¿Qué y quiénes van a festejar?
Columna JFM

¿Qué y quiénes van a festejar?

Resulta incomprensible, la ligereza, con que el gobierno federal y su partido afrontan ciertos temas. Ahora se han enredado en la celebración del dos de julio, a partir de una estrategia difícil de comprender, sobre todo, porque la propia Presidencia de la república y el PAN se han hecho bolas. Hoy no sabemos qué van a festejar más allá del quinto aniversario de aquella jornada electoral, si es un acto partidario o si se trata de festejar una fecha cívica.

Me resulta incomprensible la forma, en realidad la ligereza, con que el gobierno federal y su partido afrontan ciertos temas. Ahora se han enredado en la celebración del dos de julio, a partir de una estrategia difícil de comprender, sobre todo, porque la propia presidencia de la república y el PAN se han hecho bolas y desmentido mutuamente. Hoy no sabemos qué van a festejar más allá del quinto aniversario de aquella jornada electoral, si es un acto partidario o institucional, si se trata de festejar una fecha cívica o un triunfo partidario, si se trata de una celebración en torno a una jornada electoral del pasado o mucho más simplemente, de un acto de proselitismo para influir en las elecciones del día siguiente en el estado de México y Nayarit. Nadie lo sabe explicar y, una vez más, el presidente del PAN, Manuel Espino, ha sido el principal encargado de fomentar la confusión, sobre todo por su confrontación con el vocero presidencial Rubén Aguilar, respecto a la paternidad del acto y los invitados al mismo (y por alguna extraña razón Espino volvió a manifestar su simpatía por López Obrador).

Pero al presidente Fox con el dos de julio, fecha de su cumpleaños y de su triunfo electoral, le sucede algo extraño: en el 2001, lo celebró por todo lo alto. Ese día iniciaba una vista de Estado el presidente de gobierno español, José María Aznar, pero el presidente, muy temprano en la mañana, celebró su boda con su hasta entonces directora de comunicación social, Marta Sahagún. A partir de entonces, el dos de julio fue aniversario electoral, de bodas y cumpleaños. Al año siguiente, el tema fue el aniversario de la boda. En el 2003 y el 2004 el presidente Fox puso el acento en que la mejor forma de festejar esa jornada era trabajando y no realizó ningún acto especial, pero ahora convocó a una gran celebración ciudadana en el Angel de la Independencia, el mismo lugar donde Fox festejó su triunfo en el 2000.

Hasta allí todo puede resultar comprensible, pero el propio gobierno se enredó en los términos de ese acto: primero se dijo que era para celebrar el triunfo electoral y aquella jornada democrática; luego se habló de festejar los logros del gobierno del cambio o de la democracia (que no es lo mismo) y, más tarde, gracias a Manuel Espino supimos que, en realidad, el acto ni siquiera era del gobierno sino del PAN. Para continuar con las confusiones, Rubén Aguilar declaró ayer que ese acto no tendrá un carácter político-electoral y que no tenía nada que ver con las elecciones del día siguiente y que efectivamente es el PAN el que convocaba (¿entonces porqué originalmente lo anunció el presidente Fox?), y que presidencia se sumaba a él, pero Espino, para no abandonar el terreno de las contradicciones, señaló que el evento sí lo convoca el PAN pero que, al mismo tiempo, no quieren verse como organizadores. Parece una comedia de equívocos que no tendría demasiado sentido, salvo concluir que se trató, una vez más, de una ocurrencia de alguien a la que ahora el gobierno y su partido tratan de encontrarle una cuadratura que simplemente no tiene.

Para muchos, esta celebración suena a un acto proselitista por las elecciones del día siguiente en el estado de México y Nayarit. En lo personal lo veo más como una suerte de cierre de sexenio adelantado (alimentada por esa decisión anunciada días atrás de que el presidente ordenaba el inicio del proceso de entrega administrativa de su gabinete legal y ampliado, cuando aún falta año y medio para que concluya su gestión). Pareciera ser un acto que busca recuperar la esencia del 2000 sin haber cumplido con las expectativas generadas entonces y por lo tanto sus efectos pueden ser contraproducentes.

El presidente Fox parece particularmente molesto de que no se genere ese reconocimiento. Apenas esta semana, por enésima vez, ha responsabilizado a los medios de ocuparse de cosas sin importancia como sus botas, si besa o no a su mujer o si llamó a Borges como Jorge Luis o José Luis, en lugar de ocuparse de los grandes temas de la política y la economía. El presidente se equivoca por una sencilla razón: no han sido los medios los que colocaron esos temas en la agenda, sino la propia presidencia de la república. Los medios no inventaron lo de las botas de charol en la ceremonia de gala en la que sería recibido por primera vez por los reyes de España, fue el propio presidente Fox el que buscó a los medios para hablar sobre ese tema, incluyendo revista del corazón como ¡Hola!. No fueron los medios los que se dieron vuelo con aquel beso con la señora Fox en Roma, frente al Vaticano, sino la propia oficina de la presidencia de la república la que convocó a los reporteros y fotógrafos de la fuente para inmortalizar aquel momento.

Y lo mismo sucede ahora con su declaración sobre “las faldas” de la señora Marta o que se despida en un acto público (en privado puede hacer lo que quiera), con un “que Dios los bendiga” y asegure que eso es parte del cambio “chiquito” que se ha dado en esta administración.

Ese no es el cambio que espera el país, ni ello no personifica. ¿Han cambiado algunas cosas en estos años? Por supuesto que sí, algunas para bien, otras para mal. Existen también algunos que se presentan como logros sexenales que no son más que la prolongación de los proyectos y las políticas públicas establecidas desde sexenios anteriores, como sucede con la política económica. Es verdad: es un mérito gubernamental mantener una estrategia macroeconómica exitosa, o unos programas sociales que han tenido logros verificables, o garantizar, como se ha hecho, la libertad de expresión (aunque el hecho de que el presidente un día sí y el otro también manifieste su disconformidad con los medios, no contribuye a fomentar ese clima). Y tienen derecho el gobierno o su partido a celebrar lo que quieran: pero lo que deben tener es transparencia en sus intenciones, en sus objetivos. Cuando no puede explicar qué va a festejar, con quiénes, para qué y cómo, lo único que logra es generar sospechas y confusión.

Una historia de la vida real

Le vamos a contar una historia terrible y verídica, sin los nombres de los personajes aunque todos ellos están documentados. Una mujer con cuatro hijos se presenta ante organismos de defensa de mujeres golpeadas huyendo de su esposo, un personaje con amplias relaciones en el mundo empresarial pero también con el narcotráfico, particularmente con el grupo de Los Zetas. Además de denunciar sus actividades, la mujer denuncia cómo este sujeto la golpeó y violó a ella e incluso a otros familiares. Se contacta con las autoridades respectivas y deciden sacarla del país. Pero uno de sus hijos, el menor, no tiene pasaporte y la burocracia le pide que el mismo lo firme su padre, o sea el narcotraficante que golpeó y violó a esposa e hijos: saben que es imposible y piden que se haga una excepción. Alguien se compromete a hacerlo. Funcionarios de la PGR ocultan en una casa de seguridad a la mujer para sacarla del país, protegerla y poder utilizar sus testimonios mientras esperan el pasaporte para el niño. Pero la mujer y sus hijos pasan 75 días en una casa de seguridad, escondidos, en una situación precaria y aterrados de que los sicarios de su padre los encuentren. Pero el pasaporte no llega. Una funcionaria de la cancillería simplemente se niega a emitirlo…porque no quiere. En los más altos niveles de poder en el país conocen este caso. ¿Pero alguien hará algo por esta mujer y sus hijos?

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