Los universos posibles de la política nacional
Columna JFM

Los universos posibles de la política nacional

Una de las frases más sugerentes que he leído en los últimos tiempos la dijo el extraordinario físico británico Stephen Hawkings: ?el universo tiene muchas historias alternativas y hay un número muy elevado de universos posibles?. De la historia del tiempo y del universo podemos llevar esta frase a nuestra realidad política: ¿cuántas historias alternas tenemos?¿cuántos universos posibles pueden existir simultáneamente?. Ello se muestra de forma notable con el tema que más espacio y mayor preocupación ha generado en los últimos tiempos en el escenario político nacional: el del desafuero de López Obrador, que algunos nos han querido presentar como el capítulo central de la vida política y el que determinará el principio o el fin de la democracia mexicana y sus instituciones.

Una de las frases más sugerentes que he leído en los últimos tiempos la dijo el extraordinario físico británico Stephen Hawkings al presentar en Oviedo, España, su más reciente libro Brevísima historia del tiempo : dice el ganado del Príncipe de Asturias que “el universo tiene muchas historias alternativas y hay un número muy elevado de universos posibles”. Una definición de las ciencias duras que puede ser un azote intelectual para cualquier intolerante o convencido de poseer la verdad absoluta. Una definición que puede ser un calvario para una mente estrecha y esquemática, que sólo comprende la realidad dividida en blancos y negros, en buenos y malos.

De la historia del tiempo y del universo podemos llevar, también, la frase de Hawkings a nuestra realidad política: ¿cuántas historias alternas tenemos?¿cuántos universos posibles pueden existir simultáneamente? Ello se muestra de forma notable con el tema que más espacio y mayor preocupación ha generado en los últimos tiempos en el escenario político nacional: el del desafuero de López Obrador, que algunos nos han querido presentar como el punto de quiebre de nuestra historia reciente, como el capítulo central de la vida política y el que determinará el principio o el fin de la democracia mexicana y sus instituciones.

Obvio que no es así: se esté de acuerdo o no con el ex jefe de gobierno y con la decisión adoptada por la cámara de diputados, el tema López Obrador debe ser puesto en un contexto que no admite, cuando se lo confronta con la realidad, esa exposición sólo en blancos y negros. La encuesta publicada por María de las Heras esta semana en Milenio Diario lo demuestra en forma palpable: apartándose de la maniquea pregunta de si “está usted a favor o en contra del desafuero”, María le preguntó a la gente cosas mucho más importantes que muestran una realidad, como ella misma dice, diferente en la opinión pública que la que exhibe buena parte de la opinión publicada. Según la encuesta de María de las Heras, un 28 por ciento considera responsable del desafuero al presidente Fox, pero un 23 por ciento al propio López Obrador, un 25 por ciento a los diputados y un 9 por ciento a todos. Cuando se le pregunta a la gente qué partido es el principal responsable del desafuero, resulta que un 35 por ciento responsabiliza al PAN, un 22 por ciento al PRD y sólo un 19 por ciento al PRI (que fue el que definió, con su voto, la situación). Un 13 por ciento los responsabiliza a todos.

Mucho más importante aún a la hora de debatir sobre el “fin de la democracia” de la que algunos hablan: el 63 por ciento de los encuestados no dejaría de votar en el 2006 si López Obrador, por la causa que sea, no aparece en las boletas electorales. Es verdad que un 30 por ciento dice que sí dejaría de votar (un porcentaje, por cierto, similar al abstencionismo tradicional en cada elección presidencial), pero estamos muy lejos de esa polarización extrema de la que se nos ha hablado. Cuando se pregunta sobre las medidas de “resistencia” propuestas, las cifras difieren aún más: un 40 por ciento dice que “iría” a juntas informativas sobre el tema, pero el 57 por ciento no; un 39 por ciento se “pondría” el moñito tricolor que publicita el ex jefe de gobierno (la mejor demostración entre el “pondría” y el “ponerse” es esa pregunta: ¿usted ha visto a cuatro de cada diez personas portando ese símbolo?, en el DF, centro del lopezobradorismo, el número es por lo menos escaso), pero el 59 por ciento no. Para acciones más radicales como la resistencia civil, el no pago de impuestos o los bloqueos, las cifras son mucho más terminantes: más del 80 por ciento los rechaza, o sea que “participarían” en esas medidas sólo el electorado duro del perredismo. Ese es el otro universo que, cuando se quiere ver, se puede encontrar en la realidad política nacional por encima de las frases grandielocuentes.

Pero en el propio perredismo los universos alternativos parecen ser muchos más que los que exhiben la falsa hegemonía que se quiere mostrar: ¿cuál es el universo real del PRD?¿el de Andrés Manuel y sus seguidores más cercanos (¿cómo ve a Elena Poniatowska convertida en activista de izquierda?) llamando a la resistencia civil, o el del gobernador perredista de Guerrero, Zeferino Torreblanca, hablando de la necesidad de mantener el diálogo y la cooperación con el gobierno y las otras fuerzas políticas?Cuál universo se impone ¿el que expresa el ex jefe de gobierno respecto a cambiar todas las instituciones del país: el ejecutivo, el legislativo, el judicial o lo que dice Torreblanca, respecto a fortalecer las actuales instituciones, un proceso que requiere, dijo el miércoles, compromiso, paciencia y responsabilidad?

Podemos preguntarnos en qué realidad nacional se expresa el verdadero PRD: ¿en el ayuno-dieta (un día por persona, no más) que realizan sus senadores frente a la residencia oficial de Los Pinos o en las expresiones mesuradas de Amalia García, gobernadora de Zacatecas, de Lázaro Cárdenas en Michoacán y del propio Torreblanca en Guerrero? Porque la distancia entre una forma de ver la realidad y la otra es abismal: unos no quieren diálogo alguno con las autoridades, tampoco con el PRI y el PAN, los otros no quieren ni plantean romper relaciones con el gobierno y las instituciones.

¿Cuál es la realidad que ve la gente de Manuel Camacho y que les muestra a algunos corresponsales despistados como el columnista del Washington Post, Harold Meyerson, que compara el desafuero (y México) con Ucrania y Kirguistan?

Cuando se habla de la participación o no en el 2006, cuál es el verdadero universo perredista ¿el que pide no participar en las elecciones si López Obrador no es candidato, resignando así su participación también en la elección legislativa y perdiendo el registro con todo lo que ello implica o lo que plantean otros militantes, incluyendo Cuauhtémoc Cárdenas, exigiendo que el perredismo participe para no perder todos esos espacios políticos?

¿Con qué nos quedamos, con lo que dijo el presidente saliente del PRD, Leonel Godoy, de que estaba roto y cancelado el diálogo con el gobierno, con el PRI y con el PAN o con lo que sostuvo el secretario general saliente, Carlos Navarrete de que en realidad él mismo no está roto, que se mantiene, aunque “ha bajado de intensidad”? Preguntémonos en qué universo se movía López Obrador cuando el jueves pasado, en el Zócalo, anunció que la dirección de su partido había decidido que la fecha de la elección del candidato presidencial de su partido se adelantaba para el 31 de julio. Sin duda en uno diferente al del presidente entrante del PRD, Leonel Cota Montaño, que aseguró que no es así, que el único que puede mover esa fecha es el congreso nacional de su partido que se reunirá a partir del día 22 de abril.

La verdad es que las cosas son mucho más complejas que lo que se quiere presentar, que la sociedad, la gente, es mucho más madura y escéptica respecto a las declaraciones de los políticos y la toma de posición inflexible de algunos medios. Quizás porque la gente sabe que casi nada se puede mostrar en simples blancos y negros y que, además, como decía Aldous Huxley, “cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”. Claro, ello se aplica a prácticamente todos, sin demasiados distingos partidarios o ideológicos, aunque allí también coexisten los muchos universos posibles de los que habla Hawkings.

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