, habían comenzado de tiempo atrás, pero se habían agudizado después del asesinato de José Francisco Ruiz Massiue y la designación de Mario Ruiz Massieu como responsable de esa investigación.

Ayer se cumplieron diez años de la detención de Raúl Salinas de Gortari. Aquella mañana, su hermano el ex presidente Carlos Salinas se había reunido a desayunar con el secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma. La cita estaba destinada a reducir la tensión entre el ex presidente y su sucesor, Ernesto Zedillo. Las divergencias entre ambos habían comenzado de tiempo atrás, pero sobre todo se habían agudizado después del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, el 28 de septiembre del 94 y la designación de su hermano, Mario Ruiz Massieu como responsable de esa investigación. Desde los primeros días de noviembre, luego de una visita como presidente electo a Washington, ya Zedillo tenía información proporcionada por la Casa Blanca, sobre las relaciones de Mario Ruiz Massieu con el narcotráfico y le había solicitado a Salinas de que lo removiera de esa posición. Pero eran los días en los que Maria estaba desatando los demonios que finalmente lo terminaron devorando.

Llegó el 20 de noviembre y ese día hubo una reunión clave para lo que sucedería, en muchos ámbitos, en el futuro inmediato. Se reunieron el presidente saliente y el entrante (Zedillo asumiría el primero de diciembre) y el tema clave era, más que las investigaciones, la economía. Con Salinas y Zedillo se sentaron Pedro Aspe, el secretario de Hacienda, y Jaime Serra Puche. Aspe explicó la situación económica que imperaba y lo delicado que era mantener el equilibrio. Había que quitar presión devaluando sin decirlo, “deslizando” el peso respecto al dólar con mayor velocidad y renovar los vencimientos de los Tesobonos antes de que se percibiera una situación de crisis que espantara a los inversionistas. Salinas propuso que esa operación la realizara la nueva administración y por eso propuso también que Aspe se quedara en Hacienda por lo menos el primer año de la nueva administración, para evitar mayores turbulencias. Pero entre Zedillo y Aspe había diferencias de visión económica y personales, profundas. El presidente electo le ofreció a Aspe mantenerse en el gabinete pero en la secretaría de Comunicaciones y Transportes y anunció que el titular de Hacienda sería Serra Puche, el secretario de Comercio del salinismo, que había negociado el TLC pero no tenía experiencia financiera. Zedillo, a su vez, le propuso a Salinas que él realizara ese movimiento financiero y que asumiera los costos; el presidente saliente le aseguró que ya no había tiempo y Zedillo dijo que entonces él se haría cargo cuando asumiera la presidencia. Aspe no aceptó ninguna cartera en el equipo del nuevo presidente y de ese desencuentro se incubó la crisis económica que estallaría exactamente un mes después, el 19 de diciembre.

Para entonces, para la mañana del 28 de febrero del 95 habían pasado dos meses terribles para la economía del país. A la crisis y la devaluación se sumaron la caída de Serra Puche después de su fatal e inexperto manejo de la devaluación que precipitó la crisis; las tareas de salvamento que tuvo que realizar su sucesor, Guillermo Ortiz en Washington y que tuvieron su punto culminante en la aprobación de William Clinton de una enorme paquete financiero de rescate y, antes, una reforma fiscal que se basó en el aumento del IVA en plena crisis. Si la economía había estado sostenida por alfileres y alguien se los había quitado, la política no iba mejor: Mario Ruiz Massieu se había fugado y había sido detenido en EU; el 9 de febrero se había develado la verdadera identidad del subcomandante Marcos, pero una falta de coordinación gubernamental había provocado que el anuncio se hiciera antes de lo esperado y cuando las tropas encargadas de detenerlo llegaron al cuartel zapatista, Sebastián Guillén ya había escapado. Eso le costó a Zedillo la pérdida de la iniciativa en el tema zapatista e incluso pedirle la renuncia al gobernador de Chiapas, Eduardo Robledo. Antes habíamos visto como Roberto Madrazo, cuya renuncia exigía el entonces dirigente local perredista Andrés Manuel López Obrador y habían aceptado Zedillo y Moctezuma, rechazaba esa exigencia y se hacía fuerte en Villahermosa, hasta que el propio Zedillo fue a asegurarle que “gobernarían juntos hasta el año 2000”.

En ese contexto se había dado la investigación de los casos Posadas, Colosio y Ruiz Massieu a un hombre que había trabajado en las procuradurías durante varios años pero que pronto descubrió que allí tenía un filón político que pensaba explotar al máximo. Pablo Chapa Bezanilla comenzó a operar, siendo procurador Antonio Lozano Gracia, como nunca antes se había visto: elaboró la tesis de quienes estaban detrás de los asesinatos con base a la falta de popularidad de los posibles responsables y luego comenzó a buscar pruebas (o a inventarlas) para que coincidieran con el objetivo que se había propuesto. En el contexto político del 95, el enemigo (el innombrable) era Salinas y Chapa Bezanilla puso las tres investigaciones a girar sobre ese eje. Se inventó de todo, se mintió, se filtró información absolutamente falsa, se terminó recurriendo a amantes despechadas, brujas y cadáveres sepultados con la intención de “ser descubiertos” modificando identidades. Resultó un espectáculo vergonzoso.

La detención de Raúl Salinas se dio en ese contexto. El hermano del ex presidente estaba fuera del país: ya había declarado sobre el caso Ruiz Massieu en un par de oportunidades, pero se le pidió a su abogado, Juan Velásquez, que regresara a México para que ampliara una declaración y Chapa Bezanilla (que había llegado a esa posición por una recomendación del propio Velásquez a Lozano Gracia) le aseguró que no había ninguna acusación en su contra. Para que no hubiera sospecha alguna al respecto, se concertó, simultáneamente, la cita de Moctezuma con Salinas el día 28 en la mañana, en la casa del ex presidente. El secretario de Gobernación acaba de salir de ese desayuno cuando en las oficinas de Salinas se recibió la información de que miembros del PJF estaba rodeando la casa de su hermano Raúl y que éste iba a ser detenido. Los miembros del estado mayor que resguardaban al ex presidente comenzaron a dirigirse al lugar para evitar la detención, pero recibieron órdenes superiores de retirarse. Poco después del mediodía Raúl Salinas era detenido y presentado como el autor intelectual del asesinato de su ex cuñado, José Francisco Ruiz Massieu. Carlos Salinas inició aquella tristemente célebre huelga de hambre en Monterrey que terminó horas después con un encuentro secreto entre Zedillo y Salinas en el que se decidió que el ex presidente saliera del país. Zedillo, en el que fue el peor error político de su administración, dejó hacer a Chapa Bezanilla hasta que llegó al ridículo de la osamenta de El Encanto, pero las investigaciones de los casos Posadas, Colosio y Ruiz Massieu habían sido tan manoseadas que resultaban irreconocibles. Ninguno de los acusados por Chapa Bezanilla resultó culpable. La única excepción fue el propio Raúl Salinas. Por cierto, quien construyó la acusación de los presuntos delitos patrimoniales de Raúl Salinas fue un hombre que se derrumbó exactamente nueve años más tarde: Gustavo Ponce Meléndez, cuyos videos jugando en Las Vegas se emitieron el 28 de febrero del año pasado..

El hermano mayor del ex presidente vio como se develaban una vez detenido muchos secretos, desde las cuentas secretas en Suiza hasta los pasaportes falsos que había obtenido, desde supuestos o reales negocios hasta su relación con Maria Bernal que de amante pasó a acusadora (y luego regresó como amante, pero ya de su perseguidor). Por esas causas, Raúl Salinas vio como se abrían uno tras otro procesos en su contra y recibió varias condenas por ellos, al tiempo que su imagen pública (y la de su hermano con él) se derrumbaba, pero lo cierto es que Chapa Bezanilla nunca pudo comprobar la acusación de que Raúl había ordenado matar a José Francisco Ruiz Massieu. La única prueba era la declaración extemporánea y previo pago de medio millón de dólares a sus familiares, de uno de los participantes en el asesinato, Fernando Rodríguez González (se han mostrado videos en el cual el propio Chapa Bezanilla orienta a Rodríguez González respecto a qué debía decir en la declaración que él mismo le tomaba), algo que ningún juez, en otra circunstancia, hubiera aceptado como una prueba válida.

Las demás historias que se han entretejido en torno a Raúl Salinas de Gortari pueden ser debatidas y son, sin duda, controvertidas. Pero, independientemente de la opinión buena o mala que se tenga de Raúl Salinas; haya o no realizado negocios al amparo de su relación familiar de la buena o mala relación personal que éste mantuviera con su cuñado; sea crea o no de que sería un hombre dispuesto a ordenar un crimen de ese tipo, la condena que pesa en su contra sobre la autoría intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu sencillamente no tiene sustento legal.

Pero allí, en esos casos, en esas historias que crecieron al amparo de Chapa Bezanilla, con la anuencia del procurador Lozano Gracia, se engendró el huevo de la serpiente que ahora nos amenaza: no importa si se violó o no la ley, lo que importan son las percepciones y las encuestas, para con base en ellas decidir cómo hacer justicia.

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