Acto del 2 de julio: regañados y en problemas
Columna JFM

Acto del 2 de julio: regañados y en problemas

El domingo el IFE hizo un llamado claro, específico, al presidente de la república, a los gobernadores, a todos aquellos que desde ya están planteando hacer proselitismo desde sus cargos públicos de cara al proceso electoral del 2006. El IFE pidió a estos funcionarios ?que se abstengan de emitir opiniones o desplegar conductas que puedan afectar la equidad? de las elecciones.

El domingo el IFE hizo un llamado claro, específico, al presidente de la república, a los gobernadores, a todos aquellos que desde ya están planteando hacer proselitismo desde sus cargos públicos de cara al proceso electoral del 2006. Pidió el IFE a estos funcionarios “que se abstengan de emitir opiniones o desplegar conductas que puedan afectar la equidad” de las elecciones. El derecho de expresión en su caso, insistió el IFE en el comunicado leído por Luis Carlos Ugalde, “está acotado, ya que la investidura de quienes ostentan cargos de representación política puede influir en el ánimo y transgredir condiciones de igualdad y libertad de sufragio de los electores”.

Ayer mismo, el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, dijo que a él no le quedaba el saco del IFE, a pesar de que ha hablado de su candidatura presidencial desde su conferencia de prensa en las oficinas del gobierno capitalino casi todas las mañanas. Quizás todo se debió a que el IFE no especificó en su exhorto a los funcionarios públicos a no autopromoverse. Los gobernadores priistas en búsqueda de su candidatura presidencial parecen estar en la misma tesitura.

La presidencia de la república fue más allá. Fue el propio presidente Fox el que propició en buena medida este debate cuando sostuvo en su reciente gira de trabajo por Ucrania y Rusia, que él apoyaría a su partido y a sus candidatos en el 2006, actuando como lo hacen, sostuvo, los presidentes en toda democracia consolidada. Semanas atrás, había anunciado el propio presidente Fox que el 2 de julio, realizaría un acto en el Angel de la Independencia para celebrar los cinco años de su triunfo electoral, provocando la reacción de la mayoría de los dirigentes políticos de la oposición.

Ayer, luego de la declaración del IFE, el vocero presidencial, Rubén Aguilar sostuvo que el presidente respeta las normas del Instituto Electoral y que no viola ninguna de ellas. Y con relación al acto del 2 de julio negó que se trate de un acto partidista o político: es, dijo, un acto ciudadano de defensa de la democracia. Algo sucede con la memoria de los funcionarios y dirigentes partidarios del PAN porque a cada rato modifican su concepción de esa celebración. El primero que convocó a ella fue el propio presidente Fox; luego, cuando se registraron reacciones en contra se dijo que sería un acto partidario, incluso el propio vocero presidencial Rubén Aguilar y el presidente del PAN, Manuel Espino, se enlazaron en un debate sobre la paternidad del acto y Espino fue enfático al asegurar que la convocatoria la hacía el PAN, y la presidencia de la república finalmente aceptó esa versión. Pero ahora nos dicen que se trata de un acto ciudadano y no partidario ni político: no puedo explicarme cómo un acto convocado por un partido político para festejar su triunfo electoral puede ser una simple celebración ciudadana y no partidaria.

En realidad, el que está cometiendo el gobierno federal es un gran error y cada vez que trata de salir de él parece hundirse un poco más. Sería mejor decir la verdad: el acto del dos de julio es el inicio formal de la campaña panista de cara a las elecciones del 2006. Allí tratarán de demostrar su fuerza, exhibirán a sus precandidatos y buscarán recuperar un entusiasmo que hoy está alicíado. Si se tratara pública y abiertamente de un acto partidario no habría tantos problemas ni debates: podrá parecer muy cuestionable realizarlo a unas horas de dos procesos electorales, uno de ellos en una localidad vecina del DF, pero nadie, legalmente, podría cuestionarlo.

Lo que sucede es que el acto fue sugerido en otro momento y circunstancia. Fue planteado originalmente no por el partido sino por la presidencia de la república y pareció ubicarse en el contexto de las elecciones en Estado de México y Nayarit, cuando se esperaba que, para el panismo, la competencia en esos estados estuviera, para estas fechas, mucho más cerrada. El acto del dos de julio aparecía así, en un contexto de un hipotético empate electoral, como un elemento que pudiera romper ese equilibrio recordando la gesta panista de cinco años atrás. Incluso así, el que fuera convocado por la presidencia colocaba a ésta en el límite de la ley, por eso se cambió al patrocinio del partido. Pero ahora, cuando en ambos comicios estatales el PAN parece estar irremediablemente atrás en las encuestas, el acto parece haber perdido todo sentido. Pero hubiera pasado relativamente desapercibido si el presidente Fox no hubiera realizado las muy desafortunadas declaraciones sobre su apoyo al PAN y sus candidatos en la gira por Rusia y Ucrania. Con ellas, dejó la celebración como acto de campaña, lo volvió a ligar a las elecciones estatales y, además, obliga al panismo a realizar un evento masivo, que además recuerde la tradición política de ese partido de no recurrir al acarreo.

Es el peor de los mundos posibles: el presidente, en los hechos, queda como regañado por el IFE (porque aunque el Instituto extendió su advertencia a todos los funcionarios públicos la misma fue leída como una respuesta directa al propio presidente); los candidatos que se pensaba apoyar con esa celebración, están muy lejos de poder obtener una victoria; no parecen existir condiciones para que el acto del sábado sea lo masivo que esperan sus organizadores y ello hasta podría ser contraproducente tanto para el alicaído ánimo presidencial como para los aspirantes panistas que en los hechos iniciarán allí la búsqueda de la candidatura. La pregunta es cuál es la necesidad de correr tantos riesgos, de planificar tan apresuradamente algo que teniendo que ser un motivo de regocijo para los panistas, se les ha convertido en un nuevo, y complejo, problema.

Carta de Ulises Beltrán

Ayer hablamos en este espacio sobre la presunta participación de ex miembros del equipo de Ernesto Zedillo en la campaña de López Obrador. Entre ellos de Ulises Beltrán, quien fue el hombre encargado en Los Pinos de llevar las encuestas y estudios de opinión de las administraciones Salinas y Zedillo. Ayer, nos habló Ulises Beltrán y me envió la siguiente carta, que publicamos íntegra: “El comentario que haces sobre mis actividades profesionales está basado en información falsa y mal intencionada. Puede tener consecuencias económicas para el despacho, por lo que mucho te agradeceré la aclaración correspondiente: 1.- No tengo ningún vínculo comercial con ninguna oficina o persona de la Jefatura de Gobierno. Hace ya algún tiempo estuve en una reunión junto con un grupo de encuestadores en la que estaba Marcelo Ebrard.
2.- Desde que dejamos el gobierno no he vuelto a cruzar una sola palabra con
el ex presidente Zedillo. 3.- Me siento muy orgulloso de haber colaborado con los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Ellos hicieron grandes cosas por este país y yo pude aportar algo en la limitada esfera que me asignaron. Ambos gobiernos
tuvieron una visión de las políticas públicas que comparto. Sin embargo, ni
he pertenecido, ni pertenezco, ni tengo el más mínimo interés en participar
en grupo político alguno. Las decisiones comerciales del despacho se toman
colegiadamente entre los socios, no obedecen a consideraciones políticas, a
menos que alguna oferta pueda implicar conflicto de intereses de los
clientes”. Hasta allí el texto de Ulises. Pero le comenté que el texto hablaba de la campaña de López Obrador no del gobierno del DF. Me aseguró que él, “en lo personal” no participaría en esa campaña. El tema dará para más: no sé si el origen de la información es mal intencionada, pero aunque puede tener muchos matices, no es falsa.

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