AMLO: de centro, católico y poeta
Columna JFM

AMLO: de centro, católico y poeta

Hoy en la tarde se reunirán el presidente Fox y el jefe de gobierno López Obrador, en lo que se intentará escenificar como el fin del conflicto establecido entre ambos en torno al proceso de desafuero que sufrió el funcionario capitalino. Para ese encuentro, la presidencia de la república ha dicho que quiere analizar los distintos problemas que aquejan a la ciudad de México, en particular los de seguridad pública; López Obrador ha dicho que lo que quiere es hablar del 2006 y de la posibilidad de un pacto político para esos comicios.

Hoy en la tarde se reunirán el presidente Fox y el jefe de gobierno López Obrador, en lo que se intentará escenificar como el fin del conflicto establecido entre ambos en torno al proceso de desafuero que sufrió el funcionario capitalino. Para ese encuentro, la presidencia de la república ha dicho que quiere analizar los distintos problemas que aquejan a la ciudad de México, en particular los de seguridad pública; López Obrador ha dicho que lo que quiere es hablar del 2006 y de la posibilidad de un pacto político para esos comicios.

En esta lógica lo más probable es que no se hable de una cosa ni de la otra: el presidente Fox no puede hablar de las elecciones del 2006 y luego de lo sucedido lo mejor sería que su discurso se ciñera estrictamente a establecer que no participará de ninguna forma en el proceso; si hay un pacto para el 2006 debe ser entre los partidos y los candidatos y que sepamos, por más que López Obrador ya se sienta como tal, ninguno de los partidos con registro tiene candidato, es más ni siquiera precandidatos oficiales. El encuentro de hoy será entre dos funcionarios, entonces se debería suponer que tendría que girar en torno a las políticas públicas, pero a López Obrador que en el último año desatendió casi por completo la gestión de gobierno y que hoy encabeza el GDF sin que se sepa a ciencia cierta si cuenta con fuero y atribuciones para ello, lo que menos le interesa es centrarse en el trabajo cotidiano de gobernar.

Hace meses que el jefe de gobierno en sus conferencias de prensa y sus expresiones públicas no habla de la ciudad ni de sus problemas, algunos de ellos muy graves como la inseguridad, la falta de crecimiento económico y el desempleo, que azotan al Distrito Federal. Apenas ayer se informó que el miércoles hubo una cifra récord de crímenes denunciados penalmente: nada más y nada menos 555 en un día. La muerte de Mariana Levy o apenas esta semana el asesinato de un estudiante de origen taiwanés en la Universidad del Valle de México, han puesto el acento en la crónica falta de seguridad en la capital del país, pero eso no es tema para el jefe de gobierno, que ha ocupado sus últimos días en la preparación de su campaña, con reuniones en horarios de trabajo, con los dirigentes de sus redes ciudadanas o con el equipo de campaña de Yeidckol Polenvsky para el estado de México. Lo demás sale sobrando.

El mismo día del desafuero, en su discurso en el Zócalo, López Obrador había anunciado que su partido elegiría candidato en julio. Después, cuando se supo que el gobierno federal había capitulado en su pretensión de seguir adelante el proceso contra el jefe de gobierno, el PRD anunció que la elección de candidato sería hasta septiembre. Pero apenas unas horas después, Ricardo Monreal especificó que en julio, López Obrador dejará el gobierno capitalino para comenzar su campaña. La razón es sencilla: desde hace once meses y en forma más intensa desde enero pasado, López Obrador está en campaña abierta y pública, utilizando en muchas ocasiones recursos públicos pero eso no parece importarle demasiado, y ahora no quiere regresar a la ardua e ingrata tarea de gobernar la ciudad: es mejor recorrer el país que hablar de la inseguridad, la contaminación o el desempleo; es mejor ofrecer un nuevo proyecto de nación que explicar porqué se triplicó la deuda de la ciudad durante los últimos años o qué sucede con la corrupción en su administración. Por eso, poco y nada veremos de López Obrador como gobernante en los próximos días pero muy rápidamente lo tendremos ya en plena campaña electoral.

También veremos un cambio en su discurso. Al jefe de gobierno el discurso propositito, el del establecimiento de políticas públicas o de iniciativas concretas, no le gusta. Prefiere el de la confrontación que es donde se siente más cómodo. En esta nueva etapa de apaciguamiento tendrá que encontrar nuevos enemigos sobre los que dirigir sus dardos y todo indica que serán los priistas los que se convertirán en su nuevo objeto de deseo. Pero tampoco puede mostrarse demasiado duro cuando acaba de ser virtualmente indultado, además de que sabe que la polarización que ha provocado con su estrategia, no siempre lo ayuda. Por eso en entrevista con Ginger Thompson para el New York Times se define a sí mismo con una visión que parece una reencarnación tardía de Juan Diego: “soy un fenómeno mexicano (sic), formado por una madre católica devota, una devastadora tragedia familiar y un poeta (Carlos Pellicer)”. Y uno que pensaba que la formación original de López Obrador se había dado en el PRI de Echeverría y López Portillo, partido del que fue presidente estatal en 1983, cuando compuso su himno, que dice algo así como “avanzar, avanzar con el PRI, compañeros avanzar, libertad, unidad, democracia y justicia social”. Que su admiración política estaba puesta en los Comités de Defensa de la Revolución cubanos (la isla es el único país al que ha viajado por un periodo prolongado de tiempo) y que aquella “devastadora tragedia familiar” (se refiere a cuando ocasionó la muerte de su hermano José Ramón por un disparo, en 1969, cuando López Obrador tenía 16 años; después del incidente la familia abandonó Tabasco, vivió un tiempo en Veracruz y luego se instaló en Chiapas, en Palenque) era, por lo menos eso dijo en el contexto de las elecciones del 2000, parte de una campaña de desprestigio en su contra.

Pero ahora, por lo menos para el NYT, López Obrador se considera un hombre de centro, creyente y que no recuerda haber pasado por el PRI: “cuando comenzamos dijo en esa entrevista con Ginger, el PRI dominaba completamente. Ni las hojas de los árboles se movían a menos que el PRI lo dijera. Mucho tiempo ha tenido que pasar para que la gente, dijo, empezara a vivir sus vidas en libertad. Correspondió a nosotros enseñarles a no tener miedo (sic)”.

En realidad, independientemente de cómo se considere a sí mismo en lo ideológico, lo determinante para tratar de conocer el verdadero López Obrador será lo que ocurra en las próximas semanas con él y con su partido. Ahora tiene la oportunidad de entrar en un discurso propositito, ya veremos si puede y quiere articularlo y qué sentido le da. Por lo menos ayer, luego de la reunión con Santiago Creel, el coordinador de los senadores perredistas, Jesús Ortega, insistió en que su partido está dispuesto a sacar en un periodo extraordinario las reformas electoral, del Estado y la propuesta de reforma judicial presentada por el gobierno federal. Sería una demostración de que no todo lo que vivimos durante este último año ha sido tiempo perdido.

¿Casualidades?

Ayer hubo elecciones en Gran Bretaña donde, por un margen menor al esperado, Tony Blair fue reelegido como primer ministro. Pero en ese contexto se dieron dos hechos que pueden no tener relación alguna entre sí pero que valdría la pena investigar. En Nueva York, en la tercera avenida, frente a un edificio con oficinas de varias empresas británicas, estallaron dos petardos que provocaron algunos daños materiales y ninguna víctima, se considera que como una acción contra la participación de Blair en Irak. Prácticamente a la misma hora en que estallaban en Manhattan esos artefactos, en nuestra mucho más popular Naucalpan, en el estado de México, un par de jóvenes arrojaron dos petardos, también de baja intensidad, contra una sucursal del principal banco británico en México, HSBC. No ponga usted la atención en los daños, en ambos casos menores, sino en la coordinación y los objetivos.

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