Otra entrevista, otro plan económico de AMLO
Columna JFM

Otra entrevista, otro plan económico de AMLO

Ahora se comienza a entender porqué el jefe de gobierno capitalino no aprobó en su larga carrera de 13 años en la UNAM, casi ninguna de las materias que tenían relación con la economía. Andrés Manuel López Obrador va a tener que realizar una nueva versión de su tan promocionado y poco conocido proyecto nación. Lo que sucede es que cada semana, a veces cada día, ahora que ya está en campaña, dice algo que, siguiendo la línea del presidente Fox, niega lo dicho el día anterior. El proyecto está ya más remendado que los tradicionales programas nacionales de desarrollo, con la diferencia de que aquel no ha tenido ni tiempo de ejercerse.

Ahora se comienza a entender porqué el jefe de gobierno capitalino no aprobó en su larga carrera de 13 años en la UNAM, casi ninguna de las materias que tenían relación con la economía. Andrés Manuel López Obrador va a tener que realizar una nueva versión de su tan promocionado y poco conocido proyecto nación. Lo que sucede es que cada semana, a veces cada día, ahora que ya está en campaña, dice algo que, siguiendo la línea del presidente Fox, niega lo dicho el día anterior. El proyecto está ya más remendado que los tradicionales programas nacionales de desarrollo, con la diferencia de que aquel no ha tenido ni tiempo de ejercerse.

Decía el premio Nóbel John Galsworthy que “sólo hay una regla para todos los políticos del mundo: no digas en el poder lo que decías en la oposición”. El problema con López Obrador es que lo hace desde un espacio de poder tan importante como es el gobierno del DF pero actúa y habla, simultáneamente, como oposición y se siente, desde ya, en un escalón superior de poder: la presidencia ya es suya.

Lo cierto es que cada vez que el todavía jefe de gobierno tiene que dejar de lado las generalidades se tropieza con sus propias palabras, sobre todo cuando habla con medios extranjeros y sobre todo de economía. Ya al New York Times le dijo que él era un político de centro, católico y formado por un poeta, Carlos Pellicer, cuando, evidentemente, su biografía no nos lleva a nada de eso. Ahora se puso a hablar de economía con el influyente periódico británico Financial Times y la cantidad de contradicciones en las que incurre el jefe de gobierno es sorprendente, incluso para él. Dice que descarta cualquier renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero en su proyecto de nación habla específicamente de la renegociación del mismo; también lo señaló, con insistencia, en aquel discurso en el Zócalo en el que presentó ese documento.

Habló de un recorte en el gasto público de 10 mil millones de dólares al año con lo que pagaría los programas sociales como el de la pensión universal, pero no dice de dónde podrían salir esos recursos cuando el gasto corriente del gobierno federal está prácticamente en su totalidad comprometido ¿qué recortará y cómo para llegar a esa cantidad?¿o se trata de una simple ocurrencia? Porque en el GDF no se ha reducido el gasto corriente. Dice que no recurrirá ni a nuevos impuestos ni a deuda, pero el hecho es que durante su gestión en la capital, la deuda no solamente ha crecido en más de 20 mil millones de pesos (pasó de 117 mil millones a 130 mil millones), lo que la convierte en la deuda per capita más alta del país, más del doble que la de cualquier otra entidad federativa. Y eso sin contar los innumerables fideicomisos que han servido para financiar, con miles de millones de pesos, desde algunas acciones sociales hasta la obra pública en la capital, incluyendo los segundos pisos que no se sabe ni cuánto costaron ni a quién se le pagó por esa obra.

Dice López Obrador que tomaría medidas drásticas contra la evasión fiscal, porque el país “recauda apenas alrededor de 50 por ciento de lo que deberían pagar los contribuyentes”. Pero no dice cómo lo haría, olvidando que uno de sus principales apoyos son los vendedores ambulantes, los taxistas piratas y otros sectores, que suman miles y miles de posibles contribuyentes en la capital del país, que en su enorme mayoría están controlados por su administración y su partido y que son una de las principales fuentes de evasión de impuestos y la base de salida para todo el comercio ilegal y el contrabando que ha hecho de algunas colonias del DF, con la complicidad de las autoridades locales, enormes depósitos de productos ilegales. Nada ha hecho ni propuesto López Obrador para actuar contra estos sectores en el gobierno capitalino ¿porqué tendría que hacerlo desde la presidencia de la república?

Volvió a reiterar que detonaría el crecimiento económico vía “inversiones en la construcción”. Se supone que esa fue la tesis de la construcción de los segundos pisos y de otras obras viales en el DF, pero aquí mismo, en una ciudad que tiene uno de los mayores índices de desempleo del país y una de las menores tasas de crecimiento, ello no ha funcionado, como no puede funcionar como política medular en ningún lugar del mundo. Luego, volviendo a mostrar una vez más hacia dónde se dirigirán sus primeros golpes, volvió a criticar los gastos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a la que calificó con los mejores salarios del mundo “luego agregue, dijo, los secretarios, los asesores, los ayudantes, son costos graves (sic)”. ¿Imagina López Obrador un poder judicial nuevo, como dice en su proyecto de nación?¿está pensando, como hizo Hugo Chávez en Venezuela, en desaparecer la Suprema Corte en funciones para reemplazarla por una a modo?

Dice que en su equipo económico, sin poder señalar ni un solo nombre de quién lo integraría, designará personajes con “destreza técnica”. Podría haberlo hecho, en principio, en el gobierno capitalino, donde el hombre que manejaba sus finanzas hasta que fue descubierto en Las Vegas jugando cientos de miles de dólares, era Gustavo Ponce Meléndez, preso por acusaciones de lavado de dinero, entre otras. ¿Esos son los personajes con “destreza técnica” en los que piensa el jefe de gobierno?¿cuáles son en su equipo, no sólo el de hoy, sino entre quienes lo han acompañado a lo largo de los años, los que muestran “destreza técnica” en materia económica y financiera?¿cuál de los coordinadores de su campaña tiene esa capacidad?

Es por eso que López Obrador no quiere debatir con Cuauhtémoc Cárdenas. Porque es difícil sustentar un debate con generalidades o diciendo a cada auditorio lo que quiere escuchar. Se podrá o no estar de acuerdo con Cárdenas, pero es un político coherente que, cuando modifica su visión de las cosas, lo dice, pero que no mantiene dobles o triples discursos.

Las inconsistencias del jefe de gobierno cuando habla del futuro se escenifican con la declaración del lunes, cuando aseguró que cuando sea presidente vivirá y despachará en Palacio Nacional. Es, como muchas de las cosas que dice el jefe de gobierno, una ocurrencia destinada a desviar el tema importante, el de si aceptaba o no debatir con Cárdenas. Pero es una demostración de su forma de interpretar las cosas. Adaptar después de tantos años el Palacio Nacional para que viva y despache el presidente, con todas las oficinas asociadas a esa labor, es prácticamente imposible. Todas las instalaciones, desde las de comunicaciones hasta las de seguridad que se requieren para desempeñar esa labor, están en la residencia oficial de Los Pinos. Trasladar todo eso a Palacio sería no sólo imposible de hacer por falta de espacio físico e incluso de operatividad, sino también costosísimo…en un gobierno que no se sabe de dónde pero que dice que ahorrará 10 mil millones de dólares del gasto corriente anual de la administración federal. Dejemos fuera las apreciaciones culturales del jefe de gobierno que considera mejor dejar Los Pinos como parte del bosque de Chapultepec para que los visitantes aprecien “las buenas pinturas” que hay allí (fuera de los cuadros que son propiedad de la secretaría de Hacienda, no sé que obra de arte debe haber apreciado López Obrador en Los Pinos) pero le quitará a la gente el acceso a los maravillosos murales y las obras que adornan Palacio Nacional, hoy abierto a todo el que quiera visitarlo. López Obrador, como muchos otros, no entiende que aquello de “el Estado soy yo” murió con la revolución francesa. Y ya no hablemos del papelón que le hizo pasar Felipe Calderón al tratar de comprar el famoso reloj.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *